Entrevista

Mauricio Villegas: "América Latina ha sido víctima del delirio, el dogmatismo y la incapacidad para lograr consensos"

El escritor colombiano indaga en la identidad y las emociones latinoamericanas en su nuevo libro, "El viejo malestar del nuevo mundo"

El escritor colombiano Mauricio Villegas
El escritor colombiano Mauricio VillegasLa Razón

El escritor colombiano Mauricio García Villegas (Manizales, 1959) explora en su nuevo ensayo, "El viejo malestar del nuevo mundo" (editorial Ariel), cómo las emociones colectivas y especialmente el odio han movido las sociedades latinoamericanas en los últimos siglos hasta el presente, donde la polarización sigue siendo una marca distintiva de la región. Esta es una de la tesis que apunta en su nuevo libro, en el que analiza cómo las "emociones tristes han malogrado" gran parte de los proyectos y de las esperanzas de América Latina a lo largo de su historia. En el libro desarrolla diversas tesis hablando de la conquista de América, la huella de los Austrias y Borbonesen la colonia, la relación actual con España, los resentimientos del pasado, el caudillismoy la desigualdad.

"La herencia que recibimos los latinoamericanos de España es de doble vía: no solo América se transformó por los españoles, ellos se transformaron a su vez, y no solamente ellos sino también el resto de Europa, por la herencia que recibieron de América", escribe Villega en uno de los capítulos del libro. "Nuestra obsesión por el estatus y el reconocimiento es el resultado de un modelo de sociedad en el que la familia, la clase social, la religión y el honor están por encima del Estado, la igualdad ciudadana y los bienes públicos", sostiene el pensador.

¿Es un libro de historia o más bien un libro de sociología?

Es un libro escrito con una perspectiva sociológica, política y con una visión literaria. El libro es un ensayo, no un libro académico. Comienza con la conquista de América Latina, pero no es una historia lineal sino que refleja algunos periodos de su historia que son claves para entender el presente. Una de las hipótesis es que los latinoamericanos somos más españoles del barroco o españoles de la España clásica que los españoles actuales. Hay muchos rasgos mentales y materiales de esa época que permanecen en América Latina hoy. Por ejemplo, la repartición de la tierra, la desigualdad y jerarquización social, así como la importancia del estatus y de los títulos. Todo eso sigue presente en América Latina. A nivel mental se puede detectar en la autoridad y cómo nos vemos a nosotros mismos. En América Latina es muy importante aquello de “usted no sabe quién soy yo” y “usted quién se cree”, que se usa con frecuencia ante las autoridades. Eso es alguien muy propio de la España del barroco, la idea de que el cumplimiento de la ley tiene excepciones como son el rango social y el nivel económico. Es una concepción premoderna de la autoridad. Es verdad que en América Latina también hay muchos espacios modernos, pero conviven con espacios premodernos. América Latina es un continente de contrastes, encuentras espacios sociales similares a los que hay en Europa o Estados Unidos y otros similares a los que había en la colonia. Y de ahí viene la dificultad para comprenderlo.

¿Qué se hizo mal en las independencias de América Latina?

Después de la independencia, en muchos países hubo estados muy débiles incapaces de imponer un orden legítimo, lo cual causó una enorme inseguridad, sobre todo en el campo, lo que dio origen a los caudillos. América Latina es el continente de los caudillos. Surgieron de todos los pelajes y fueron un desastre. Los caudillos son los populistas del siglo XIX. No tenían una ideología política, lo que les interesaba era el culto a la personalidad y la concentración del poder. Ese Estado personalizado que ellos encarnaron impidió que se creara una burocracia moderna, técnica, racional, independiente, que es propia del Estado moderno. Por eso, en América Latina ha sido muy difícil la construcción de un estado racional y autónomo, que no cambie cuando cambian los gobiernos. En Brasil el estado está mucho más consolidado y es más independiente. Los brasileños se ahorraron muchas guerras porque la mayor parte del siglo XIX estuvieron bajo una monarquía estable. Por otro lado, los países latinoamericanos nunca fueron capaces de controlar la periferia. Controlaban los centros urbanos, pero como no había guerras internacionales nunca se preocuparon de proteger las fronteras. En Europa, un estado que no controlaba las fronteras era invadido. Las élites políticas nunca tuvieron interés de construir en la periferia, que ahora están controladas por el narcotráfico y durante años por las guerrillas y otros poderes mafiosos.

Es común en países latinoamericanos y especialmente en México culpar a España de buena parte de los males. ¿Por qué?

Buscar culpables es muy difícil porque si de eso se trata en realidad aparecen muchos culpables, y entonces hay que señalar también a las propias sociedades latinoamericanas. Los países latinoamericanos han sido víctimas de dogmatismo, del delirio, de la falta de ciencia y racionalidad para construir un estado y de la incapacidad para lograr consensos. Octavio Paz decía que el dogmatismo había producido más muertes que la viruela en América Latina. Existe la idea de alguna izquierda de buscar en el imperialismo de EEUU y antes de España todos los males. Yo no digo que sea totalmente falso. Es el problema de querer encontrar una solución que explique todo, que es lo que pretendía la visión histórica con dos versiones totalmente opuestas. La leyenda negra decía que todos nuestros males venían de España y de la conquista. En cambio, la leyenda dorada contaba que todo lo bueno que éramos venía de España. Por supuesto, ninguna de las dos versiones es cierta.

¿Cómo fue la huella de los Austrias y de los Borbones en América?

En América recibimos la herencia de los Austrias, que no era propiamente el absolutismo. La idea absolutista es que obedeces al margen de que la norma te parezca injusta. Eso en España nunca existió realmente. En España, no siempre, las autoridades negociaban el cumplimiento de la ley. En la monarquía pactista de los Austrias las cosas se negociaban y se acataban cuando parecían justas, eso viene de la escuela iusnaturalista de Salamanca, que decía que una norma era válida siempre y cuando fuera justa. Eso era ajeno a las teorías de Maquiavelo y al absolutismo francés. La tradición hispánica fue muy importante para la consolidación de los derechos. En el constitucionalismo latinoamericano está muy presente esta tradición, pero ha sido mucho más débil en la consolidación de los deberes. La idea del acatamiento de la autoridad y del deber es mucho más débil en buena parte por el despotismo y las tiranías, que han hecho que la gente desconfíe de las instituciones. En el absolutismo se inculcó una idea muy importante de los deberes y eso dio lugar a las revoluciones, incluida la Revolución Francesa, que introdujo los derechos. Uno de los desastres que dificulta todo en América Latina es la desconfianza, muy arraigada en nuestra cultura. Se desconfía del poder de forma sistemática, y eso explica por qué pasamos de la anomia y el desorden y saltamos al autoritarismo y a la tiranía sin pasar por la construcción de un Estado liberal intermedio.

La violencia se ha convertido en las últimas décadas en un sello propio de América Latina. El ensayista Jorge Orlando Melo decía que la violencia política en Colombia se ha convertido en regla y no en excepción. ¿Está de acuerdo?

Es una pregunta muy compleja. Es difícil explicar la violencia como una expresión ante la injusticia. Eso no quiere decir que la injusticia no incida en la explosión de la violencia. Pero no es una buena explicación. La violencia en América Latina no ha sido constante, ni siquiera en Colombia, como el propio Melo ha destacado al hablar del periodo que va desde finales del siglo XIX a 1930. La violencia contemporánea tiene mucho que ver con el narcotráfico. Primero fue solo Colombia, luego México, pero ahora se ha extendido a países que estaban al margen de este problema, como Chile, Ecuador y Argentina. América Latina es víctima de la política internacional del prohibicionismo, que comenzó en la administración de Nixon, hace sesenta años. Todos los estudios demuestran que es una política desastrosa. El consumo de drogas no cambiaría con la legalización, pero sí cambiarían la corrupción, la violencia y la degradación institucional. El consumo no se soluciona con represión, como todos sabemos. Y en eso hay una gran hipocresía de Estados Unidos y de Europa con América Latina. No tengo ninguna duda de que este problema se resolverá en algún momento.

Los procesos de integración de América Latina parecen haber fracasado. ¿Es un proyecto inviable?

En el libro hablo mucho del “arielismo”. “Ariel” fue un libro de José Enrique Rodó de principios del siglo XX en el que reclamaba la unidad latinoamericana. Yo creo en esa unidad latinoamericana. Uno de los motivos de que no funcione está en la falta de entendimiento de los latinoamericanos, que genera una debilidad política y económica, por eso es un continente olvidado, como explica el libro de Michael Reid. Las instituciones en América Latina son muy débiles. Una de las promesas del presidente Gustavo Petro es unir a los países de la región, sobre todo en el tema ecológico y en la lucha contra el narcotráfico. El problema es que en América Latina no hay políticas de estado sino de partido, cada gobierno se une con otros gobiernos del mismo color político.

¿Qué expectativas tiene ante la presidencia de Gustavo Petro?

Petro tiene en mente reformas que son necesarias, como la protección del medioambiente. Lo que pasa es que Petro es un político muy hábil e inteligente, pero tengo muchas dudas sobre la capacidad gerencial de Petro como jefe del Estado. No tiene un equipo técnico que le ayude a sacar adelante esas reformas. Quiere hacer la llamada “paz total”, acabar con el petróleo, y que Colombia sea un país turístico. También pretende crear un sistema educativo gratuito y universal, y reformar la sanidad y las pensiones. Son demasiados frentes al mismo tiempo. Me contentaría con que alguno de esos frentes fuera parcialmente exitoso. Me temo que por dar demasiadas batallas y tener demasiados enemigos se enrede y que le pase lo que a tantos dirigentes, que no hacen una autocrítica de su propio gobierno y echan la culpa a los otros, lo que conduce hacia una radicalización.