Rusia

Miedo al veneno ruso en el pueblo del agente Skripal

La localidad de Salisbury vive la tensión de la Guerra Fría. Especialistas en trajes aislantes recorren sus calles tras el envenenamiento del ex espía ruso y su hija en busca de pistas

Varios agentes en al cementerio de Salisbury en busca de pruebas por si su mujer Lyudmila y su hijo Alexander hubieran sido envenenados
Varios agentes en al cementerio de Salisbury en busca de pruebas por si su mujer Lyudmila y su hijo Alexander hubieran sido envenenadoslarazon

La localidad de Salisbury vive la tensión de la Guerra Fría. Especialistas en trajes aislantes recorren sus calles tras el envenenamiento del ex espía ruso y su hija en busca de pistas.

Domingo 4 de marzo. El tiempo está desapacible y son pocas las personas que andan por el centro de Salisbury, una pequeña ciudad situada al sur de Inglaterra. A las 16.03 horas, Freya, de 27 años, sale de Sanpfitnes. El gimnasio donde trabaja está en un pequeño callejón que une la plaza con el centro comercial Maltings. En un banco hay dos personas que llaman su atención. Se trata de un hombre y una joven. Ella está desmayada. Él mira inexpresivamente hacia el cielo. Sus manos se mueven como si estuvieran en trance. En la zona, hay un aparcamiento subterráneo frecuentado por drogadictos y gente sin hogar. Freya cree que son dos más que han debido de tomar algo «realmente fuerte». Pasa de largo.

Minutos más tarde, un joven llamado Jamie se dirige al mismo gimnasio y se topa con la misma pareja. Para entonces, ella está echando espuma por la boca y él está completamente rígido con los ojos abiertos, pero en blanco. Ninguno de los dos es vagabundo. Se trata de Sergei Skripal, de 66 años, ex agente de la KGB condenado en Rusia por alta traición, y su hija, Yulia, de 33 años, que le había ido a visitar por su cumpleaños. Al cierre de esta edición, ambos seguían debatiéndose entre la vida y la muerte en el hospital tras confirmarse que han sido envenenados por un agente nervioso. Los más conocidos son VX y sarin.

El Gobierno británico asegura que se trata de un intento de asesinato «descarado» y «peligroso». El Kremlin se lava las manos. Pero si finalmente se confirma que Rusia está detrás del ataque –como todo apunta–, sería el primer caso conocido en el que Moscú intenta acabar con la vida de uno de los protagonistas del mayor intercambio de espías desde la Guerra Fría. Se trataría también de la primera vez que el Kremlin atenta contra la seguridad de uno de los descendientes del objetivo, desde que el hijo de León Trotsky fuera asesinado en 1937 en la gran purga de Stalin.

Los vecinos de Salisbury no salen de su asombro. La pequeña ciudad, conocida hasta ahora por su catedral gótica, ha sido tomada por agentes y científicos del Centro de Radiación, Químicos y Peligros Medioambientales. Las calles por las que Skripal y su hija pasearon el domingo pasado están todavía acordonadas. Y, cada día, expertos ataviados con equipos especiales que recuerdan a la película E.T. examinan el banco donde fueron hallados inconscientes. «Estamos muy intranquilos», asegura Hillary. «La Policía no da información, pero la Prensa dice que han podido ser envenenados con sustancias como las que se emplean en Siria. No sabemos lo letal que puede llegar a ser una gota. Yo estoy jubilada, pero los padres de los colegios de la zona están preocupados por sus hijos y entiendo que algunos decidan no llevarles hasta que se aclare la situación», matiza. Los comercios permanecen cerrados y los puestos de comida y flores que normalmente están pegados al río Avon han tenido que ser reubicados a otros puntos menos transitados. «A mí más que los productos químicos me preocupa cómo voy a pagar el alquiler al fin de mes y dar de comer a mis hijos», explica uno de los vendedores ambulantes.

Alrededor de una veintena de personas han tenido que ser atendidas hasta la fecha en el hospital. Tanto los servicios médicos que acudieron a socorrer a las víctimas, como la Policía y aquellos ciudadanos anónimos que pasaron cerca de ellos. Al cierre de esta edición, uno de los agentes continuaba en estado grave, aunque consciente.

Las cámaras de seguridad grabaron a un hombre y una mujer con un gran bolso cruzando el callejón próximo al banco donde el ruso y su hija fueron encontrados. El pasadizo une el restaurante italiano Zizzi, donde comieron, con el pub The Mills, adonde acudieron luego a tomar una copa. Skripal se impacientó mucho por la tardanza en la que le sirvieron su risotto. Pero los vecinos descartan que fuera enveneado allí ya que la cocina está abierta al público. En cualquier caso, tanto el restaurante como el pub se encuentran ahora precintados, así como el domicilio y el BMW del ex espía.

Lo cierto es que quien quisiera atentar contra él lo tenía muy fácil. Desde que se mudó a Inglaterra en 2010 tras ser indultado por el Gobierno ruso, Skripal llevaba una vida tranquila frecuentando siempre los mismos sitios. Uno de ellos era el Salisbury's Railway Social Club, donde pasaba los domingos viendo las carreras de caballos. Antiguamente, el centro era sólo para los trabajadores del ferrocarril. Pero ahora puede acudir cualquiera que sea invitado por uno de los socios. «Nos hemos quedado perplejos», asegura Billy, uno de los miembros. «Yo personalmente no lo conocía porque somos más de 700 y no siempre venimos todos los mismos días. El hecho de que fuera ruso no llamaba la atención. Ésta es una ciudad muy multicultural. Hay muchos iraníes y personas de Europa del Este. Los que le frecuentaban dicen que era un tipo normal que nunca había dado problemas. En alguna ocasión dijo que había estado en el ejército, pero poco más. Lo que nos extraña ahora es que utilizara su verdadero nombre», matiza. En efecto, el ex espía no cambió de identidad. De hecho, aparece su nombre y apellido en los registros del club del pasado mes de octubre, cuando fue aceptado como miembro tras ser recomendado por otro socio, Ross Cassidy, un inglés de 61 años que había sido su antiguo vecino. El 12 de agosto de 2011, Skripal compró por 350.000 libras (425.000 euros), una casa de cuatro habitaciones sin hipoteca en un acomodado complejo residencial a las afueras de la ciudad. Se mudó allí con sus dos hijos y su mujer, Lyudmila, que murió un año más tarde, a los 59 años, por un cáncer, según su certificado de defunción. Su hijo Alexandr, de 43 años, también falleció el año pasado. Aunque los informes sugieren que fue en un accidente automovilístico, la persona que limpiaba en casa asegura que sufría de problemas hepáticos. Ambas muertes son analizadas ahora también como parte de la investigación. De hecho, varios especialistas con trajes especiales estuvieron ayer varias horas analizando las dos tumbas. Por su parte, aunque su hija se mudó hace años a Moscú, visita a su padre con frecuencia.

«Esto está siendo un poco locura», asegura uno de los vecinos, que recuerda al ex espía como un «hombre muy tranquilo». «Está claro que nunca conoces del todo a quien vive al otro lado», señala. «Está todo precintado y cada vez que sales o entras de tu propia casa tienes que dar tus datos a la Policía. Claro que llama la atención verles ataviados con esos trajes de seguridad. Pero si estuviéramos en riesgo ya nos habrían desalojado», añade. El intento de asesinato en suelo británico se convierte ahora en un problema para la «premier» Theresa May, con grandes implicaciones diplomáticas si finalmente se demuestra que detrás está Moscú.

El caso guarda grandes similitudes con el del antiguo agente Alexander Litvinenko, envenenado en 2006 en Londres con la sustancia radiactiva Polonio-2010. El veneno estaba en una taza de té que tomó en el hotel Millenium, mientras estaba reunido con los rusos Andrei Lugovoi y Dmitri Kovtun. Falleció tras 23 días de dolorosa agonía. Una investigación dirigida por Sir Robert Owen concluyó en 2016 que el asesinato fue ordenado por el Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB) y «posiblemente aprobado» por el presidente Putin.