Jerusalén
Netanyahu renace de sus cenizas
El líder del Likud se impone ante los laboristas y abre una ronda de contactos para forjar un Gobierno conservador. Los partidos árabes se convierten en la tercera fuerza de Israel.
Contra los pronósticos de las encuestas, finalmente Benjamin Netanyahu logró el martes una victoria contundente y se convertirá así en el primer ministro de la historia de Israel con más años en el poder cuando haya finalizado su cuarta legislatura. La distribución de los escaños tras las elecciones le permitirá forjar un Gobierno de coalición con 66 de los 120 diputados del Parlamento, una mayoría que otorgará estabilidad al nuevo Ejecutivo al ser bastante homogéneo. «Agradezco al pueblo haber confiado en mí, habernos dado esta victoria», señaló Netanyahu ayer junto al Muro de las Lamentaciones, el santuario judío, entre cuyas piedras colocó un papel. «Trabajaremos para todos los ciudadanos de Israel», dijo.
El nuevo Gobierno, que estará formado en dos o tres semanas, tan rápido como sea posible, según dijo Netanyahu, incluirá una alianza entre el Likud, el partido de Netanyahu (30 escaños), los partidos ultraortodoxos Shas y Judaísmo Unificado de la Torá (7 cada uno), el partido de la derecha nacionalista Hogar Judío (con 8) y seguramente Kulanu, liderado por Moshe Kahlon (con 10), quien formó parte del Gobierno anterior, ejerciendo de exitoso ministro de Comunicaciones hasta que abandonó las filas del Likud por desacuerdo con su política socioeconómica. Durante la campaña, Kahlon no descartó en ningún momento la posiblidad de formar una coalición con el laborista Isaac Hertzog si éste ganaba las elecciones. Ayer, en cambio, aclaró que las diferencias con Netanyahu «nunca fueron personales» y que «lograremos salvarlas».
El líder laborista derrotado no cayó en el pesimismo: «El público espera que sigamos guiando a este importante campo, que levantemos la cabeza, que marchemos por nuestro camino sin disculparnos y sin bajar banderas», dijo Hertzog. «El cambio vendrá. El día llegará». El laborista recalcó que, en estos momentos, la única opción realista es la oposición. Su «número dos», Tzipi Livni, habló en términos similares: «A todos los ciudadanos que creen que se ha perdido la esperanza, yo les digo que no, que aún no se ha concretado, pero que debemos seguir representándola».
Más allá de la formación de la nueva coalición, hay varios datos que vale la pena destacar al analizar el resultado real de la votación. El Likud pasó de 18 diputados en la legislatura saliente a 30, un aumento muy considerable que le da un gran margen de maniobra también dentro de su propia coalición, en la que todos los demás partidos son mucho menores. Esto podría eventualmente permitirle avanzar en la relación con los palestinos y adoptar una línea más moderada que la mantenida durante la campaña electoral.
Otro gran resultado fue el cosechado por la Lista Unificada de los tres partidos árabes y el Partido Comunista, que siempre fue de árabes y judíos, al convertirse en la tercera fuerza política de Israel. De once diputados en la legislatura saliente pasaron a tener 14. Los partidos ultraortodoxos han perdido peso, al bajar de 18 a 14 diputados. Y aunque la Unión Sionista no logró concretar el sueño del cambio, aumentó considerablemente su peso parlamentario, comparado con la presencia laborista en la legislatura saliente.
Saeb Erekat, representante de la Autoridad Nacional Palestina, dijo ayer que con la victoria de la derecha «Netanyahu forma un Gobierno con colonos, colonos y más colonos, que no será nuestro socio para un proceso de paz». La gran pregunta es si Netanyahu continuará con la línea de tinte nacionalista que adoptó durante la campaña, declaradamente opuesta a un Estado palestino –a diferencia de lo que fue antes su política oficial– o buscará una fórmula que permita reanudar las negociaciones con los palestinos. Sin duda, tendrá que lidiar con la fuerte presión internacional en este sentido, que también le intentará impedir que amplíe los asentamientos. A ello se suma la problemática relación que ha desarrollado con la Administración norteamericana del presidente Barack Obama, importante sin duda también en lo relacionado a la amenaza del programa nuclear de Irán, un tema recurrente en la agenda de Netanyahu, aunque no ha hablado de ello desde las elecciones. Pero el primer ministro no podrá desatender la agenda socioeconómica interna por la carestía de vida, la crisis de la vivienda y las crecientes diferencias sociales.
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