Nicaragua

Nicaragua, de débil democracia a dictadura violenta

Daniel Ortega y el sandinismo, atrapados en un callejón sin salida después de una sangrienta represión que dura ya más de cien días y tiene en la Iglesia su principal objetivo. Al menos 448 personas han perdido la vida y otras 595 están desaparecidas

Marcha en apoyo a la Iglesia católica en Managua
Marcha en apoyo a la Iglesia católica en Managualarazon

Daniel Ortega y el sandinismo, atrapados en un callejón sin salida después de una sangrienta represión que dura ya más de cien días y tiene en la Iglesia su principal objetivo. Al menos 448 personas han perdido la vida y otras 595 están desaparecidas

Nicaragua ha llegado a a los primeros 100 días de su crisis más sangrienta desde la década de 1980, con 448 muertos y 2.830 heridos, en su mayoría civiles, y con una economía con expectativas a la baja. El panorama es desolador, pero también demuestra que otrora líderes guerrilleros, como Daniel Ortega, pueden transformar democracias débiles en dictaduras constitucionales, y perpetuarse en el poder, sin que se les descoloque la boina del Che. Desgraciadamente, el sandinista es la prueba viviente de que el continente no aprende de sus errores, y de que la comunidad internacional, empezando por la OEA, solo actúa por intereses, y con escasas consecuencias. Venezuela y Nicaragua son los casos más dramáticos, primos de la codicia y represión.

En el caso del país centroamericano, desde el 18 de abril hasta la fecha, las protestas contra el régimen han dejado 448 muertos, 2.830 heridos, de ellos, 72 con lesiones permanentes, 595 desaparecidos, cientos de detenidos y decenas de procesados, según el último informe divulgado este fin de semana por la no gubernamental Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH). Según Álvaro Leiva, secretario ejecutivo de ANPDH, la mayoría de muertes y secuestros son ejecutados por las fuerzas paramilitares –y las juventudes sandinistas–, quienes buscan sembrar el terror entre la población para frenar las protestas.

Por su parte el líder estudiantil Lester Alemán, apenas reconocible con una máscara que tapa su rostro durante un concierto de música de protesta celebrado al sur de la capital, Managua, afirma: “Son más de cien días en los que hemos librado luchas y devuelto la esperanza de este país para ser libre, el centenar es solo una fecha. La batalla continua”.

La violencia en Nicaragua tiene múltiples rostros. Uno de ellos es la furia contra la Iglesia católica. Paradójicamente, la curia desempeña un papel de mediación entre el Gobierno sandinista de Ortega y los disconformes, quienes exigen su renuncia y el regreso a una real democracia en el país pero al mismo tiempo. Sin embargo junto con los estudiantes, se han convertido en “La Bestia Negra” del régimen. Muchos de estos sacerdotes llegaron como misioneros para luchar contra la pobreza y otros males endémicos que asolan Nicaragua, aunque ahora atrapados entre dos frentes, han decidido tomar partido por lo más débiles. Recuerdan a esos sacerdotes “villeros” –favelas de Buenos Aires- que se enfrentaron a la dictadura argentina -años 70-, o aquellos curas que, finalmente, encararon a los terratenientes y explotadores en Paraguay y Colombia que subyugaban a los pueblos indígenas en los 80. Hasta ahora, se echa en falta un papel más protagónico del Papa Francisco, sumamente respetado en un país donde el 70% de la población, son católicos y practicantes.

Por todo esto, la institución está cada vez más señalada por Ortega y sus partidarios, reviviendo las fuertes hostilidades entre la base sandinista y la jerarquía eclesiástica acontecidas en la década de 1980. Esta vez con el presidente devenido como el dictador de turno. Y contradice una especie de tregua tensa, cuando el comandante guerrillero que se asoció con la formación de derecha del país, había formado, también, una especie de alianza con los obispos que en su día fueron críticos con su movimiento. Esa paz se ha roto.

En abril, el presidente pidió a la Iglesia que mediase en las conversaciones de paz. Pero el diálogo se colapsó rápidamente cuando quedó claro que no adelantaría las elecciones previstas para 2021. Una salida pacifica no parece posible.