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Testimonios

Nir Oz, el kibutz que resiste entre la memoria y la esperanza

Supervivientes de la masacre de Hamás relatan el dolor, la espera y la política que define su destino

El comedor del kibutz Nir Oz atacado por Hamás el 7 de octubre de 2023 Maya Siminovich

«Braja Levinson, una señora mayor, murió en esta casa el 7 de octubre», dice Pablo Roitman señalando una modesta construcción semiderruida del kibutz Nir Oz, fronterizo con Gaza. «Una de sus nietas estaba paseando con su novio en Japón; a las siete menos cuarto de la mañana en Israel, que en Japón era el mediodía o así, recibió una notificación de su abuela en Facebook, que había subido un vídeo. Abre el vídeo y era del terrorista que había disparado a Braja: abrió su teléfono, grabó un vídeo en el que Braja, malherida, se estaba muriendo, desangrada, y lo subió a Facebook. Eso fue lo que vio su nieta en Japón. Este es uno de los barrios que atacaron primero, donde vivía la gente mayor».

La siguiente casa, medio quemada y con las paredes destruidas, pertenecía a Said y Adina. «Ellos, una pareja de unos ochenta años, se encerraron en el cuarto de seguridad. Said fue tiroteado y malherido. Los terroristas encontraron una ventana y siguieron disparando hasta matarlo. A Adina se la llevaron a Gaza, luego saquearon la casa y la quemaron». Pablo habla con un tono puramente informativo, aunque sus ojos celestes no dicen lo mismo. Así, el ingeniero que decidió volver a sus orígenes y dedicarse a la agricultura en los últimos años, llega a la casa donde su madre, Ofelia, fue secuestrada.

Recuerda que el ataque del 7 de octubre, que arrastró a Israel a la guerra actual, comenzó a las 6:28 de la mañana, cuando fueron lanzados miles de misiles desde Gaza para confundir a las defensas aéreas, mientras cientos de atacantes entraban por el portón norte del kibutz. «Como tenían mapas y sabían a dónde iban, se dirigieron en primer lugar a la casa del jefe de la guardia local», explica. «Es un grupo de civiles, no muchos, cuya tarea es proteger a la comunidad hasta que llegue el ejército, que suele tardar entre cinco y quince minutos. Ese día mataron al jefe de la guardia local, y las pocas personas que quedaban no pudieron hacer nada contra cientos de terroristas». Las fuerzas de seguridad no llegaron hasta nueve horas después.

Pablo Roitman, originario del kibutz Nir Oz, una de las comunidades fronterizas con Gaza que fueron atacadas el 7 de octubre de 2023Maya Siminovich

«Mi mamá estaba sola, se fue al cuarto seguro, como siempre hacía; aquí estábamos acostumbrados a los misiles», lamenta Pablo. Él vive en otra comunidad cercana donde también intentaron atacar, pero allí la guardia local opuso resistencia. «Por teléfono mi mamá me dijo que rompieron un vidrio de su casa. Le pedí que estuviera en silencio, que apagara las luces y la televisión, pero se la llevaron. Ella intentó impedirles la entrada agarrando el picaporte, recibió un tiro en el brazo. Entraron unos cinco terroristas. El primero se sacó el cordón del zapato, le hizo un torniquete y se la llevaron en un tractor robado del kibutz. Le trataron el brazo en Gaza; estuvo sola en un cuarto a oscuras durante los 53 días de su cautiverio, con muy poca comida: una pita por la mañana y por la noche una tacita de arroz». Ofelia estuvo recluida en una casa de la Yihad Islámica y fue liberada en los acuerdos de noviembre de 2023, junto con un centenar de personas más.

De las 220 casas de Nir Oz, los atacantes solo no entraron en seis. De los 251 secuestrados en total, 77 eran vecinos del kibutz, y de los 48 que siguen en Gaza, nueve pertenecen a Nir Oz, cinco de ellos ya han sido confirmados muertos.

Esther Mikanowski junto a su "Bonita"Maya Siminiovich

Sobre el acuerdo de alto el fuego en ciernes, Pablo opina que, comparado con intentos previos, «esta vez es súper diferente porque Trump está dentro. Por lo que sea —unos dicen que por el Nobel de la Paz, otros porque le importa de verdad—, da igual. Los países árabes, menos Irán, están a favor, y eso presiona tanto a Israel, que hay que presionar al gobierno israelí, que es una lástima, pero así es, y también a Hamás. Lo único que le queda a Hamás son los rehenes, y espero que no juegue más con eso. Estamos muy esperanzados».

Quien no recuerda todo lo sucedido aquel 7 de octubre es Esther Mikanowski, del kibutz Ein Ashloshá. «Tengo lagunas de memoria, pero mi psicóloga me ayuda a recordar. Poco a poco voy recordando más cosas de ese día, también recuerdos buenos de Silvia, no solo la ausencia».

Silvia era su hermana mayor. Vivía unas casas más allá y, cuando no respondió al teléfono, Esther supo que ya no estaba con vida. Como todos los demás, entró al cuarto seguro cuando comenzaron a sonar las sirenas de los misiles. «Oía ruidos de gente extraña fuera de mi casa, sentí pasos sobre el tejado, y fue mi perra Bonita quien me salvó. Acercó su hocico a la puerta y ladró mucho. Creo que eso los hizo desistir de entrar; se dice que a los árabes les dan miedo los perros, tal vez pensaron que solo había un perro peligroso en la casa», especula.

La casa quemada es de Miri y Amitai Ben Zvi en el kibutz Nir OzMaya Siminovich

Respecto a los momentos críticos que vive el país, Esther lamenta la hostilidad internacional y describe la situación política como “nada halagüeña”. Afirma que el gobierno de Benjamin Netanyahu está «integrado por dos terroristas: Ben Gvir y Smotrich, que saben que si se declara la paz, ellos se quedan sin gobierno», en referencia a los ministros de Seguridad Interior y Finanzas, de partidos de extrema derecha. «Entonces Netanyahu se baja los pantalones y hace lo que ellos quieren. El que no está dejando que eso pase es Trump, que quiere el premio Nobel. En esas estamos. La guerra sigue en Gaza; oímos explosiones todo el tiempo, incluso ahora que dijeron que paraban con la ofensiva».