
Agricultura
La sequía obliga a Marruecos a importar grandes cantidades de trigo
Francia es el país que más vende cereal a Rabat

Las lluvias tardías de primavera habían reavivado una tenue esperanza entre los agricultores marroquíes. Pero para los cereales, el cultivo estrella del país, la temporada ya estaba comprometida. "Las cifras actuales confirman una realidad implacable: Marruecos sigue dependiendo en gran medida de las importaciones para garantizar su seguridad alimentaria, a pesar de una relativa desaceleración al inicio de la campaña 2025/2026", escribe el diario Les Inspirations Eco en su edición del 6 de octubre.
La escasez de agua nunca ha afectado tanto a la agricultura nacional. Años consecutivos de sequía han debilitado profundamente la producción local de cereales, obligando al Reino a mantener volúmenes de importación masivos. Entre junio y septiembre de 2025, el país importó 3,89 millones de toneladas de cereales, una disminución del 7 % en comparación con el mismo período del año anterior, según la Federación Nacional de Comerciantes de Cereales y Legumbres (FNCL).
Tras este descenso general se esconden tendencias muy contradictorias. El trigo duro experimentó un espectacular aumento (+74%), alcanzando casi las 390.000 toneladas. El trigo blando, que sigue siendo el principal cereal importado, cayó un 12%, hasta alrededor de 1,5 millones de toneladas. El trigo forrajero aumentó un 81%, mientras que el maíz continuó creciendo (+10%), impulsado por las persistentes necesidades del sector avícola. Por el contrario, la cebada se desplomó un 69%, consecuencia directa de la disminución del número de cabezas de ganado y la menor demanda de los ganaderos.
"La tendencia no es más favorable para los productos derivados, cuyas importaciones cayeron un 21% durante el período, hasta las 687.000 toneladas", subraya "Les Inspirations Eco" . La pulpa de remolacha (-45%), el salvado de trigo (-48%) y la cáscara de soja (-28%) reflejan la disminución de la actividad en ciertos sectores ganaderos. Sin embargo, ciertos insumos están experimentando un verdadero auge: la harina de colza aumentó un 152% y la alfalfa casi se duplicó (+116%), lo que ilustra la adaptabilidad de los operadores que priorizan los insumos más competitivos del mercado global.
Durante los nueve primeros meses de 2025, Marruecos importó un total de 7,87 millones de toneladas de cereales, un volumen prácticamente estable (-2%) en comparación con 2024. El trigo duro continuó creciendo (+22%), el maíz aumentó (+10%), mientras que la cebada continuó disminuyendo (-51%). En cuanto a productos derivados, las importaciones alcanzaron los 1,96 millones de toneladas, un 9% más, impulsadas en particular por la pulpa de remolacha (+45%) y la harina de colza (+193%).
A pesar de estos grandes volúmenes, Marruecos logra mantener un suministro regular y precios relativamente estables. Las entregas de trigo blando se acercan a las 450.000 toneladas mensuales, lo que garantiza la continuidad de las existencias.
"Nos encontramos en un contexto global favorable, gracias a las buenas cosechas en el hemisferio norte. La importante disponibilidad nos permite abastecer los mercados a niveles razonables", explica Omar Yacoubi, presidente de FNCL, citado por Les Inspirations Eco . El mercado francés, en particular, sigue siendo un proveedor importante, con precios en torno a los 200 euros por tonelada, muy por debajo del umbral de restitución establecido por las autoridades.
Para evitar cualquier interrupción, la Oficina Nacional Interprofesional de Cereales y Legumbres (ONICL) ha reforzado su mecanismo de almacenamiento. Ocho millones de quintales están ahora sujetos a almacenamiento remunerado, financiado por el Estado, al que se han adherido en gran medida los importadores. Este mecanismo busca garantizar el equivalente a dos meses de consumo nacional en existencias estratégicas. Si bien las previsiones para los próximos meses siguen siendo inciertas, debido a las variaciones del consumo y las fluctuaciones internacionales, las señales son, en general, positivas.
Marruecos, sin embargo, sigue caminando sobre la cuerda floja: su dependencia estructural de las importaciones subraya la urgencia de una reflexión profunda sobre la resiliencia de su agricultura frente al cambio climático.
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