Italia
Nuevo tiempo político
Finalmente, tras más de diez semanas de tiras y aflojas, ya hay acuerdo en Italia para conformar el Ejecutivo número 65 de la historia de la I República italiana. Lo han hecho a través de un extenso texto (cuarenta páginas) donde se dan a conocer las claves fundamentales del pacto de gobierno. Quizá lo que más llama la atención es la creación de una especie de «comité» paralelo que se encargará de supervisar el cumplimiento del acuerdo, comité por cierto de muy difícil encaje (por no decir imposible) en la Constitución italiana. Respecto a las cuestiones que más preocupaban a las autoridades comunitarias respecto al borrador que se filtró el lunes, lo más importante es que se renuncia, al menos de momento, a una posible salida de la moneda única. También dejan de lado la posible condonación de una parte de la deuda pública, a sabiendas de que el BCE no iba a permitirlo de ningún modo, como tampoco lo hizo en su momento con Grecia o Portugal. Como era de esperar, uno de los capítulos más duros es el referido a la inmigración, ya que se rechaza frontalmente el acuerdo comunitario por el cual los solicitantes de asilo deben ser procesados según las normas del Estado comunitario al que acaban de llegar. Más importante es la imposición de que los refugiados sean distribuidos de inmediato por todo el territorio comunitario. Italia lleva, desde la Primavera Árabe, sufriendo constantes llegadas a sus costas de libios, sirios y subsaharianos, fundamentalmente. Algo que, por otra parte, entronca de lleno con un compromiso de revisión de los diferentes tratados europeos (Maastricht, Schengen, Lisboa) y que en definitiva viene a dejar claro que Italia piensa posicionarse como un país fuera de la ortodoxia comunitaria aunque de momento sin permitir que los mercados se alteren más de lo necesario.
Pero será difícil que ni los mercados ni las instituciones comunitarias sufran dicha alteración cuando vean que el acuerdo exigirá el pago de 780 euros al mes para todas aquellas personas que vivan por debajo del umbral de pobreza. Todo ello supondría un alto coste para las arcas de un Estado que aún puede tener que desembolsar una elevada suma para sanear un sector financiero plagado de créditos morosos (alrededor de 350.000 millones de euros) y que tiene que hacer frente a la segunda deuda más importante de la eurozona después de Grecia: nada más y nada menos que el 132,5% de su Producto Interior Bruto.
¿Cómo pretende conseguir el nuevo gobierno este dinero que ahora no tiene? Entre otras cosas, persiguiendo el fraude fiscal; introduciendo un impuesto a tanto alzado, aunque el tipo todavía no se ha concretado; o reduciendo el número de diputados y senadores, seguramente punto de partida de la reducción de unos políticos tan excesivos en número como demasiado bien pagados y altísimamente incompetentes en su mayoría. Por lo que se refiere a la política exterior, los nuevos socios de gobierno pasan a convertirse en aliados directos de Rusia, lo que levantará auténticas ampollas en un país fundamental dentro de la estructura defensiva del sistema occidental y que rompe con la tradición de la mayor parte de los ejecutivos italianos (particularmente los democristianos y de centro derecha).
Lo cierto es que el acuerdo resulta, en conjunto, más razonable de lo que se esperaba, pero al mismo tiempo difícilmente realizable. Tiene un guiño claro hacia el empresariado, que es la renuncia a derogar la reforma laboral de Matteo Renzi. En cualquier caso, ahora toca esperar a conocer la reacción del presidente Sergio Mattarella a este acuerdo, que es quien goza de la prerrogativa constitucional de encargar formar gobierno o, por el contrario, convocar elecciones anticipadas o buscar otra alternativa de gobierno. Y, en el medio de todo ello, el nombre de un primer ministro que sigue sin decidirse, confirmando que éste es el principal punto de discrepancia entre ambas formaciones.
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