Acuerdo del grano
El otro enfrentamiento en el mar Negro: el Kremlin no dará marcha atrás
Por el momento, no hay otra solución que centrarse en las rutas alternativas para exportar el grano de Ucrania
Rusia ha hecho lo que se esperaba de ella desde hacía tiempo: retirarse del «acuerdo sobre cereales», o «iniciativa sobre cereales del Mar Negro», firmado hace aproximadamente un año en Estambul. Muchos observadores insistieron en que el acuerdo tenía una importancia crucial para los países más pobres del mundo, pero en realidad sólo el 3% del grano entregado fue a parar a naciones de renta baja, mientras que España sola recibió seis veces más suministros que todos estos países juntos, lo que supone alrededor de la mitad de todo el grano ucraniano enviado a la Unión Europea. El colapso del acuerdo no socavará la seguridad alimentaria mundial: para sustituir el maíz que se exportaba desde Ucrania (suponía aproximadamente el 50% de todos los suministros), el mundo debería disminuir la producción de bioetanol en torno a un 15%, mientras que el trigo y el aceite de girasol podrían salir de Ucrania utilizando las conexiones ferroviarias europeas.
Lo que me preocupa mucho más es la seguridad internacional que podría verse gravemente dañada con el colapso del acuerdo.
Francamente, era el único acuerdo firmado por Rusia con cualquiera de los países implicados desde el comienzo de la guerra. Moscú se retiró, como de costumbre, citando las condiciones que nunca se incorporaron formalmente al acuerdo que ha firmado: nadie prometió a Moscú ni reabrir un oleoducto de amoníaco de Togliatti a Odesa ni reanudar las operaciones de compensación SWIFT con Rosselkhozbank, que ha sido gestionado por Dmitriy Patrushev, el hijo del secretario del Consejo de Seguridad, y su novia Oksana Lut, antes de que se convirtieran en ministro y viceministra de Agricultura (el presidente Putin ha insistido especialmente en este movimiento como condición para permanecer en el acuerdo).
Pero al estar fuera del tratado, Rusia ya ha anunciado que considerará objetivos militares todos los buques comerciales que se dirijan a puertos ucranianos, y ha advertido de los riesgos para la navegación en la parte noroccidental del Mar Negro. Ucrania respondió con la advertencia simétrica a todos los buques con destino a puertos rusos e instalaciones portuarias en los territorios ucranianos ocupados, y la navegación se detuvo el 21 de junio, con muchas pruebas que sugieren que los rusos no tienen intención de permitir que se reanude.
Los rusos atacaron almacenes y atracaderos portuarios ucranianos cruciales en Odesa, así como algunos puertos más pequeños en el bajo Donau, que se encuentran críticamente cerca de territorio rumano y que también podrían utilizarse para cargar mercancías que harían su travesía por los estrechos turcos en aguas territoriales rumanas y búlgaras. Aunque no se ha hundido ni atacado ni un solo buque, los rusos han dejado claro que pueden hacerlo. Si se tiene en cuenta que casi ningún buque ucraniano participaba en el comercio de cereales, mientras que la mayor parte de la carga era transportada por cargueros griegos o buques registrados en Liberia, Hong Kong u otras jurisdicciones extraterritoriales, cualquier daño causado provocaría enormes tensiones internacionales, ya que las acciones de Rusia violarían muchos de los requisitos de los acuerdos de San Remo.
No fue una sorpresa que Ucrania pidiera inmediatamente que se reuniera el recién creado Consejo Ucrania-OTAN, pero su sesión del 27 de julio no produjo resultados visibles, salvo declaraciones de apoyo a Kyiv y el respaldo a los intentos de Turquía de reanudar las negociaciones con Moscú (por supuesto, las propuestas más radicales que se habían expresado en los últimos días, como las relativas a la escolta de los buques comerciales con armadas de la OTAN, no se tuvieron en cuenta). Al mismo tiempo, muchas naciones europeas reiteraron su intención de no suavizar las sanciones rusas bajo casi ninguna circunstancia, lo que hace que la situación sea aún más dramática.
Hay pocas dudas de que, en este caso, el Kremlin no dará marcha atrás. Actualmente, Turquía tiene pocas cartas que jugar para seducir a Moscú para que vuelva a la mesa de negociaciones. Europa, teniendo en cuenta la postura de los países centroeuropeos, no tiene casi nada que ofrecer. Estados Unidos no intervendrá para evitar un enfrentamiento directo. El envío de más buques de reconocimiento a la zona tampoco puede ser una solución, pero hará más probables los posibles accidentes, ya que los buques de la marina rusa se alejan actualmente hasta unas cien millas náuticas de los estrechos. Por lo tanto, parece que no hay otra solución en estos momentos que centrarse en rutas alternativas para exportar el grano de Ucrania.
El paso más importante en este sentido sería levantar el embargo europeo a la compra de alimentos ucranianos que se introdujo a principios de este año, al menos para 2023/24. Las exportaciones ucranianas en 12 meses suponen alrededor del 10% de la producción de trigo y centeno de la UE, y cerca del 15% de la mezcla de maíz y cereales. Teniendo en cuenta que alrededor de un tercio de las exportaciones (12 millones de toneladas) fueron consumidas por sólo dos Estados, China y Turquía, la tarea parece aún menos aventurada, ya que una parte del grano puede revenderse a estos compradores. Pero lo que es mucho más importante a largo plazo es la construcción de nuevos corredores ferroviarios de mercancías desde el suroeste de Ucrania, pasando por Moldavia, hasta Rumanía, Bulgaria y Estambul.
Yo diría que esto puede encajar bastante bien tanto en las intenciones de la UE de integrar a Ucrania y Moldavia en la Unión como con las de reanudar las conversaciones de admisión con Turquía. En lugar de seguirle el juego a Putin y construir centros de gas natural, Turquía podría financiar y construir un conector ferroviario entre Ucrania y su país, un proyecto que podría completarse en dos o tres años y revolucionar las conexiones entre las naciones de la costa occidental del Mar Negro. Mientras tanto, el puerto de Constanza puede desempeñar un papel crucial en la gestión de las exportaciones ucranianas, ya que su capacidad permite transportar al menos un tercio del volumen de éstas.
El desafío planteado por las acciones de Rusia debería dar lugar a una respuesta inmediata de Europa mediante la construcción de corredores de mercancías de categoría mundial en el sureste del continente, ya que parece que Ucrania y Moldavia no podrán depender de las rutas marítimas del Mar Negro durante años, si no décadas...
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