Corea del Norte
La diplomacia del deporte apacigua a las dos Coreas
Seúl recoge el guante lanzado por Pyongyang y propone una reunión el día 9 para que sus atletas participen en las Olimpiadas de Invierno
Seúl recoge el guante lanzado por Pyongyang y propone una reunión el día 9 para que sus atletas participen en las Olimpiadas de Invierno.
Una vez más, el deporte brinda la oportunidad de servir de elemento conciliador entre rivales. Ayer, Seúl recogió el testigo lanzado el día anterior por Pyongyang y propuso celebrar una reunión de «alto nivel» entre ambos países el 9 de enero con el objetivo de facilitar la participación de atletas norcoreanos en los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebrarán en febrero en PyeongChang.
El gesto de Corea del Sur respondía a la mano que tendió el líder norcoreano, Kim Jong Un, en su ya tradicional discurso del día de Año Nuevo en el que abogó porque ambos países se esforzaran por «rebajar la tensión militar en la Península coreana para crear un entorno pacífico». Esa sorprendente apertura al diálogo por parte de Pyongyang, que no se veía desde diciembre de 2015, empujó al presidente surcoreano, Moon Jae In, a pedir a su Gabinete que actuara de manera urgente para reactivar las conversaciones con su vecino del norte y propusiera fecha y lugar. Horas más tarde, su Gobierno ya tenía preparada la propuesta.
«Esperamos que ambas Coreas se sienten para discutir, de manera franca, la participación norcoreana en las olimpiadas y las formas de mejorar los lazos intercoreanos», dijo el ministro de Unificación surcoreano, Cho Myoung-gyon, quien añadió que Seúl está dispuesto a sostener diálogos con Pyongyang «en cualquier momento, lugar y formato». Cho indicó que si la reunión fragua, el punto de encuentro sería la aldea de la tregua de Panmunjon, un emplazamiento situado en la Zona Desmilitarizada y enclave donde se firmó el armisticio de 1953 entre ambas naciones.
La oferta de diálogo llega en un momento de gran tensión en la región después de que Corea del Norte haya realizado importantes avances en su programa armamentístico en un año en que se enfrentó en numerosas ocasiones con EE UU vertiéndose graves amenazas mutuamente. En 2017, el reino Ermitaño realizó su sexta y más potente prueba atómica, se autoproclamó Estado nuclear y logró obtener un misil intercontinental con capacidad de alcanzar territorio norteamericano. Esa supuesta nueva capacidad le otorga una aventajada posición que Kim tampoco dejó pasar por alto en su alocución, cuando destacó que en 2018 el país se centraría «en la producción masiva de ojivas nucleares y misiles balísticos».
A última hora de ayer, Corea del Norte todavía no se había pronunciado, pero si hay algo en lo que coinciden los expertos es que la aceptación de dicha invitación pasa por la suspensión de las maniobras militares conjuntas que Washington y Seúl realizan periódicamente y que este año coinciden con el evento deportivo. De hecho, con anterioridad a conocerse este acercamiento de Pyongyang, Moon ya había solicitado a su aliado norteamericano aplazar unos ejercicios que podían provocar al Norte al ser considerados por Kim como una práctica de invasión de su territorio.
Moon insistió en que la mejora de las relaciones intercoreanas pasa por el futuro del programa nuclear de Corea del Norte y la fuerte alianza que Seúl mantiene con Washington, a quien aseguró informaría sobre el contenido de las reuniones con Pyongyng. Pese a ello, para quien ha hecho de la vía diplomática la base de su política hacia el Norte, los comentarios de Kim son «una respuesta a nuestra propuesta de hacer de los Juegos una oportunidad pionera para mejorar las relaciones Sur-Norte y establecer la paz».
Queda por ver la reacción de Pyongyang a esta oferta y la de Donald Trump, quien puede considerar como una afrenta el carácter conciliador de Moon frente a su política de máxima presión contra Corea del Norte. El lunes, tras el discurso de Kim, Trump se quiso anotar un tanto argumentando que la apertura al diálogo por parte de Corea del Norte se debía a la efectividad de la presión que estaban ejerciendo las sanciones internacionales, una afirmación que han puesto en duda numerosos analistas. Como declaró a este diario Balbina Hwang, ex asesora especial en el Departamento de Estado, los castigos han estado vigentes durante más de 65 años y, sin embargo, «las sanciones por sí solas nunca harán que el régimen de Corea del Norte cambie sus ambiciones de obtener armas nucleares».
Ahora se espera que la resolución que la ONU aprobó para instar a los Estados a respetar una tregua olímpica durante los Juegos Olímpicos de Invierno de 2018 se mantenga y sirva de excusa para que ambos países rivales que están en guerra desde hace más de 65 años se sienten a negociar cuestiones más allá del envío de atletas de élite.
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