Política

Relaciones EEUU/Cuba

Testimonios para el final del embargo

El acuerdo entre Washington y La Habana divide a los cubanos a uno y otro lado del Estrecho de Florida. En lo que todos coinciden es que ya nada será igual

Las dos banderas. Javier Yáñez, vecino de La Habana, en el balcón de su casa ayer
Las dos banderas. Javier Yáñez, vecino de La Habana, en el balcón de su casa ayerlarazon

Desde La Habana

«El final del bloqueo no va a mejorar nuestras vidas»

Roberto de Jesús Guerra

LA HABANA- Según los portavoces castristas, este 17 de diciembre acabó el «embargo» comercial, económico y financiero que mantenía Estados Unidos contra Cuba desde 1962, lo que, según ellos, tenía paralizado al país y sumido en la pobreza al 70% de la población. Los castristas también afirman que «lo que queda del embargo es un cascarón, la mayoría de las sanciones han sido desmontadas».

Todas estas expectativas surgieron a raíz de que Barack Obama canjeara al contratista Alan Gross por tres espías de la Red Avispa, presos en EE UU, e iniciara una nueva política de relajamiento hacia Cuba. Pero las imágenes en la isla siguen siendo las mismas, las tiendas recaudadoras de divisas (TRD), negocios de los militares, siguen vendiendo en moneda convertible (peso que circula a la par de la moneda nacional). Las bodegas que venden productos por la cartilla de racionamiento están intactas. Sigue la dualidad monetaria. La represión contra trabajadores privados y las condenas y violaciones de los derechos de los activistas continúa. Los jóvenes persisten en la idea de marcharse del país. Las paradas del transporte público continúan repletas. Los mercados y agromercados están casi vacíos.

Para la gran mayoría de los cubanos consultados en la capital, la alegría del pueblo que ha mostrado la televisión oficial es sólo una propaganda política. El cubano de a pie no se ha salido a festejar. «No hay razones. No han desaparecido los Castro, que durante 56 años han abusado del pueblo con juicios ejemplarizantes, encarcelamiento y fusilamientos. Además, el régimen mantiene en la cárcel a entre 65.000 y 70.000 ciudadanos, la mayoría de raza negra, por haber robado alimentos», dice José Fernández Cabeza, uno de los líderes de Juventud Activa Cuba Unida (JACU), organización juvenil con sede en La Habana.

«Durante 56 años, los Castro nos han prohibido ejercer nuestros derechos, nos han impedido que comamos lo que realmente deseamos y han implantado el terror contra la población. Siempre culpando a Estados Unidos como el mayor responsable por mantener el embargo», añade José Fernández. Caridad Fernández Aguirre, de 68 años de edad, dice sin embargo que hay muchas razones para festejar: «Ya no escucharé más en la radio y en la televisión hablar de los héroes», comenta Fernández, quien se considera una revolucionaria. Esta anciana vive en un pequeño cuarto de 12 metros cuadrados en un local para albergados en el municipio Habana Vieja. Las condiciones son pésimas, la cama donde duerme parece un tablón de faquir. Vende cucuruchos de cacahuetes para sobrevivir. Con las ganancias puede subalimentarse, ya que su pensión es de unos seis dólares por mes. Hay cientos de personas en la capital que viven como Fernández ; unos recogen latas de refrescos y pomos de plástico para venderlos como materia prima. Aun viviendo en estas condiciones, continúan agradecidos a la «revolución de los Castro».

Adonis Torres, un joven que no pudo terminar sus estudios debido a la maltrecha economía de su familia, alega que tendrá que seguir sobornando a los policías para que le dejen vender frutas y viandas en una carretilla que empuja por varias calles del municipio Centro Habana. «Llevo ya más de tres años trabajando de manera ilegal. No puedo pagar los impuestos al Estado por lo altos que son. Entonces tengo que sobornar a inspectores y policías para que me dejen hacerlo; por eso, el levantamiento del bloqueo no va a mejorar nada mi vida, aparte de que lo considero una mentira, pues las tiendas están llenas de productos de varios países. Lo que quiero es reunir dinero para irme por cualquier vía», comenta.

Activistas y opositores se sienten traicionado por Barack Obama ante la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. El premio Sajarov 2010 a la Libertad de Conciencia Guillermo Fariñas señala sobre la decisión de Washington: «Desgraciadamente, la traición a los demócratas cubanos ya se consumó y no nos tuvieron en cuenta, pero debemos adaptarnos a los nuevos escenarios». Para Fariñas y otros líderes de la oposición cubana, los más de 8.000 arrestos arbitrarios cometidos por el régimen militar de Raúl Castro durante este año demuestran lo represivo de un régimen que no va a pasar de ser malo a bueno de un día para otro».

El ex prisionero Ángel Moya Acosta, del grupo de los 75, manifiesta que «la evidencia de que el régimen no va a cambiar es también los más de 250 arrestos ocurridos durante el 10 de diciembre, cuando el mundo festejaba el Día de los Derechos Humanos, algo que para los cubanos fue vedado».

Desde Miami

«Si se elimina la hostilidad, aquí gana el pueblo de Cuba»

Wilfredo Cancio Isla

MIAMI- La palabra que más retumba desde hace días en Miami entre un sector de exiliados cubanos renuentes a negociar con el régimen de Raúl Castro es «traición». El sorpresivo anuncio del presidente Obama el 17 de diciembre significó un viraje radical en la política hacia Cuba tras 53 años de hostilidad y desencuentros, y desató la ira de líderes polÍticos y empresariales, organizaciones, personalidades locales y residentes del sur de Florida en general, tradicionalmente afiliados a la llamada «línea dura» del exilio. Las referencias a esa «traición» de la Casa Blanca son constantes en el colectivo de exiliados, que lo conectan aún con la experiencia de Bahía de Cochinos de 1961, cuando el presidente John F. Kennedy no brindó el apoyo logístico y militar que esperaban los hombres de la Brigada 2506, protagonistas de la invasión armada que intentó derrocar la naciente revolución de Fidel Castro.

La decisión de Obama de iniciar un proceso de normalización de relaciones con Cuba ha sido un verdadero terremoto en este rincón de EE UU. Se trata de la decisión política de mayor impacto para el prolongado diferendo entre ambos países desde la ruptura de vínculos diplomáticos en 1961 y el establecimiento del embargo comercial en 1962. «El presidente le ha regalado un salvavidas al régimen de los hermanos Castro, es un acto vergonzoso», afirmó el senador cubanoamericano Marco Rubio, una de las figuras más influyentes en el Partido Republicano. Junto a los congresistas Ileana Ros-Lehtinen y Mario Díaz-Balart dio una rueda de prensa en la que repitieron las palabras «traición», «capitulación» e «indignante», flanqueados por familiares de los pilotos derribados por Migs cubanos en aguas internacionales en 1996, acción a la que aparece vinculado Gerardo Hernández Nordelo, uno de los tres espías devueltos a Cuba.

Nancy Pérez Crespo, periodista y promotora cultural, fundadora de Nueva Prensa Cubana, vive exiliada en Miami desde 1967. Asegura que «este anuncio es una ignominia perpetrada contra la dignidad de un pueblo errante, que pagó su cuota de sufrimientos y tributó sus muertos que, sin recato, hoy son ultrajados». «Tenemos que evitar que el poder en Washington nos humille y mucho menos que la tiranía castrista siga manejando hilos invisibles para perpetuar su constante manipulación», añade.

La indignación es enorme en un sector del exilio, pero la realidad de este Miami conmocionado es que, a diferencia de otros momentos de movilización general, hoy las opiniones están divididas. Una primera encuesta nacional –realizada tras el anuncio de Washington– reveló que un 48% de los cubanoamericanos rechaza un acercamiento con La Habana frente a un 44% que lo respalda. El sondeo de la firma Bendixen & Amandi International indicó que el apoyo a la decisión presidencial es mayoritario en edades de entre 18 y 50 años y decrece apenas a un 25% entre los de 65 años o más.

Las oleadas migratorias desde el éxodo del Mariel, en el verano de 1980, a la fecha han posibilitado un crecimiento demográfico en espiral del exilio cubano, a la vez que una renovación continua de sus vínculos con la isla. Sólo en la última década, el flujo ilegal de cubanos hacia Estados Unidos superó ampliamente los picos migratorios del Mariel, cuando 125.000 personas abandonaron el país, y de la crisis de los balseros de 1994, que marcó la partida de otros 35.000. Ya sea por vía marítima o a través de México y Canadá, unos 135.000 cubanos han podido asentarse en territorio norteamericano desde 2005, y eso sin contar las 20.000 visas de inmigrante que el Departamento de Estado concede anualmente a los residentes de la isla desde 1995. En total, 1,8 millones de cubanos viven actualmente en EE UU y de ellos 1,2 millones en el estado de Florida, concentrados principalmente en el condado de Miami-Dade. De la diáspora cubana, el pasado año se generaron 2.497 millones de dólares en remesas con destino a la isla y más de 569.232 pasajeros la visitaron.

La brecha no es sólo generacional, sino que está marcada también por la fecha de llegada a Estados Unidos. La paulatina diversificación de la emigración ha creado un mapa totalmente diferente en cuanto a formas de pensar y asumir la relación con su país de origen. El rechazo a la retórica propagandística y los estereotipos ideológicos que dejaron atrás ha generado entre muchos una actitud escéptica hacia la política, volcándolos hacia los nexos familiares y la búsqueda de una vida de oportunidades. Hugo Cancio, empresario y promotor musical, llegó a EE UU en el éxodo del Mariel. Ahora también tiene oficina en La Habana. «Esta decisión tiende un nuevo camino. No hay obstáculo más grande para la prosperidad de los pueblos que la incapacidad de sus gobiernos para facilitarles oportunidades. Si se esfuman las hostilidades y se fomenta el diálogo, aquí gana el pueblo de Cuba. Para mí tiene doble valor. Como cubano quiero poner ladrillos con mis manos para ayudar a mi país; como empresario ya establecido en Cuba es una oportunidad única», dice.

La implementación de la nueva política de Washington no será un proceso sin obstáculos y deberá superar aún varios tramos de reticencia, antes de convertirse en realidad palpable. Pero a pesar de los retos, a partir del 17 de diciembre nada será igual que antes entre Miami y Cuba.