Elecciones
“Trump es un enviado de Dios que ha venido para salvar a América”
El expresidente promete “restaurar el sueño americano” y carga contra las políticas de inmigración de los demócratas
El ensordecedor ruido de los motores del Trump Force One, el icónico avión del expresidente, sobrevolando el Aero Center de Wilmington, donde está a punto de dar su primer gran mitin después del segundo intento para acabar con su vida en el club de golf de West Palm Beach, rivaliza con los vítores y chillidos de los miles de seguidores que abarrotan las grandas habilitadas para el evento, mientras la música a todo trapo hace aumentar el frenesí de los espectadores. “¡Trump, Trump, Trump!”, gritan a todo pulmón cuando desciende por la escalera y se acerca a la entrada.
El candidato republicano llega con 40 minutos de retraso, pero sus seguidores, los cuales llevan casi tres horas bajo un sol de justicia, se lo perdonan acostumbrados como están a la larga espera que han sufrido para entrar en el recinto. Las colas empezaron a las 5AM, más de seis horas antes de que abriesen las puertas. Afuera, la marabunta de asistentes se mezcla con una interminable hilera de vendedores ambulantes que ofrecen todo el merchandising sobre Donald Trump. Gorras, chapas, camisetas, banderas, joyas, placas conmemorativas, relojes, sudaderas, bambas, gafas de sol y recortables con la imagen del expresidente a tamaño natural, entre un sinfín de productos.
“Trump es un enviado de Dios que ha venido aquí para salvar a América”, asegura James Morgan, quien ha venido desde el estado de Virginia, mientras le hace una fotografía a un perro fox terrier ataviado con una camiseta roja en la que se lee ‘Make America Great Again’ (Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser grande), el lema de campaña del candidato republicano. El can está sentado junto a un recortable en el que aparece el expresidente con el cuerpo y los músculos de un culturista bajo un título que reza: “Defensor de las mascotas”, en referencia a la falsa acusación que el candidato vertió sobre los migrantes haitianos “comiéndose los gatos y los perros” en Springfield, Ohio. “Lo han intentado matar dos veces y Trump se ha salvado porque Jesucristo está con él”, concluye Morgan.
Unos metros más allá Larry M., originario de Mississippi, se hace eco de un tema recurrente entre los seguidores del expresidente. “En 2020 nos robaron las elecciones; ahora, lo más importante es asegurarse de que los demócratas no vuelvan a dar un golpe contra nuestro legítimo líder”, explica, vestido con parte del merchandising que venden los tenderos. “El estado profundo en manos de las élites de Washington DC quiere hundir a América y a sus trabajadores abriendo las fronteras a criminales, violadores y asesinos”, añade, copiando las palabras del propio Trump que, además, volverá a pronunciar en su discurso en Wilmington.
En la larga cola de acceso al evento una pantalla de dimensiones titánicas va lanzando consignas republicanas y en contra de la candidata demócrata, Kamala Harris, al son de canciones icónicas como Sweet Home Alabama, de Lynyrd Skynyrd, mientras un grupo de ciudadanos de Corea del Sur y Japón se coloca en frente con un micrófono para “daros las gracias por haber traído la libertad a nuestros país”, según clama uno de los surcoreanos, y cantar ‘Dios bendiga a América”, algo que entusiasma a los asistentes. “Desde que la Administración Biden-Harris llegó al poder el mundo entero está sumido en un caos físico y espiritual. Ellos han extendido el infierno sobre la tierra. Estamos viviendo una guerra cultural por nuestras almas”, se lee en uno de los panfletos que reparten los japonenses.
En la puerta de acceso la seguridad es muy parecida a la de los aeropuertos con registros manuales y diversos arcos detectores de metales. La lista de artículos que no se pueden entrar es tan larga que casi todos los asistentes solo acceden al recinto con sus teléfonos móviles. “Estamos viviendo una nueva revolución americana; Kamala solo es la secretaria de Obama. Si gana, este país se irá al garete, y queda poco para eso. Solo Trump puede devolverle a América la fuerza y el dominio sobre el mundo”, explica Caroline, originaria de Wilmington, ataviada con una camiseta de lentejuelas con la imagen del expresidente, antes de encontrar su asiento frente al escenario donde el pastor baptista Blake Spencer está alabando a Trump porque “librará a nuestro país de la influencia demoníaca”. Luego, una cantante entona el himno estadounidense y los asistentes se regodean en el juramento de lealtad a la bandera.
Por encima, varios francotiradores del Servicio Secreto preparan sus armas y se colocan en posición. Poco después los altavoces anuncian la entrada de Donald Trump, la cual causa un rugido de placer entre los espectadores, sobre todo cuando el candidato entra al son de la música, saluda y desprende una fuerza mesiánica que arrastra a casi todos los presentes que sujetan carteles con consignas trumpianas y republicanas. Entonces, el expresidente se coloca en el centro del escenario tras un atril protegido por cristales antibalas y empieza su discurso atacando a Kamala, a quien acusa de “querer acabar con el sueño americano”, de ser “una incompetente” y tener un plan “para quitaros vuestras armas y acabar con la Segunda Enmienda” estadounidense que, desde 1791, protege el derecho del pueblo a poseer y portar armas.
Trump también tiene palabras para el actual presidente, “Joe el dormido”, como lo apoda, causando una sentida risotada entre los asistentes. “Desde que lo apartaron del poder con un golpe no sabemos nada de él. ¿Quién manda en la Casa Blanca? ¿Jill?”, se pregunta, sobre la esposa de Biden. Los espectadores vuelven a reírse. Seguidamente, el candidato republicano se lanza a una retahíla de promesas electorales. Promete “reducir el coste de la energía en un 50%, hacer accesible la propiedad de las viviendas para que los jóvenes puedan volver a permitirse una casa, reducir la inflación, recortar las tasas de interés y cortar los costos hipotecarios mensuales en 1.000 dólares”.
Sin embargo, no explica cómo lo logrará. El expresidente hace hincapié en que “esta elección tiene que ver con la economía”. No obstante, gran parte del discurso es un canto contra la inmigración “que los demócratas han permitido para que entren a millones de criminales, locos que se han escapado de manicomios y violadores”, dice, entre otras acusaciones hacia los migrantes.
El final de la fiesta electoral de Trump es un ejercicio de populismo típico de los políticos en campaña. El candidato republicano presenta a la multitud a dos de sus nietos, Carolina y Luke, los hijos de Eric y Lara Trump, quien es originaria de Wrightsville Beach, a las afueras de Wilmington, y trabaja como copresidenta del Comité Nacional Republicano. Los dos menores suben al escenario. Primero Carolina, a quien Trump aúpa y besa en la mejilla mientras ella, micrófono en mano, dice ‘Make America Great Again’.
A continuación, es el turno de Luke, que pide “votad por mi abuelo”, para luego salir del escenario tomándose su tiempo para saludar a la multitud que lo aclama y aplaude. “Tiene mi gen”, bromea Trump. Poco después, el expresidente se despide y sube a su avión privado para abandonar Carolina del Norte.