Unión Europea

Trump obliga a la UE a responsabilizarse de su política de defensa

La Razón
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El «club» europeo lleva décadas discutiendo la posibilidad de una mayor integración en las políticas de seguridad y defensa, pero los resultados siempre han sido infructuosos. Al menos, hasta ahora. El portazo al proyecto de construcción europea dado por parte de Reino Unido, el país que tradicionalmente ha remado en contra de esta opción, y la llegada al Despacho Oval del populista Donald Trump podrían convertirse en catalizadores perfectos para que los Veintiocho den, por fin, el salto hacia adelante o para abrir la enésima brecha entre los socios europeos, en un momento de grave parálisis en el proyecto de integración por cuestiones añadidas como la crisis de los refugiados y el auge de los populismos.

Los ministros de Defensa y Asuntos Exteriores de los Veintiocho se reunieron ayer en la capital comunitaria con el impulso de Francia y Alemania y la Comisión Europea como principales valedores. Bruselas aspira a crear un núcleo duro con los países que deseen avanzar (en el que estarían incluidos España e Italia) y ultima la propuesta de crear un fondo comunitario para tranquilizar a aquellos Estados que no quieren rascarse el bolsillo.

Asimismo, el Ejecutivo comunitario defiende un mando único de coordinación capaz de actuar con mayor eficacia en las operaciones conjuntas europeas, tanto militares como civiles, puestas en marcha con recursos nacionales (hasta ahora es necesario un periodo medio de seis meses de preparación). La ministra española de Defensa, María Dolores de Cospedal, defendió ayer en su primer consejo con sus homólogos europeos un esquema «más amplio y generoso» en la financiación y aunar «realismo con ambición». En su primera visita a la capital comunitaria, Cospedal defendió una mejor coordinación militar no sólo en el ámbito de la planificación –tal y como se plantea hasta ahora–, sino también en el ejecutivo.

La Alta Representante de la Diplomacia europea, la italiana Federica Mogherini, es consciente de que no será fácil vencer algunas reticencias y, por el momento, la capital comunitaria guarda en el cajón las propuestas más ambiciosas, como la creación de un ejército europeo o un cuartel general con sede en Bruselas. «Ya no es momento de decisiones teóricas, sino de decisiones concretas», advertía Mogherini a su entrada a la reunión. «Estamos por una Europa de la defensa operativa y no declarativa», apuntaba en la misma dirección el ministro de Defensa galo, Jean-Yves Le Drian. «Independientemente del resultado de las elecciones en Estados Unidos, está claro que como europeos debemos asumir más responsabilidades», corroboraba su homóloga alemana, Ursula Von Der Leyen.

También España quiere participar de esta primera velocidad en la política de defensa europea. El ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, tras la cena del domingo que analizó la victoria de Trump, se mostró dispuesto a «ir tan lejos como sea posible».

Bruselas ha tenido tiempo de ir preparando el terreno. Desde hace años las autoridades de Washington reclaman mayor compromiso a la UE con su propia defensa, y especialmente Hillary Clinton y la ya saliente Administración Obama han insistido en los últimos meses a Europa que arrime el hombro e incremente su gasto en defensa (hasta el 2% del PIB ). La sorpresa, por lo tanto, ha sido relativa. La diferencia ahora es que el próximo inquilino del Despacho Oval amenaza con romper el equilibrio vigente y pone en cuestión el principio de la defensa mutua dentro de la OTAN, el artículo 5 que se activó por primera vez tras los ataques del 11 de septiembre. Estados Unidos, por primera vez desde la II Guerra Mundial, puede dejar a Europa a la intemperie si ésta no empieza a cuidar de sí misma. Lo más sensato parece empezar a actuar, aunque las reticencias entre los socios no van a evaporarse de un día para otro.

Una de los mayores fricciones reside en la articulación de las estructuras europeas y las de la OTAN para que no haya solapamiento de funciones. «No deberíamos debilitar la estructura que nos ha defendido durante los últimos setenta años», puntualizó ayer el ministro de Asuntos Exteriores británico, Boris Johnson. A pesar de la salida del «club» europeo, Londres no es la única capital que va por este camino. Según explican fuentes diplomáticas, los países bálticos y del grupo de Visegrado siguen confiando en Washington y la Alianza Atlántica ante la amenaza rusa y se muestran poco proclives a gastar dinero en iniciativas de índole meramente europea, un grupo que cuenta con el respaldo de países como Países Bajos y Dinamarca, de tradición atlantista.

Por eso, fuentes diplomáticas advierten de que la llegada de Trump podría entrañar consecuencias ambivalentes: ser un acicate para la política de defensa europea o sólo un revulsivo para un mayor papel de los europeos dentro de la Alianza.