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Tsipras abraza el putinismo

El primer ministro griego, Alexis Tsipras, y el presidente ruso, Vladímir Putin.
El primer ministro griego, Alexis Tsipras, y el presidente ruso, Vladímir Putin.larazon

El primer ministro griego insta a la Unión Europea a dejar atrás la lógica de las sanciones a Rusia.

Putin ha demostrado que en su pulso diplomático con Bruselas y Washington a propósito de la crisis ucraniana se arrima a cualquier dirigente que les lleve la contraria, desde Marie Le Pen hasta Maduro. Ayer fue el turno de Alexis Tsipras, en las antípodas ideológicas del líder ruso, con el que se reunió en Moscú en la primera visita oficial de un líder heleno en casi una década. Bruselas ve con recelo los guiños de Atenas a Putin. Esta visita al Kremlin supone uno más, lo que erosiona aún más la unidad y la política europea de aislamiento hacia Rusia por su actuación en Ucrania. «Esta semana he escuchado declaraciones de funcionarios europeos sobre nuestra relación con Moscú. Respetamos nuestras obligaciones en las organizaciones internacionales en las que participamos, pero quiero recordar que Grecia es un país soberano y toma decisiones propias», reivindicó el primer ministro heleno, cuyo país debe pagar hoy 460 millones de euros al FMI.

Tsipras aprovechó el escenario para volver a criticar públicamente las sanciones a Rusia. «El cumplimiento de los Acuerdos de Minsk ayudará a dejar atrás la lógica de las sanciones, que alejan a los pueblos y obstaculizan el Derecho Internacional. Ya hemos expresado públicamente nuestro desacuerdo en las cumbres europeas y entendemos que el embargo ruso fue únicamente en respuesta», explicó Tsipras, que, no obstante, añadió que las sanciones «son un problema que atañe a toda Europa y debe resolverse en el marco del bloque».

Putin, por su parte, defendió la visita de Tsipras apelando a la soberanía de Grecia. «No logro entender que cuando algún otro líder visita Moscú se considere normal, pero cuando viene uno griego se considere un suceso extraordinario», dijo el presidente ruso, que negó que Atenas solicitase de Moscú ayuda financiera. En realidad, las cláusulas firmadas por Atenas con sus acreedores limitan el formato del crédito, además de que la economía rusa tampoco está para alegrías. En todo caso, se buscaron, con escaso éxito, fórmulas indirectas para premiar la postura crítica del Gobierno de Syriza con la línea oficial de Bruselas respecto a la crisis en Ucrania. Una de ellas, sugerida por Grecia el mes pasado, el posible levantamiento, al menos parcial, del embargo agroalimentario que Rusia impuso a la Unión el pasado verano en respuesta a las sanciones. «Entendemos que Atenas se vio obligada a votar a favor de las sanciones contra Rusia, pero no podemos hacer una excepción con el embargo», justificó Putin su negativa, y es que al pertenecer Grecia al Mercado Común, donde rige la libre circulación de productos, una excepción supondría un coladero al resultar imposible controlar el origen de los alimentos. Como premio de consolación, se baraja la posible creación de empresas agroalimentarias conjuntas. Además, Putin afirmó que Rusia pujaría en un eventual proceso de privatización heleno. «Estamos interesados en invertir en Grecia, sobre todo en infraestructuras: construcción de puertos, gasoductos, etc», explicó el líder del Kremlin.

En la reunión, según Tsipras, se discutió en detalle cómo aumentar el intercambio comercial, que se contrajo un 40% en 2014, y fomentar el turismo (900.000 rusos visitaron Grecia en 2014, primer destino comunitario, casi a la par con España). En todo caso, tras meses de guiños desde Atenas y dada la expectación generada por la cita, Tsipras vuelve poco menos que con las manos vacías, sin un balón de oxígeno tangible que alivie la apuradísima situación económica del país. Y es que tampoco logró arrancar de Moscú una nueva rebaja en el precio del gas, posibilidad con la que se especuló en la previa. Rusia aplica con la Unión una política de «divide y vencerás». Establece un precio del gas único, elevado, de 470 dólares por cada mil metros cúbicos, que oficialmente aplica a todos los clientes comunitarios, si bien premia después con «descuentos» a los países con gobiernos más o menos afines, como Hungría o Chipre. Atenas, que compra a Gazprom dos tercios del gas que consume, ya obtuvo hace un año y medio una rebaja del 15% en el precio, hasta los 399 dólares por cada mil metros cúbicos, más de lo que paga actualmente Ucrania.

El primer ministro heleno sí se lleva de Moscú una promesa, la de convertir al país «en uno de los principales centros europeos de distribución de energía». Un escenario que pasa por la realización del proyecto Turkish Stream, alternativa al South Stream, gasoducto que limitaba la dependencia rusa del tránsito por Ucrania al crear una nueva ruta a través del mar Negro y que fue cancelado ante la oposición de Bruselas. El Turkish Stream, que Tsipras remarcó que se llamará «Greek Stream» al paso por su país, bombearía gas de Rusia a Turquía, con Grecia como puerta de entrada a Europa y en papel protagonista, al alojar varias estaciones redistribuidoras. «Hoy es un día muy importante para las relaciones entre Grecia y Rusia, podemos hablar de una nueva primavera», celebró Tsipras, que por la mañana realizó una ofrenda floral en la tumba al soldado desconocido, junto a los muros del Kremlin. «Grecia también sufrió grandes pérdidas en la II Guerra Mundial», dijo el día después de que cifrase en 279.700 millones de euros los daños por la ocupación nazi. Ambos mandatarios firmaron por la tarde una declaración conjunta condenando «los intentos actuales de reescribir la historia».