Embajadas
Un valioso socio para los objetivos del milenio
Nueva York es uno de los destinos turísticos más populares del mundo. Como ocurre con los visitantes procedentes de otros países, a quienes llegan desde Taiwán les encanta experimentar de primera mano los atractivos más famosos de la ciudad: la Estatua de la Libertad, Times Square y, por supuesto, el centro neurálgico de los asuntos globales, la sede de Naciones Unidas. Estos lugares destacados son símbolos de igualdad, diversidad y libertad. Desafortunadamente, a un número cada vez mayor de taiwaneses se les ha impedido entrar a los territorios de la ONU, discriminados simplemente por su país de origen.
La ONU se ocupa de las personas. Sin embargo, la universalidad de los derechos humanos que la ONU proclama no se extiende a Taiwán y a sus 23 millones de habitantes. Este maltrato se remonta a 1971, cuando nuestro Gobierno perdió su representación en la organización, y durante décadas Taiwán ha enfrentado desafíos y aislamiento con relación a su situación internacional. No obstante, tal adversidad nos ha impulsado hacia adelante y nunca nos hemos retraído.
Cuando viajo por el mundo para cumplir mis deberes como ministro de Relaciones Exteriores, siempre me quedo maravillado de cómo la experiencia de Taiwán ha ayudado a nuestros socios a desarrollarse y crecer en áreas como la protección medioambiental, la medicina y la salud pública, la agricultura, la educación y las tecnologías de la información y la comunicación. Estamos comprometidos a continuar nuestra interacción y cooperación con nuestros amigos y socios, y a mantener la paz, la seguridad y la prosperidad globales mediante una colaboración mutuamente beneficiosa.
A pesar de los esfuerzos y del reconocimiento que Taiwán se ha ganado, la ONU parece estar contenta de dejar atrás a los 23 millones de taiwaneses. En mayo de este año, a Taiwán se le negó la asistencia a la 70ª Asamblea de la Organización Mundial de la Salud, a pesar de haber participado como observador en los ocho años previos de manera consecutiva. Ello va claramente en contra del sentido común y crea un punto ciego en las operaciones de la OMS, como aquel que costó vidas humanas durante la epidemia del SARS en 2003.
Sin embargo, este trato injusto no ha disuadido ni disuadirá a Taiwán de desempeñar sus deberes tanto con su propio pueblo como con la comunidad internacional. Siendo la 18ª mayor potencia comercial y la 11ª economía más libre del mundo, Taiwán ha desarrollado sus leyes y reglamentos en conformidad con las convenciones de derechos humanos de la ONU; y respecto a estar a la altura de los valores democráticos, Taiwán ha trabajado tan duro como cualquier otro país para avanzar en igualdad. En 2016 los taiwaneses eligieron por primera vez a una mujer como presidenta del país, y el 38% de sus parlamentarios son mujeres.
Siempre que ocurre algún desastre, los equipos de rescate de las organizaciones no gubernamentales de Taiwán están presentes in situ para proporcionar asistencia. En el campo de la salud pública y la medicina, Taiwán ha estado trabajando en los últimos años con muchos otros países para combatir enfermedades infecciosas como el MERS, el Ébola y el Zika. Asimismo, Taiwán ha estado impulsando la energía y la economía verdes, elevando la proporción de energía renovable y reduciendo las emisiones.
Durante años, a representantes de muchas organizaciones no gubernamentales de Taiwán se les ha prohibido la participación en encuentros y conferencias celebrados en la sede de la ONU en Nueva York simplemente porque procedían de Taiwán. Del mismo modo, para la indignación de la comunidad periodística internacional, a los reporteros taiwaneses no se les permite cubrir las reuniones de la ONU en persona.
El Gobierno y el pueblo de Taiwán creen firmemente que su participación sería beneficiosa para todo el mundo, especialmente ahora que la ONU está pidiendo la implementación universal de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La ausencia de Taiwán, por el contrario, únicamente continuará paralizando la efectividad de este esfuerzo global.
Taiwán puede hacer mucho para ayudar al mundo a construir un futuro más sostenible. El pueblo de Taiwán necesita que la comunidad internacional apoye sus aspiraciones y su derecho a un trato justo por parte de la ONU. Por lo menos, que dejen de cerrarnos las puertas.
*Ministro de Relaciones Exteriores de Taiwán
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