Invasión rusa

Vecinos de Pervomaiske, localidad ocupada por el Ejército ruso: «No nos queda nada... Vivimos en un garaje»

Los ucranianos de Mikolaiv reconstruyen sus viviendas destrozadas por los rusos, bajo la presión de la llegada del invierno

Kateryna, de 74 años, y Volodimir, de 83, muestran el interior de su vivienda, que tantos ataques rusos ha sufrido, en Pervomaiske
Kateryna, de 74 años, y Volodimir, de 83, muestran el interior de su vivienda, que tantos ataques rusos ha sufrido, en PervomaiskeOleksandr Ratushniak

Pervomaiske, un pequeño pueblo en el distrito de Snihurivka, en el óblast de Mikolaiv, fue tomado por el Ejército de Rusia en los primeros días de la invasión. El 60% del municipio está destruido. La devastación causada por la guerra es más que visible en esta llanura del sur de Ucrania.

Los daños causados por la artillería han hecho que muchos vecinos se hayan visto obligados a abandonar sus hogares. Hay ruinas que nunca volverán a tener vida. Pero los más afortunados, o con mayor tesón, han decidido reconstruir sus viviendas. Sin techo, sin ventanas y con la metralla en las paredes, se han puesto manos a la obra para intentar tenerlo casi apunto antes de que llegue el duro invierno.

Kateryna y Volodimir intentan reconstruir su casa destruida por los rusos en Pervomaiske antes de que llegue el invierno
Kateryna y Volodimir intentan reconstruir su casa destruida por los rusos en Pervomaiske antes de que llegue el invierno Oleksandr Ratushniak

Entre el 28 de febrero y el 4 de abril, su casa de una planta –de unos 77 metros cuadrados– en esta zona rural de Mikolaiv, fue bombardeada cuatro veces.

«Once proyectiles cayeron a lo largo del patio y el último en el centro de la casa. Gracias a Dios estoy viva», confiesa Kateryna, de 74 años, mientras muestra el interior y describe donde antiguamente se ubicaba el salón, la cocina, su habitación... También se para en el lugar en el cual fue derribada por los restos de un misil que entró por la ventana y se hirió en la cabeza del golpe.

 Kateryna y Volodimir intentan reconstruir su casa destruida por los rusos en Pervomaiske antes de que llegue el invierno
Kateryna y Volodimir intentan reconstruir su casa destruida por los rusos en Pervomaiske antes de que llegue el invierno Oleksandr Ratushniak

Durante la ocupación, ella no cruzó ni una palabra con los militares rusos. «Tenía mucho miedo, me asustaban. Así que intentaba estar siempre en la casa y no interactuar con ellos». El Ejército ruso estableció su base en el colegio del pueblo y lo dejó completamente arrasado.

Primero se escondieron en el garaje y luego salieron corriendo hasta el refugio del pueblo, en un sótano. «Era muy difícil quedarse aquí. Se producían 48 bombardeos al día», indica, para justificar que ella y Volodimir, su marido de 83 años, abandonaran durante los peores meses su casa. Un hogar que construyeron con sus propias manos en 1976.

A pesar de su sentido del humor, desde el inicio de la invasión no recuerda un día bueno. «Estamos sin hogar, no tenemos nada. Antes tenía de todo, ahora todas nuestras pertenencias las llevamos encima. No nos queda nada... Vivimos en un garaje», admite.

Eso sí, se puso contentísima cuando le contaron que el Ejército ucraniano estaba comenzando a empujar a los rusos y cuando finalmente los echaron del pueblo, hace justo un año.

«Vi un sistema de artillería ucraniano aquí, y me puse muy feliz, y más cuando empezó a trabajar contra los rusos». Aunque le daba un lógico temor que los bombardeos comenzaran en ambas direcciones: «Varias casas fueron totalmente destruidas».

Pervomaiske, un pequeño pueblo ucraniano en el distrito de Snihurivka, Mikoláiv, que fue ocupado por los rusos en los primeras semanas de invasión
Pervomaiske, un pequeño pueblo ucraniano en el distrito de Snihurivka, Mikoláiv, que fue ocupado por los rusos en los primeras semanas de invasión Oleksandr Ratushniak

Kateryna imita los sonidos de los aviones rusos... Las aeronaves volaban tan bajo que podía ver la bandera cuando era la aviación ucraniana y cuando no.

Sin ventanas en la casa, incluso se ha vuelto capaz de distinguir –por el sonido– si son misiles de largo alcance o tipo Grad, que han sido muy comunes en esta área. Había momentos en los que pensaba que era su última hora y simplemente se sentaba frente a la televisión y esperaba que no le tocara.

Kateryna, de 74 años, y Volodimir, de 83, muestran el interior de su vivienda, que tantos ataques rusos ha sufrido, en Pervomaiske
Kateryna, de 74 años, y Volodimir, de 83, muestran el interior de su vivienda, que tantos ataques rusos ha sufrido, en PervomaiskeOleksandr Ratushniak

Desde marzo a mayo de 2023, la ONG People in Need (PiN) ha respaldado a más de 700 casas en esta comunidad con componentes para reparaciones rápidas (kits de refugio de emergencia) a través de la ayuda de la Unión Europea (DG ECHO).

Ahora, gracias a la financiación europea de un nuevo proyecto, los vecinos pueden recibir dinero para gastar en material para reparaciones pequeñas y medianas. Al igual que Kateryna y Volodimir, 186 familias se han registrado para recibir esta asistencia.

Las vigas de madera de su techo están visibles, pero ya colocadas, «me ayudaron unos estadounidenses, yo no hubiera podido llegar hasta allí arriba», confiesa.

Tiene prisa por acabar las obras, pero debido a su edad y su salud y a las de su marido, que sufrió un derrame cerebral en noviembre y se quedó en parálisis, reconoce que, aunque dedique sus días a trabajar en ello, no sabe si logrará terminarla antes del invierno. De momento, un colchón y algunas de sus pocas pertenencias hacen las veces de hogar en donde antes se guardaba el coche. Llevan desde mayo desescombrando, barriendo, limpiando el jardín, que antes era la envidia de los vecinos.

Pervomaiske, un pequeño pueblo ucraniano en el distrito de Snihurivka, Mikoláiv, que fue ocupado por los rusos en los primeras semanas de invasión
Pervomaiske, un pequeño pueblo ucraniano en el distrito de Snihurivka, Mikoláiv, que fue ocupado por los rusos en los primeras semanas de invasiónOleksandr Ratushniak

En junio, Kateryna comenzó a restaurar las paredes. «No podíamos imaginar que una guerra podía empezar, que Rusia nos podía invadir», reconoce y agradece al presidente Volodimir Zelenski que «gracias a sus acciones, seguimos vivos». Kateryna asevera que los ucranianos «podemos soportarlo todo. Nos mantenemos unidos y fuertes, rascamos todo lo que podemos. Mi único deseo es que la guerra finalice».

En la zona más poblada de la localidad, la familia Opanasenko trabaja contra reloj para acabar la reconstrucción. No es solo por el invierno y el hecho de que el Ejército ruso se cebara el año pasado con los ataques a las llamadas infraestructuras críticas, es decir, el agua, la electricidad, el combustible... Es que su hijo, de 18 años, tiene una discapacidad (parálisis cerebral) y está en silla de ruedas y prefieren volver a la casa que idearon para su comodidad.

Tetiana y su marido reconstruyen su vivienda en Pervomaiske, en el óblast de Mikolaiv. Su casa fue bombardeada por los rusos en 2022
Tetiana y su marido reconstruyen su vivienda en Pervomaiske, en el óblast de Mikolaiv. Su casa fue bombardeada por los rusos en 2022Oleksandr Ratushniak

Tetiana, su marido y su hijo, abandonaron su hogar a finales de marzo de 2022. Y menos mal.

«En abril, mi padre vino a dar de comer a los perros (en aquel entonces tenían dos). Cuando estaba a escasos metros de la casa escuchó un fuerte ruido. Se dio la vuelta y vio que un bombardeo alcanzó la vivienda. Toda la fachada principal fue destruida, así como el salón de su interior. Tenían un enorme cráter dentro. «Lo estamos intentando rellenar aún, pero es muy profundo. Y el techo se hundió. Se podía ver el cielo», enumera frente a su casa llena de cemento, arena y cubos de pintura.

Tetiana, que se crío aquí, recuerda cuando se compraron la casa en 2017 y las renovaciones que hicieron en 2021. Un tejado nuevo, obra en el garaje, su padre pintó la valla del jardín. Además, la vivienda estaba completamente adaptada para la silla de ruedas de su hijo, con puertas automáticas...

«La vida era buena antes de la invasión a gran escala. Ahora todo está destruido», reconoce mientras narra que su otrora apacible calle se convirtió en el epicentro de los combates entre las tropas rusas y ucranianas.

Pero la tranquilidad es algo de lo que en esta zona del sur los ucranianos carecen. «Las puertas, ventanas, todo lo hemos tenido que comprar de nuevo», explica, mientras toca los agujeros de la metralla en la fachada. Y es que uno de los ataques también alcanzó hasta el baño interior y reventó las tuberías.

Su padre y su suegro les ayudan constantemente a rehacer la casa, aunque han tenido que contratar a varios especialistas para labores más específicas.

La ONG PiN, a través de la UE, les ayuda con financiación para los materiales, que por cierto, están muy demandados en la región, pero ellos mismos son los que reconstruyen.

Su enorme alibi, Ulana, de 3 años interrumpe la entrevista constantemente y Tetiana aprovecha para recordar que los perros eran su «alarma antiaérea» particular. «Si salían al patio tranquilamente, entonces significaba que no había nada sobrevolando: ni misiles, ni artillería... Estábamos seguros de que podíamos salir».

Además de Ulana, un labrador de 13 años les protegía, pero no sobrevivió a uno de los bombardeos, «su corazón se paró». Tienen canes porque leyeron que algunas razas eran buenas para ayudar a los niños con la misma discapacidad que su hijo.

Mientras acaban las obras, viven en un apartamento alquilado en la ciudad de Mikolaiv. Desean volver cuanto antes. Tras todo lo vivido por los combates, las explosiones... su hijo se «ha vuelto extremadamente sensible a los ruidos fuertes. Son dolorosos».

Cuando los aviones surcan el aire le ponen auriculares para intentar cancelar el ruido de alguna manera. Su esperanza es recuperar la calma, esa paz que se logra generar en el salón de una casa, sin preocuparse de los estruendos, de los sonidos provocados por los ataques del Ejército ruso. El simple sosiego del hogar.