Cumbre

Orbán bloquea la ayuda económica a Ucrania por 50.000 millones de euros

El primer ministro húngaro también avisa de posibles vetos futuros en las negociaciones de adhesión

La última cumbre del año ha estado protagonizada por un nombre propio: el primer ministro húngaro Viktor Orbán. Llegaba a la cita, cómodo en su papel de enfant terrible y socio difícil del club comunitario. Tras levantar su veto para comenzar las negociaciones de adhesión a Ucrania, gracias a una triquiñuela inédita, Orbán siguió bloqueando las conversaciones para ayudar Ucrania con un paquete económico de 50.000 (17.000 millones de euros en subvenciones y 33.000 en préstamos) dentro de la revisión de los actuales presupuestos. Ante la imposibilidad de conseguir llegar a un pacto, los líderes europeos decidieron en la madrugada del jueves al viernes, posponer las negociaciones hasta una nueva cumbre extraordinaria a finales del mes de enero o principios del mes de febrero, con la esperanza de que las vacaciones navideñas ablanden los corazones y sea posible una fumata blanca a comienzos del años que viene.

Aunque de momento, la prioridad sigue siendo conseguir una solución a Veintisiete tampoco está completamente descartado activar un plan B para que el resto de los socios puedan crear un instrumento a través de acuerdos bilaterales, dejando a Budapest aislada. La propia presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha explicado que el objetivo es llegar a una «solución operacional» en la próxima cumbre.

Aunque algunos países son partidarios de que esta ayuda a Ucrania forme parte de los presupuestos para que, de esta manera, haya más controles, la posibilidad de un mecanismo ad hoc arrebata poder a Orbán para seguir vetando iniciativas. Según los cálculos de las instituciones europeas, el país invadido por las tropas de Vladimir Putin tiene hasta el mes de marzo para no quedar sumido en la quiebra.

En principio la Comisión Europea propuso a los países europeos una financiación adicional de 66.000 millones de euros para sufragar no sólo la ayuda a Ucrania sino también otros temas como la política de migración y asilo. Ante la negativa no sólo de Hungría sino también del club de los países frugales, reticentes a rascarse el bolsillo, el presidente del Consejo, Charles Michel, presentó este jueves una nueva propuesta para que esta factura descienda hasta los 22.500 millones de euros.

Esta nueva propuesta presentada el jueves deja sin cambios la cifra de ayuda para Ucrania a cambio de ciertos recortes menores en las partidas de la Política Agrícola Común y los fondos europeos que reciben las regiones. Aunque esto puede sentar un peligroso precedente para aquellos países beneficiados en estas subvenciones como España, fuentes diplomáticas de nuestro país creen que la propuesta presentada por Michel resulta equilibrada. Tras horas de negociaciones, tan sólo Orbán siguió bloqueando. «Veintiséis líderes están de acuerdo con todos los componentes», ha declarado antes los medios el presidente del Consejo, Charles Michel.

«La situación en Ucrania es mala. No se debería enviar dinero, lo que necesita es un alto el fuego y negociaciones de paz», ha declarado Orbán en una entrevista a la radio pública de su país. «En este caso hay un daño de los intereses [húngaros]. Por eso he dicho a esto que no», ha explicado el mandatario magiar.

Este miércoles, la Comisión decidió descongelar 10.200 millones que de las ayudas retenidas a Hungría por sus falta de respeto al Estado de Derecho, pero supeditó el resto (30.000 millones en total) a que el país siga con las reformas pendientes. En la misma entrevista, Orbán ha asegurado que su luz verde al paquete de apoyo a Ucrania depende del desembolso total. «Creemos que hemos cumplido todos los requisitos legales así que no entendemos por qué no tenemos acceso al 100% del dinero. El presupuesto en sí mismo, la modificación del presupuesto, está ligada a asuntos presupuestarios y esto forma parte de las discusiones presupuestarias», ha explicado en rueda de prensa.

Este pasado jueves, el mandatario húngaro levantó su veto por sorpresa a la adhesión de Ucrania, a pesar de que a su entrada a la reunión había asegurado que el país invadido por Vladimir Putin no cumplía con las condiciones necesarias, tal y como había quedado reflejado en el informe publicado por la Comisión Europea el pasado mes de noviembre. Posteriormente se ha conocido que el mandatario húngaro recurrió a una pirueta diplomática legal pero controvertida, ya que decidió ausentarse de la sala cuando el resto de los líderes europeos iban a apoyar por consenso las conclusiones de la cumbre. Después se supo que esta artimaña había sido sugerida por el canciller alemán Olaf Scholz, probablemente en un encuentro previo antes del comienzo de la cumbre.

Nuevos vetos en el futuro

Pero fiel a sí mismo, poco después Orbán renegó de la apertura de negociaciones a través de las redes sociales y este pasado viernes ha avisado de que su país puede seguir vetando en fases posteriores, como por ejemplo, la adopción del mandato negociador. Además, la última fase antes de la entrada del país candidato requiere la ratificación parlamentaria de los parlamentos nacionales. «Hungría no pierde nada con esto», ha señalado Orbán en referencia a la apertura de negociaciones cuando él decidió salir de la sala. «Habrá más de 75 ocasiones en las que el país podrá para esto», ha explicado a la vez que defendía que la adhesión de nuevos países al bloque comunitario es una error geoestratégico.

Aunque estas amenazas de nuevos vetos no resultan excesivamente tranquilizadoras, Orbán vuelve a mostrarse como un líder muy ladrador pero no tan mordedor. De esta forma, los Veintisiete han terminado la última cumbre del año con un mensaje político fuerte, ya que un fracaso en la apertura de negociaciones hubiese supuesto un duro mazazo, ya que las instituciones europeas han convertido la adhesión de Ucrania y el apoyo militar y económico al país invadido por Rusia en una de sus grandes apuestas de la Europa «geopolítica», defendida por Von der Leyen.

Aunque el proceso de adhesión puede demorarse durante años o incluso décadas y en el mes de marzo habrá un nuevo examen –Ucrania cumple de momento cuatro de las siete condiciones–, en un momento en el que las noticias en el campo de batalla no son buenas y el Partido Republicano en EE UU amenaza con dejar de armar a Ucrania, la Unión Europea no podía permitirse un fracaso en esta decisión política de apertura de negociaciones.

En todo caso, la apertura de negociaciones a Ucrania supone una complicada apuesta ya que espolea el debate de la Ampliación a los países de los Balcanes occidentales, que se sienten agraviados respecto a Kyiv por la lentitud de sus respectivos procesos, y la propia reforma del club comunitario que debe plantearse su funcionamiento interno. Desde hace meses, se vienen debatiendo numerosas propuestas para que un club ampliado no caiga en la parálisis e incluso algunos países como Francia defienden una Europa de círculos concéntricos con diferentes niveles de integración en las políticas europeas. Además, otro de los debates reside en cómo articular la futura Política Agrícola Común, ya que Ucrania acapararía casi la totalidad de las subvenciones debido a su potentísimo sector agrícola.