Siria
La violencia sectaria amenaza la transición siria
Cerca de 1.260 personas han fallecido en la región de Suecia
El sangriento balance de la semana de violencia sectaria en la región de Sueida, en el sur de Siria -un total de 1.260 muertos entre miembros de milicias beduinas y drusas, además de miles de desplazados, según el último balance del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos-, confronta al país de Oriente Próximo con el mayor de los temores al superarse el medio año desde la caída de la dictadura de Bachar al Asad: el de la violencia etnorreligiosa. Más de medio siglo de una férrea dictadura apoyada en el aparato de seguridad y con tintes socialistas y laicos y trece años de guerra civil y, a la vez, conflicto regional por interposición garantizaban una transición marcada por las consecuencias de viejos agravios y querellas intercomunitarios irresueltos.
A pesar de los prometedores planes de las nuevas autoridades -una amalgama de organizaciones islamistas radicales lideradas por el yihadista Hayat Tahrir al Sham y, a la cabeza de la milicia el antiguo combatiente de Al Qaeda, Ahmed al Sharaa, hoy reconvertido en hombre de Estado- al respecto de una Siria democrática y plural capaz de convivir, lo cierto es que Damasco se muestra cada vez más incapaz de garantizar la seguridad de las minorías en un crisol étnico y religioso como Siria.
En los últimos días, la violencia ha sido protagonizada por facciones armadas drusas -una hermética y misteriosa comunidad religiosa presente también en el Líbano, Israel y Jordania emparentada con el islam chií pero con elementos comunes a otros credos monoteístas- y grupos beduinos -islamistas radicales- en el principal feudo druso de Siria, la meridional provincia de Sueida -limítrofe con Jordania y cercana a los Altos del Golán que Israel -mayoritariamente drusos- ocupa desde el verano de 1967.
Después de una semana de violencia -los drusos no quieren milicias islamistas apoyadas o afines a las autoridades de Damasco en el territorio-, un débil alto el fuego rige en la demarcación desde el pasado fin de semana. Los grupos islamistas radicales -entre ellos elementos yihadistas- no perdonan a los drusos su connivencia -a cambio de protección- con la dictadura Asad y su tradicional colaboración en Israel con las autoridades del Estado -los drusos sirven en las FDI-, como han demostrado en los últimos días en un odio enconado que no se disipará con el último cese de las hostilidades.
El 10% de la población
No en vano, el propio gobierno de Benjamin Netanyahu intervino en favor de los drusos con bombardeos contra las facciones islamistas en Sueida y también con ataques en Damasco en forma de advertencia al gobierno interino de Al Sharaa ante su incapacidad de garantizar la seguridad y estabilidad en el sur del país.
Gobernado por miembros de la minoría alauí -un grupo etno-religioso vinculado con el islam chií que representa el 10% de la población- durante 53 años, pues alauíes era el clan Asad y miembros de esta comunidad copaban los principales cargos del ejército y el aparato de seguridad, Siria es un país mayoritariamente suní. Además, conviven en Siria la citada minoría drusa, la chií y la cristiana, representando todas ellas combinadas apenas el 6-8% restante de la población, aunque es difícil a día de hoy conocer con certeza los porcentajes reales.
Lo ocurrido en Sueida en los últimos días está lejos de representar un episodio aislado en el conjunto de los más de siete meses transcurridos desde el desmoronamiento de la autocracia del clan Asad. Para los últimos cristianos sirios, que apenas representan entre el 1% y el 2% de la población siria -antes de la Primavera Árabe y el inicio de la guerra suponían el 10%-, la situación no está siendo en absoluto fácil, y el pasado 22 de junio los miembros de esta comunidad sufrieron de lleno las consecuencias del odio de los elementos islamistas más radicales, cuando un terrorista suicida se inmoló en la iglesia damascena de San Elías causando la muerte a más de dos decenas de personas y heridas a varias más.
Tan grave como el episodio registrado en los últimos días en el feudo druso fueron los enfrentamientos registrados a comienzos del pasado marzo en la provincia costera de Latakia, de mayoría alauí, donde los choques entre grupos leales al viejo régimen y milicias islamistas costaron la vida a más de un millar de personas, además de las ejecuciones de civiles alauíes perpetradas por grupos afines a los hombres de Al Sharaa. Una comisión de investigación aseguraba este mismo martes que casi 1.500 miembros de la comunidad alauí perdieron la vida durante los sucesos de Latakia del pasado marzo.
Según el citado Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, entre los muertos la semana pasada en Sueida hay 505 combatientes drusos y 298 civiles drusos, 194 de los cuales fueron "ejecutados sumariamente por personal de los ministerios de Defensa y de Interior". Además, hay 408 miembros de las Fuerzas de Seguridad y 35 beduinos suníes, considerados aliados del Gobierno.
Entre ellos hay tres personas que fueron ejecutadas sumariamente por combatientes drusos. A esta cifra hay que sumar 15 miembros de las Fuerzas de Seguridad sirias muertos en bombardeos israelíes, de acuerdo a la citada ONG con sede en Londres y colaboradores sobre el terreno. Además, el alto el fuego no ha impedido que decenas de familias beduinas residentes en Sueida se hayan visto obligadas a abandonar la ciudad en busca de refugio en otras partes de Siria ante el temor por su seguridad.
Con todo, dentro de un escenario cambiante y peligroso como el actual, los sirios tienen motivos para la esperanza, y es que a las grandes potencias regionales -Turquía e Israel- y a Estados Unidos les une el deseo de garantizar un futuro de estabilidad en Oriente Próximo. Y ello no será posible sin una Siria estable y unida. No en vano, tanto la Administración Trump como el gobierno de Benjamin Netanyahu venían trabajando en las últimas semanas con las autoridades sirias en la rehabilitación internacional de Al Sharaa y su nuevo régimen y el levantamiento definitivo de las sanciones que pesaban contra la dictadura de Asad a fin de alcanzar un horizonte de normalización.