Guerra en Siria
Irán, Rusia y Turquía frenan la ofensiva final de Asad sobre Idlib
Un ataque a gran escala sobre el último bastión rebelde en Siria masacraría a la población civil
Un ataque a gran escala sobre el último bastión rebelde en Siria masacraría a la población civil.
El destino de Idlib, la última provincia en manos de los rebeldes sirios, se discutió ayer en Teherán. A pesar de sus diferencias, los presidentes de Rusia, Vladimir Putin; Turquía, Recep Tayyip Erdogan; e Irán, Hasan Rohani, se comprometieron con el mismo objetivo: poner fin a la guerra que desangra Siria desde 2011 y ha dejado medio millón de muertos. Para ello, en la declaración final pidieron la rendición de los rebeldes y así evitar el baño de sangre que se avecina si Bashar Al Asad da luz verde a la operación en la provincia. El encuentro en Teherán se engloba dentro de las negociaciones de paz de Astana, que ha eclipsado las cumbres de la ONU.
Para Recep Tayyip Erdogan, la prioridad es detener una nueva oleada de refugiados hacia Turquía. Por ese motivo, el líder turco, que apoya a la oposición siria, urgió a que se establezca «un alto el fuego» en la provincia siria vecina y el cese de los bombardeos. Al no conseguir apoyo de Moscú ni de Teherán, pidió, al menos, «garantías» para que una eventual ofensiva contra esta provincia no derive en «una masacre de civiles» ni provoque «una nueva tragedia humanitaria». No obstante, Erdogan admitió que es necesario diseñar acciones contra los grupos terroristas presentes en la zona.
La opción de un cese de las hostilidades, antes de que Asad retome el última porción de territorio que aún controla la oposición, no es factible para los dos aliados del régimen sirio. El mandatario ruso, Vladimir Putin dejó claro que acabar «con los terroristas» es prioritario. Lo mismo opinó su homólogo iraní, Hasan Rohani, quien consideró «inevitable» una operación contra los terroristas para «la estabilidad en Siria», al tiempo que reconoció que «esta campaña no debe dañar a los civiles ni conducir a una política de destrucción».
La mayor preocupación de Putin es que los yihadistas de Al Qaeda allí refugiados pueden llevar a cabo un ataque con armas químicas. Su inquietud coincide con la del presidente estadounidense, Donald Trump, pero éste teme que el ataque químico venga del lado del régimen sirio y no de los rebeldes. El espectro de otra masacre con armas químicas en Siria planea de nuevo también sobre el hemiciclo de Consejo de Seguridad de la ONU. Tanto Trump como su homólogo francés, Emmanuel Macron, han advertido de que volverán a bombardear Siria si Asad aniquila a más población civil con sarín.
Desde hace dos años el triunvirato Rusia, Turquía e Irán marcan la agenda siria y todas las operaciones del régimen tienen que contar con el beneplácito de las tres potencias. A pesar de apoyar al bando contrario, las malas relaciones con Estados Unidos han empujado a Turquía a arrimarse a Rusia.
Idlib es, en cierta medida, responsabilidad de Ankara desde que se le adjudicó el control de esta «zona de distensión». Turquía tiene doce puestos militares avanzados en esta zona y cientos de fuerzas de seguridad desplegadas. Si Erdogan consiguiera convencer al resto de grupos rebeldes que apoya y no están vinculados a los radicales de Al Qaeda, quizás se podría evitar una operación a gran escala y la muerte de cientos de civiles.
Pero los bombardeos rusos y los movimientos militares del régimen sirio en la provincia en manos del grupo extremista Hayat Tahrir al Shams, exfilial de Al Qaeda, han puesto en alerta a la población civil, que ha comenzado a evacuar la zona ante una inminente ofensiva. También la comunidad internacional y EE UU están muy pendientes de lo que ocurra. Ayer mismo los aviones sirios bombardearon varias localidades al sur de la región, causando al menos dos muertos.
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