La Razón del Domingo
El delito en casa
Hay una zona del barrio de Carabanchel, en Madrid, donde las bandas y el delito se apoderan de las calles
Cada crimen es una foto exacta de una sociedad: de sus carencias, sus defectos, sus necesidades, sus horrores. De vez en cuando, en alguna ciudad, como ahora en Madrid, ya no se puede disimular lo que pasa y salta a la actualidad la situación de un barrio: como sucede en Carabanchel, donde el Alto de San Isidro y su derivación de Pan Bendito, son lugares a punto de convertirse en zonas realmente peligrosas. La alta criminalidad del lugar lo tiene en efervescencia. Los policías han tenido que intensificar las patrullas. Aquí y allá grupos de hombres miran a los agentes como si los desafiaran. Este barrio pretende ser, por la voluntad de unos pocos, uno de esos lugares donde la Policía prefiere no entrar.
En el interior del territorio prohibido se producen venta de estupefacientes, atracos continuados, robos, hurtos, trapicheos, sustracción de vehículos. En octubre de 2011, dos policías de Carabanchel sufrieron una agresión, supuestamente por componentes de un mismo clan familiar. El asunto empezó cuando los agentes detuvieron a unos individuos que habían robado un coche.
Los agentes incautan armas blancas y drogas. Tienen que ser dispositivos cambiantes porque en el barrio los delincuentes se avisan unos a otros y lanzan objetos desde las ventanas. Todo debe ocurrir por sorpresa, a cubierto, y con suma eficacia.
La Policía recupera vehículos robados. Dicen que no suelen darse los hurtos donde viven, sino en los barrios vecinos o gente de paso. El peligro es para todos los madrileños. Cada vez está más claro que en el futuro habrá una Oficina de Seguridad en cada barrio, con criminólogos que planificarán el territorio y lo barrerán para impedir que las bandas tomen la calle. La calle es de posesión pacífica y permanente de los vecinos. Pero todavía estamos lejos de eso: la lucha contra el delito se planifica poco; los delincuentes siempre van por delante.
Hay bandas de jóvenes con etnias muy marcadas, que gozan de un trato especial cuando son reincidentes, según se quejan los agentes. Carabanchel es un distrito conflictivo con barrios en carne viva.
La Policía establece controles de tráfico, a la entrada y la salida. Paran algunos taxis de droga con pasajeros. Del interior sacan armas blancas. Comprueban si los viajeros tienen antecedentes u orden de detención. El barrio sigue en equilibrio. Algunos coches se dan a la fuga al ver los controles. Los vecinos respiran satisfechos, todavía sigue bajo el imperio de la ley. Aunque el miedo no se espanta.
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