Hollywood
Pacifismo a patadas
Fueron a buscar la paz a Oriente y se trajeron su versión más violenta. La cultura popular convirtió en leyenda el kung-fu
Primero fueron los Beatles. Se les subió el LSD a la cabeza y volaron a meditar a la India. El «flower power» puso de moda el Extremo Oriente, la meditación trascendental y los «maharishis» hindúes de pacotilla. Cosa de élites, jipis y sonados «Hare Krisnas» vestidos con túnicas color azafrán que predicaban el buenismo entonando mantras.
Pero lo que de verdad puso lo oriental en el mapa fue el despliegue cinematográfico de las artes marciales de Bruce Lee. Hasta el triunfo del kung-fu chino, el karate y el jiu-jitsu japonés dominaban la lucha oriental en los gimnasios de occidente.
Todo comenzó en 1966, cuando Bruce Lee interpretó a Kato, el chófer de la teleserie «El avispón verde», en donde exhibía sus extraordinarias aptitudes para las artes marciales. Fue entonces cuando propuso a varios estudios un western televisivo en el que un monje shaolín buscaba a su hermano por el salvaje Oeste de mediados del siglo XIX. En realidad, Lee era demasiado chino para protagonizarlo y lo sustituyeron por David Carradine como el «pequeño saltamontes».
«Kung Fu» fue uno de los bombazos de la tele de los años 70. Pelado y con cierto aire oriental, David Carradine daba vida a ese monje shaolín, de madre china y padre norteamericano, entrenado en las artes marciales por un monje ciego en un monasterio shaolín del norte de China.
Kwai Chang Caine no podía ser un personaje más bondadoso, humilde, paciente y considerado con cuantos se encontraba en los polvorientos caminos, pero en cuanto los cuatreros ponían a prueba su paciencia zen le salía del alma su entrenamiento de monje shaolín y se ponía a repartir patadas y golpes de kung-fu que los dejaba para el arrastre.
El estreno televisivo de «Kung Fu» (1971) fue una caña, que coincidió con «Karate a muerte en Bangkok» (1971), el filme que convirtió a Bruce Lee en una estrella del sudeste asiático. Con «Furia oriental» (1972) y «Operación dragón» (1973) triunfó en Hollywood como el más fulgurante intérprete de las artes marciales de todos los tiempos, gracias a las coreografías de Sammo Hung Kam-Bo. Su prematura muerte no hizo más que consagrarlo como el ídolo del proletariado y de Elvis Presley en Las Vegas. Su póster, semidesnudo y en pose de combate, lucía en revistas de kung-fu, garajes y gimnasios de barrio donde se entrenaban los jóvenes en las artes marciales, emulando a su ídolo Bruce Lee y su difusa filosofía zen de monje shaolín.
Históricamente, las enseñanzas de las artes marciales y el kung-fu shaolín se relacionaban con el monasterio budista del Monte Song, en Henan. Lin significa bosque y Shao hace referencia a la montaña sagrada Shaoshi. El santuario, varias veces destruido y clausurado durante la dictadura comunista de Mao, hoy sobrevive gracias a las representaciones de kung-fu de los monjes para los turistas que buscan los orígenes míticos de Bruce Lee y esta lucha ancestral del shaolín, difundida por el cine de Hong Kong.
Durante años, el cine de Hong Kong tuvo una abundante producción cinematográfica de cine de acción de escasa relevancia artística, pero admirada por millones de espectadores de la zona oriental y los barrios chinos de occidente, por la coreografía del kung-fu y los «backflips»: acrobacias y saltos espectaculares.
Pero fue Bruce Lee quien puso de moda el cine de artes marciales –excluyendo las dagas y katanas–, centrando la acción en las luchas a puño limpio que, en los años 70, conseguiría gran aceptación en los cines de barrio occidentales. Ese fue el lanzamiento de una industria que exportaba el cine de artes marciales, fantasmas chinos y «vampiros saltones» a medio mundo y perfeccionaba sus técnicas con directores y actores que pronto se impondría en el mismo corazón de Hollywood: John Woo, Tsui Hark y Ang Lee, y actores como Jackie Chan, Chow Yun-Fat y Jet Lee.
La moda del cine de kung-fu tuvo sus primeros imitadores en Hollywood con Chuck Norris, campeón mundial de karate, famoso por su «giro de patada». Especializado en taekwondo coreano, su lanzamiento a la gloria se debe a su mítico enfrentamiento con Bruce Lee en la pelea final de «El furor del dragón» (1973), en el Coliseo de Roma. Pese a ser derrotado, Chuck Norris adquirió tal notoriedad que le sirvió para protagonizar dos series míticas para friquis y amas de casa: «Walker» y «Texas Ranger». En su línea siguieron Van Damme y Steven Seagal, pero la mística de las artes marciales se debió a «Karate Kid» (1984) encerrada en su famosa frase: «Dar cera, pulir cera».
El salto definitivo como cine de culto lo darían los hermanos Wachowski con «Matrix» (1999) y sus espectaculares escenas de lucha coreografiadas por Yuen Woo-ping. Ang Lee, con su vuelta al cine de dagas voladoras y espectaculares efectos en las luchas con espadas en «Tigre y dragón» (2000), y la pasión de Tarantino por la serie B y el cine de kung-fu, recreado hasta extremos impensables en «Kill Bill» (2003). El traje amarillo con la franja negra que lleva Uma Thurman es un homenaje a Bruce Lee en su película inacabada «Juego con la muerte» y David Carradine juega con su papel en «Kung Fu».
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