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Leonor y sofía cogen el timón
La cita era a las diez de la mañana y casi, casi, se cumple. Con una humedad de justicia que caía como plomo sobre la bahía de Mallorca hizo su aparición en el Real Club Náutico de Mallorca el monovolumen conducido por Doña Letizia, con el Rey Felipe de copiloto y las niñas, sin alzadores de sillita, detrás. Foto familiar en la puerta del club y excursión al barco de la Armada. El «Aifos» estaba despejado de tripulación pero con la rampa preparada para recibir las regias visitas. Don Felipe, como un cicerone, les hacía un tour a sus hijas por el barco e incluso las bajó a las tripas de la embarcación, mientras Doña Letizia, de espaldas a los fotógrafos (por lo que pudimos ver un buen rato la marca de la camiseta negra que vestía), conversaba con un marinero del Aifos. Las niñas no parecieron emocionadas con las explicaciones, de ahí que empezemos a entender por qué no han realizado ningún curso de vela. Creo, Majestad, desde el respeto y el cariño, que las niñas no le han salido lobas de mar, y Doña Letizia, que ya luce algo de bronceado, tampoco es de enrolarse a desplegar y recoger velas.
A juzgar por el mensaje de la camiseta de algodón de 180 gramos de la reina, las mujeres de la familia tiran más a KK Kafka. De hecho son ediciones de camisetas que vende una editorial salmantina a 15 euros y, casualidad, es en la que edita sus libros su amigo Rodrigo Cortés. El lema de la empresa: «Libros cuadrados como puños». No es baladí, por tanto, que la Reina elija precisamente esa camiseta para acudir a un club náutico que llevaba años sin pisar. Esa prenda negra sobre su trabajado cuerpo hará que las existencias se agoten, la mejor campaña de imagen que cualquier emprendedor podría imaginar.
Por cierto, que no en todos los barcos es obligado quitarse los zapatos. En el «Aifos», las niñas subieron con sus avarcas menorquinas, igual que Don Felipe y Doña Letizia, esta última con sus sandalias ideales con un taconazo XXL. Un par de vasos de agua con gas más tarde, pues el calor era sofocante, regresaron todos al coche: las tres féminas partieron por tierra, mientras que el Rey lo hizo por mar, hacia el campo de regatas. Fue allí donde recibió de nuevo la visita de su hermana Elena, que surcó el mar en el yate «Somni» junto a su hijo, Froilán. Para seguir la competición, la cuñada de Doña Letizia se sirvió de una cámara con un objetivo digno del más indiscreto paparazzi. Quién sabe si esa afición por la fotografía de la Infanta la lleva a participar en concursos fotográficos como ya hizo en su juventud, cuando ganó su primer dinero gracias a una instantánea de caballos que firmó bajo el seudónimo de «Anele», Elena al revés.
Un tenor a bordo
Desde otra embarcación fletada por el banco suizo Mirabaud, el tenor Juan Diego Flórez pudo ver también cómo regateaba el Rey. Hoy, el cantante pondrá el broche de oro a la competición en el Auditorium de Palma de Mallorca. El que posiblemente sea el mejor tenor del mundo dará un recital con las entradas prácticamente agotadas desde el minuto cero. Además lo hará en una sala que frecuenta en verano la Reina Sofía y, ante el peso del cartel de esta jornada, quién sabe si ocupará al palco que la familia Ferragut, propietarios del Coliseo, le reservan por si acaso. Es la primera vez que el peruano pisa Palma de Mallorca, «pero no Baleares, porque en 2004 visité Menorca y estoy super feliz de estar ahora aquí», aseguraba ayer entre ola y ola. En un ambiente de humedad máxima su voz está pletórica; sólo hará dos ensayos a puerta cerrada.
Juan Diego tiene prevista una sorpresa para esta noche. «Quizá toque la guitarra o la tuba, pero sorpresa habrá». Su vinculación con la guitarra es sentimental: «Se trata del primer instrumento que me dio dinero para comer. Como en Perú no había escuelas de canto, mi mamá tuvo que vender su coche para poder pagarme el viaje a Nueva York y, cuando llegué allí, me faltaba dinero para comer. Conseguí una guitarra, me fui al metro a tocar y allí gané 50 dólares, que para mí era mucho. De ahí que tenga los pies en la tierra». Acto seguido les daba las gracias a sus padres por los genes transmitidos y por rodearle de música lírica y andina. También a Krauss y a Pavarotti por ser sus referentes e incluso a los Rolling Stone, «que si me pidieran que cantase con ellos no lo dudaría, porque son mis rockeros favoritos».
Aunque ayer la atención más que en el canto estuvo en los barcos y en la mar. Resultó curioso ver a Flórez, vegetariano convencido, delante de un plato de jamón de bellota «10 Vetas» de Jabugo. Se lo comió entero antes de subirse a un yate de 20 metros para seguir las regatas. Dado que durante nuestra conversación estábamos pendientes del atraque del «Aifos», la pregunta fue obligada: «Claro que he conocido al Rey Felipe. Y al otro rey también, al rey padre. Ahora, no he estado con ellos, pero sí los he conocido». ¿Y le gusta navegar? «Me encanta, pero no soy regatista como ellos», matizaba.
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