Acoso sexual

#Metoo: La foto final de Terry Richardson: «Me hizo sentir como una prostituta»

El propio rotativo «The Sunday Times» se preguntaba cómo una persona con semejante historial podía seguir siendo celebrado y contratado por la industria

Terry Richardson. Reuters
Terry Richardson. Reuterslarazon

El fotógrafo ha sido acusado de abusos sexuales varias veces a lo largo de los años, pero tras el «caso Weinstein» sufre las consecuencias de su comportamiento por primera vez.

El tótem de la industria promete a una mujer joven ayudarla a abrirse camino a cambio de favores que nada tienen que ver con el mundo profesional. En el sector, los supuestos abusos son un secreto a voces. Y, sin embargo, él sigue acumulando éxitos en su carrera gracias al apoyo de las mejores firmas. ¿Nueva entrega del «Caso Weinstein»? No. Pero ahora que el escándalo del productor de Hollywood protagoniza las páginas de los rotativos de ambos lados del Atlántico, la figura de Terry Richardson ha vuelto a cobrar interés. El reconocido fotógrafo americano lleva años siendo objeto de acusaciones de abuso sexual por parte de las modelos. Es más, se le conoce como el «Harvey Weinstein del mundo de la moda». Sin embargo, a diferencia del productor de cine –a quien se le han cerrado todas las puertas y está siendo investigado por la policía de Reino Unido y Estados Unidos– a Richardson, hasta ahora, no le podían ir mejor las cosas.

Acaba de presentar la campaña de Valentino para su colección Resort 2018, el mes pasado se le vio conversar animadamente del brazo con Edward Enninful, el nuevo editor de «British Vogue», y sigue siendo amigo, entre otros, de los diseñadores Tom Ford y Marc Jacobs y de la presentadora Martha Stewart. Asimismo, sigue colaborando con numerosas revistas como «The Wall Street Journal», «Rolling Stones» y «Porter». Pero su nombre ha vuelto a salir a la palestra después de que la modelo estadounidense Cameron Russell lanzara la semana pasada una campaña de Instagram con el hashtag #MyJobShouldNotIncludeAbuse (Mi trabajo no debería incluir abuso). Rápidamente recopiló 79 testimonios anónimos de abuso, comportamiento lascivo y acoso sexual y aunque se eliminaron los nombres de las supuestas víctimas, muchas personas del sector vieron similitudes entre las acusaciones y el comportamiento de Richardson.

Vetado de Condé Nast

El propio rotativo «The Sunday Times» se preguntaba cómo una persona con semejante historial podía seguir siendo celebrado y contratado por la industria. Tras la publicación del reportaje, los presidentes de las distintas divisiones por países que agrupa Condé Nast Internacional –responsable de cabeceras como «Vogue», «GQ», «Glamour» y «Vanity Fair» en 29 mercados– recibieron un email firmado por James Woolhouse, el vicepresidente ejecutivo de la compañía, en el que les prohibía «con efecto inmediato» volver a trabajar con el fotógrafo. Según «The Telegraph», el email añadía que cualquier producción de fotos que hubieran planeado con él, o incluso cualquier fotografía suya ya realizada y aún por publicar, debían ser «canceladas o sustituidas por otro material». Sin embargo, esta no es ni mucho menos la primera vez que el fotógrafo, con base en Nueva York, se ve envuelto en la polémica. En 2014 se llegó a crear la campaña #NoMoreTerry (No más Terry), que llamaba a boicotear a cualquier marca, persona o publicación que colaborara con él, después de que fuera acusado de abusos por seis modelos.

«Caza de brujas»

Entonces, el conocido como «enfant terrible» de la moda salió en su propia defensa enviando una carta a «The New York Post» en la que afirmaba que era objeto de una «caza de brujas» y aseguraba que todos los encuentros con sus supuestas víctimas habían sido consensuados. Entre sus principales alegaciones aseguraba que siempre estaba rodeado de gente en sus sesiones fotográficas. «Nunca estábamos solo la chica y yo. Siempre había asistentes u otra gente, o las chicas se traían a sus colegas para pasar el rato. Eran sesiones de día, sin drogas ni alcohol. Y transcurrían como un espectáculo improvisado, algo divertido y emocionante dirigido a lograr imágenes potentes. Nada más. Personas colaborando, explorando la sexualidad y haciendo fotos», rezaba la misiva. La publicación puntualizaba que, sin embargo, Richardson parecía «desconocer o no estar dispuesto a reconocer que hay formas de coerción que se pueden ejercer de manera tácita o situacional», particularmente cuando las modelos son jóvenes y buscan hacerse un hueco en el negocio. Con todo, pese a la polémica, a Richardson nunca le faltó trabajo. Es más, ese mismo año realizó la alabada y muy copiada campaña de Valentino de otoño, en la que sus brazos tatuados sujetaban los bolsos y zapatos de la marca.

Richardson, de 52 años, comenzó a hacerse un nombre en los noventa gracias a sus sesiones de fotografía con alto contenido sexual. En su extenso currículum hay colaboraciones con «GQ», «Vogue» y «W», además de que ha trabajado con celebridades como Beyoncé, Cara Delevingne, Lady Gaga, Miley Cyrus y el propio Barack Obama. Fue él quien dirigió el controvertido vídeo del single «Wrecking Ball», de Miley Cyrus, presentado en 2013, donde la cantante aparece completamente desnuda sentada en una gran bola de demolición. Cyrus aseguró recientemente que se arrepentía de haber hecho el vídeo. Determinadas firmas como H&M y Mango dejaron de trabajar con el fotógrafo hace más de tres años a medida que crecía la preocupación por las imágenes pornográficas que resultaban de sus sesiones.

Por su parte, Liskula Cohen, una ex modelo que trabajó durante 24 años en la industria y apareció en la portada de «Vogue», «Elle» y «Cleo», contó a «The Sunday Times» su experiencia con Richarsdon. «Trabajé con él una vez y nunca volvería a hacerlo de nuevo. Me hizo sentir como si fuera una prostituta». La maniquí afirmó que aquella fue la única vez que abandonó una sesión fotográfica en su carrera, después de que Richardson le pidiera que simulara realizar sexo oral en el estudio. «Mi consejo para cualquier modelo que esté pensando en trabajar con él es que se lleve a un guardaespaldas, que se deje la ropa puesta y, si ve algo raro, llame a la policía», matizó.

Esquizofrenia

El padre de Richardson, el también fotógrafo Bob Richardson, estableció unos truculentos antecedentes al presumir de acostarse con sus modelos en los años sesenta. «Las sesiones solían acabar en sexo», recordaba. Su padre abandonó a su madre –una ex bailarina del Copacabana llamada Norma Kessler– cuando Terry tan solo era un niño. Tuvieron que buscarse la vida mientras veían de lejos cómo el padre caía en la esquizofrenia y la indigencia. Antes de decidirse por la fotografía, Richardson probó suerte en el mundo de la música. Después sería su propio progenitor, a quien rescató de las calles, quien le ayudaría a introducirse en el mundo de la moda.

En lo que a la vida sentimental del fotógrafo respecta, estuvo casado con la modelo Nikki Uberti de1996 hasta 1999 y este verano se casó en Nuevo México con Alexandra Bolotow, con la que tiene gemelos, Rex y Roman. Ella era su antigua asistente y, según un artículo del «New York Post» publicado en noviembre de 2015, consiguió el trabajo accediendo a cumplir algunas propuestas dudosas mientras posaba para él. Ella afirma que estuvo de acuerdo con la sesión que protagonizó.