Hollywood
Sobrevivir al infierno
La vida no ha sido sencilla para Carrie Fisher (Princesa Leia). «La guerra de las galaxias» fue su salto a la fama pero también su caída «al lado oscuro»
Una semana extraña, boquiabierto ante las fotografías del cumpleaños de Kim Kardashian, abeja reina del petardeo televisado. Organizada por el rapero Kanye West, la cosa iba de acudir con barrigas postizas, de modo que Kim, embarazada de siete meses y rodeada de panzas de quita y pon, zampara bollos sin complejos. Al festejo no acudió otra de las hermanas Kardashian, Khloé. Anda la pobre muy ocupada velando la recuperación de su ex marido, el ex baloncestista Lamar Odom, que evoluciona favorablemente de un pasote que ríase usted de los de James Ellroy en su etapa juvenil y zumbada de asaltar casas ajenas para beberse el botiquín del vecino. Khloé, en fin, ha paralizado su divorcio de Odom, que estaba visto para sentencia. No descarten que del culebrón post apocalíptico surja una historia entre la abnegación y el amor después del diluvio equivalente a varios millones de dólares en exclusivas. Cosas que pasan cuando tu vida es un programa abierto hasta el amanecer y un caudaloso río de oro y mierda.
El otro vector informativo ha sido el regreso de «La guerra de las galaxias» y el tercer y definitivo tráiler de «El despertar de la fuerza». La película se estrena el 18 de diciembre. La dirige J.J. Abrams, el niño viejo y listo que primero revivió, bien que edulcorando sus virtudes con profusión de batallas palomiteras y redundantes efectos especiales, la gloriosa saga de «Star Trek». Creador de «Lost» y, todo hay que decirlo, director de la deliciosa «Super 8», Abrams ha tenido el acierto de no contar casi nada en los 2 minutos de un tráiler que, lejos de la fanfarria garantizada en semejantes bodrios, emplea su tiempo en mostrar, tantos años después, los rostros pulidos por el tiempo de Han Solo (Harrison Ford) y la Princesa Leia (Carrie Fisher).
- Trastorno bipolar
Ford, por cierto, no tiene fama de ser el actor con el carisma intelectual más arrollador del planeta Hollywood, pero Fisher, que ha sobrevivido a mil huracanes, le da mil vueltas a todas las esforzadas divas disfuncionales que pueblan el colorín estos días. Hija de Debbie Reynolds («Cantando bajo la lluvia») y Eddie Fisher, su infancia puede resumirse en que papá abandonó el hogar cuando Carrie tenía dos años para consolar a una amiga de la familia, una tal Elizabeth Taylor, que acababa de perder a su marido, Mike Todd, y a continuación casarse con ella. Con trece años Carrie ya le daba a la mandanga con la alegría de los chavales a los que cantó El Fary. Pocos años después se pasaba al LSD. Cuando los viajes celestes comenzaban a irse de las manos mamá Reynolds llamó a otro amigo de la familia, Cary Grant, para que aconsejara a la niña. Algo debió de hacer o decir bien el gran seductor, porque Carrie abandonó el ácido. Claro que entre medias protagonizó la primera entrega de «La guerra de las galaxias», entabló amistad con otro renombrado adicto a la lechuga y el zumo de tomate, John Belushi, vivió varios años subida a un globo aerostático de alcohol y cocaína y protagonizó un descalabro matrimonial junto a Paul Simon.
A mediados de los noventa fue ingresada en un psiquiátrico y le diagnosticaron un trastorno bipolar. De todo ello regresó con el empeño de una superviviente y el talento de una escritora que hizo de la hoguera en la que casi arde una memoria por entregas en novelas y monólogos de ácido fórmico. Siempre con la sonrisa un poco histérica del payaso triste que ríe mientras el personal juega a escribirle el obituario. «Después de haber esperado toda la vida que me dieran un premio por algo... Ahora recibo premios todo el tiempo por ser una enferma mental», escribió, «pero bueno, peor sería quedar subcampeona en el torneo a la Mujer Bipolar del Año».
Héroes menores
Del olimpo...
Drew Barrymore
La niña que enamoró a E.T., realeza del cine, presenta libro, «Wildflower», y explica a la revista «People» que si sus hijos quieren ser actores tendrán que esperar a cumplir los dieciocho. Sabio consejo de quien fumaba con nueve, consumía cocaína con doce y estuvo a punto de suicidarse con catorce.
... al infierno
Taylor Swift
El 99% de los músicos estadounidenses, que pelean contra el hundimiento de la industria discográfica, al saber que Taylor Swift, meliflua diva de la anorexia poética, se mete un millón de dólares al día por publicar unos discos que son el equivalente a las cursilerías de una Shirley Temple en formato canción.
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