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Cruzar el Atlántico en una hora
Más rápidos, más ecológicos y más baratos. Así son los vuelos que han cambiado el concepto de turismo que se tenía hasta hace bien poco
En 1950 los trenes tardaban más de seis horas en recorrer la distancia que separaba Madrid y Alicante. En 2015 el tiempo se redujo a menos de dos horas y en 2025, gracias a la levitación magnética, y se reducirá a 45 minutos. La tecnología Hyperloop también aceleró los viajes en trenes de largo recorrido. Pero los aviones se estaban quedando atrás. Los grandes cambios en el transporte aéreo sólo beneficiaban a la industria (aeronaves más grandes) o hacían más soportable el tiempo de vuelo gracias a las opciones de entretenimiento. Pero las horas a bordo apenas se habían reducido entre 1950 y 2020. Los vuelos seguían durando prácticamente lo mismo, lo cual era ilógico dadas las innovaciones y las tecnologías disponibles y los avances experimentados en otros medios de transporte.
Todo cambió cuando en 2020 Airbus comenzó a implementar los vuelos «point to point». Esta técnica consiste en elevarse por encima de los 100 km de altura, muy por encima de la altura de vuelo normal, para luego descender trazando un triángulo y, aprovechándose de la rotación terrestre, reducir notablemente los tiempos de vuelo. La idea en realidad era muy sencilla. Una vez en el aire, la energía necesaria para mantener la altitud es muy poca comparada con la que se requiere para despegar. Las compañías fabricantes de aviones decidieron crear un sistema de lanzaderas, similar al que se utiliza en los portaaviones, para hacer despegar las naves y que se bautizó como «eco-climb» (despegue ecológico). Esto provocó grandes cambios.
Primero, las pistas se acortaron notablemente (aunque la mayoría de los aeropuertos debieron adaptarlas al nuevo sistema). Segundo, ya no se dependía tanto de factores climáticos. El peso de los aviones pudo reducirse notablemente, ya que no cargaban tanto combustible y se hicieron más aerodinámicos en su diseño. En los años previos, la aviación comercial generaba el 2% de las emisiones de CO2. La cifra en 2025 es casi cero.
Todo ello redujo los gastos de las compañías de aviación, que comenzaron a vender pasajes cada vez más baratos hasta hacer de los vuelos transatlánticos una escapada de fin de semana asequible.
Pero no fue el único beneficio para los turistas. Dada la poca longitud necesaria para los despegues, los aeropuertos están hoy mucho más cerca de las grandes ciudades. Se redujo el coste de los viajes, el de los impuestos y el de la contaminación.
Y, a bordo, también cambió la tecnología. Por un lado, la NASA trabajó con el fabricante Lockheed Martin para crear aviones supersónicos mucho más silenciosos. Y Airbus desarrolló una tecnología que convertía el fuselaje completo en una enorme ventanilla, algo que sólo el piloto podía activar por cuestiones de seguridad.
Éstas contaban con una tecnología que se aprovechaba de la energía solar para convertirse en cargadores de móviles, tabletas y ordenadores, mediante puertos USB. Y también eran pantallas táctiles que aportaban información del vuelo y, al girar los asientos hacia ellas, se convertían en centros de entretenimiento.
Los asientos, inspirados en tecnología biomimética, se autolimpiaban y el equipaje de a bordo llega directo a nuestro asiento desde la sala de embarque.
Los vuelos «point to point» lograron, después de casi un siglo, devolverle a la aviación comercial, la velocidad que le caracterizaba en sus primeros años.Eso sí, los tiempos de ver varias películas o dormir a bordo se acabaron.
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