Opinión

Moda sigilosa

Existe un discurso sobre el lujo silencioso que es necesario revisitar o revisar.

Ana Ureña, directora del Suplemento LifeStyle de La Razón
Ana Ureña, directora del Suplemento LifeStyle de La RazónLa RazónLa Razón

Últimamente se comenta que la gente adinerada viste de una manera discreta, sin estridencias, entiéndase sin logotipos. Dos ejemplos de abanderados de esta tendencia para entendernos: el primero, la actriz Gwyneth Paltrow durante su último juicio por un accidente de esquí que tuvo en el 2016 y del cual fue declara no culpable. Acudió a los juzgados enfundada en un abrigo largo de corte masculino de The Row de más de 4000 euros que combinó con un jersey de Loro Piana de cachemire que cuesta desde 800 a 3500 euros, dependiendo de la calidad y que, a simple vista, bien podían ser de esa marca o de Uniqlo. La diferencia solo la ve un ojo entrenado y a veces ni eso. Entre otras cosas, los medios calificaron sus looks como un estilo billionaire chic. Ropa de lujo sin pretensiones. Pero que no haya pretensión no significa que no exista una intención. El propósito de la actriz era pasar desapercibida mientras luchaba por su inocencia en la corte. Ser un lienzo en blanco. No parecer una privilegiada. No aparentar nada.

Gwyneth Paltrow y su billionaire chic
Gwyneth Paltrow y su billionaire chicLifestyle

Por otro lado, los personajes de la serie de HBO Max Succession, hijos del magnate ficticio Logan Roy (que se rumorea está inspirado en Rupert Murdoch), son los responsables de volver a prender la llama del interés popular por el lujo silencioso en la indumentaria, cada vez que se estrena una nueva temporada. El mayor, Kendall, usa desde gorras de Loro Piana (600 €) hasta chaquetas bomber de Tom Ford (6000 €), pasando por gafas de Jacques Marie Mage (700 €). Siobhan, su hermana, suele vestir de Ralph Lauren, Max Mara, The Row y Monse.

Aunque algunos apuntan que estas marcas que carecen de logos lo ganan en estilo, la realidad del guion de la serie es que estos personajes no tienen interés alguno ni por el estilo ni por la moda. Lo único que les motiva es el poder. No es que rompan las reglas de la moda para sorprendernos, es que juegan a otro juego. Aparentar o no aparentar no es uno de los planteamientos vitales que se hagan. Es más, cuando Kendall pasa por un momento bajo, es cuando le surge su curiosidad por encontrar un estilo personal e invierte en looks terribles con cadenas de oro de eslabones XXL y diamantes incluidos. Los guionistas utilizan este repentino interés por la moda para vestirlo con un modo hortera on. Menos mal que vuelve a salirle la vena por inmiscuirse en el negocio familiar y vuelve a delegar sus looks a su personal shopper. Aquí prima la calidad de las prendas, por supuesto, pero por una cuestión de comodidad, no de estilo. Es más, a veces hasta carecen de ello, porque no es una de sus prioridades.

Tampoco era la prioridad de Steve Jobs y todos los millonarios de Silicon Valley que pusieron de moda el vestir de uniforme: camiseta, vaqueros, zapatillas. Un conjunto pensado en contraposición al intrincado traje de Wall Street, y que no tenía que ver con vestir bien o mal, con gastar mucho o poco, sino solo con vestirse. Era algo práctico.

Todo esto para decir que hay mucha gente adinerada que a día de hoy sí usa logotipos, joyas ostentosas y pieles exóticas en bolsos iconos inmediatamente reconocibles por el gran público. El lujo silencioso no representa a la totalidad de las personas con dinero, incluso entra en el repertorio sartorial de algunas que no lo tienen. El lujo también puede hacer ruido, y mucho.