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Moda

Pierre Cardin inaugura la 080 con un musical

El diseñador produjo y confeccionó los trajes de «La belleza no tiene piedad», inspirada en «El retrato de Dorian Gray», que se estrenará el 30 de enero en Barcelona dentro del marco de la pasarela de moda catalana.

Pierre Cardin
Pierre Cardinlarazon

El diseñador produjo y confeccionó los trajes de «La belleza no tiene piedad», inspirada en «El retrato de Dorian Gray», que se estrenará el 30 de enero en Barcelona dentro del marco de la pasarela de moda catalana.

Ya está en puertas y siempre con un programa atrayente mas allá de los treinta desfiles de moda. La 080 llega a su decimonovena edición y abre con un espectáculo de campanillas: nada menos que un musical producido por y con trajes de Pierre Cardin, esta vez es el único nombre de doble relumbrón. «La belleza no tiene piedad» –y tanto, es cruel– se inspira en «El retrato de Dorian Gray», lo más conocido de Oscar Wilde por encima de sus maravillosos cuentos. El 30, en Barcelona, la obra iniciará una gira mundial después de su estreno veneciano en la Plaza de San Marcos el pasado agosto. Va de obsesiones estéticas, incluso homosexuales, de un icono masculino actual. Todo empieza cuando un acomplejado Dorian Gray de ya 38 años se esconde como si fuera un anciano, aunque el tiempo únicamente se acusa en el retrato que esconde bajo siete llaves.

Nacionalizado francés

El gran secreto de su inmortalidad tantas veces llevado al cine cautivó a Pierre Cardin que, como otros grandes, alterna la pasarela con el teatro desde que en l957 revolucionó la moda «pour homme» con propuestas futuristas al aire del entonces avanzado Courrèges, que luego tanto imitó Berhanyer. Cardin, que en realidad se llama Pietro Cardini y nació en Florencia, en seguida se nacionalizó francés, como tantos otros diseñadores que consideraban París «el no va más». Frente al aburguesamiento casi «pompier» entonces imperante en la decoración comercial, Cardin deslumbró abriendo una vanguardista y acristalada boutique en el caro Faubourg St. Honoré. Recuerdo que mi primera compra fue un par de zapatillas nada tradicionales, unas pantuflas negras con el talón descubierto de líneas avanzadas. Costaban un dinero, pero cómo resistirse al esnobismo de traérmelas a España. Luego lo conocí cuando Frédéric Mitterrand, sobrino de «monsieur le president», organizó en la Filmoteca un homenaje a Sara Montiel que presentó Sam Fuller con una retrospectiva de sus películas. Nos dio la famosa cena en Maxim’s, otra de sus conquistas, con Sara, Pepe Tous y nada menos que el grandísimo Nuréyev. El bailarín enseguida se enlazó con la manchega universal, le dieron a «El relicario» y, acabada la danza, Trialasos y yo le preguntamos qué tal la había llevado: «Fatal, incluso me ha pisado», nos dijo, aunque nos costó creerla porque era el mejor bailarín del mundo. Cosas de la Sara inolvidable y sin parangón en nuestro cine por su belleza única y sexy.

Como siempre hacen los de la 080, cada edición eligen escenarios emblemáticos y monumentales para los desfiles. Así hemos visto desde el teatro griego de Montjuich a las góticas Atarazanas o la Bolsa. Esta vez es el Teatro Nacional, mazacote apastelado de Ricardo Bofill, que la mejor huella que tiene en su ciudad son los edificios «garita» donde vivía, inmediatos al domicilio que Carmen Cervera tenía antes de hacerse señora baronesa.

Existe expectación desmesurada ante esta hora y media de espectáculo inaugural con quince arias y montaje de muchos efectos luminotécnicos al tiempo muy abstracto y potenciado con vídeos. Daniele Martini, el director, es tan italiano como lo fue Cardin. Nacido en Padua, cuna de San Antonio con el niño en brazos, ya colaboró con Cardin en 2009 con un musical sobre Casanova que llegó a representarse en la Ópera de Atenas y en el Bolshoi moscovita. Siempre con dinero del modista, firmó en 2013 «Hamlet», otro texto literario. Actuó como auténtico Juan Palomo de autor, intérprete, director y coproductor.

Cardin coordina su creatividad y fervor teatral como otros colegas compaginando pasarelas y escenarios. Recuerdo la histórica «Salomé», hecha en 1987 por Montserrat Caballé en La Scala, donde dirigía Bob Wilson, entonces ya mitificado, con trajes negros de Versace. Patearon la versión donde los divos actuaban estáticos y un ballet daba movimiento. En su crítica, «Il corriere de la sera» únicamente destacó a nuestra soprano, la última diva. Son frecuentes los figurines escénicos de Lorenzo Caprile, acaso el más teatral de nuestros «couturiers», igual que Berhanyer vistiendo de gran señora a Analía Gadé, o Asunción Bastida a Ladrón de Guevara y a Amparo Rivelles. En los programas de mano destacaban al modista como otro atractivo, tal Pertegaz, o como Ramón Esparza, eterno amigo de Balenciaga, que creaba los trajes para los musicales lujosos, más que revistas, de Celia Gámez.