Diseñadores
The Stoat, cuando el rosa enamora
Impulsada por su alianza con Eduardo Casanova, la firma española se ha convertido en la preferida de los famosos
Impulsada por su alianza con Eduardo Casanova, la firma española se ha convertido en la preferida de los famosos.
El curioso nombre The Stoat comenzó a sonar gracias a aquel esmoquin rosa que Eduardo Casanova lució en los premios Goya. Detrás de esa arriesgada apuesta estilística están Renato Ruffoni y Carlos Paredes, dos jóvenes que se definen como sastres –aunque suman entre ambos un abanico de carreras y cursos relacionados con la moda– y que se han convertido en la marca fetiche de los actores españoles. Al entrar en su atelier de la calle Almirante resalta un sofá rosa empolvado, el mismo tono del traje de Casanova. El primer vestido suyo que paseó por una alfombra roja, con Macarena Gómez como modelo, también era rosa. Y aunque el color sin duda se está convirtiendo en parte de la identidad de la marca, no es la única característica que la define.
Paredes y Ruffoni presentaron el pasado jueves su colección primavera-verano en lo que describen como una puesta en escena. Además de proyectar parte de un corto dirigido por Eduardo Casanova, los dos modistos estuvieron presentes durante el desfile, organizado de modo que diera la sensación de que el público estaba dentro de su atelier. Ataviados con batas blancas, ambos tomaban medidas y completaban los «looks» de las modelos que paseaban por el recinto. Mientras tanto, los asistentes se mecían al ritmo de la salsa de Rubén Blades y Óscar de León. La elección musical tiene dos razones: la primera, que Ruffoni es venezolano, y la segunda, que la colección está inspirada en Sudamérica: desde las culturas indígenas hasta «las piezas pulcras que recuerdan a Carolina Herrera cuando vivía en la hacienda La Vega». Además, continúan con la estética retro-futurista inspirada en extraterrestres y conspiraciones que ya utilizaron en la pasada colección.
El rosa ocupó lugar en camisas y conjuntos de pantalón corto y top, pero también hubo mucha presencia de telas metalizadas, como un tejido corrugado color plata que utilizaron en chalecos y faldas con volantes. De la propuesta para mujer destaca un mono color beige con una manga asimétrica tipo pañuelo. El toque latino lo ponían las sandalias planas de rafia de la marca colombiana Carmelina y los sombreros Wayú, hechos especialmente para The Stoat por artesanas indígenas en Sudamérica. En la ropa para hombre se aprecian los cortes clásicos de camisas y trajes, pero con tejidos experimentales o sutiles cambios que los modernizan. Por ejemplo, una camisa de manga corta y estampado a cuadros azul cielo con cuello de pajarita.
Aunque venden las prendas más sencillas a través de su web, trabajan sobre todo a medida. Es parte de su intención de recuperar el oficio de la sastrería, que consideran «está bastante perdido». «Una de nuestras mayores influencias es Balenciaga, lo cual puede parecer un cliché, pero él estudió sastrería y eso se nota en la estructura de sus prendas, que todavía son actuales porque usaba cortes atemporales y funcionales», explica Ruffoni. Ambas características les definen también a ellos, que defienden la comodidad por encima de todo. Además, se nota en sus prendas la influencia de Josep Font para Delpozo, con el que Paredes hizo prácticas. «Allí me empapé de las técnicas de costura que aplican. Hay muy poca gente que de verdad haga las cosas tan bien como ellos. Intentamos que nuestras prendas sean igual de impecables», afirma.
El nombre de la firma, que en español quiere decir el armiño, fue elegido con cuidado. «Se trata de un animal que cambia el pelaje dependiendo de la temporada. Nos pareció apropiado para esta industria. Además, aquellas pieles blancas con puntos negros que llevaba la realeza antiguamente eran de armiños y nos gustaba esa connotación de lujo», explica Ruffoni.
El contacto con Casanova, al que llaman familiarmente Edu, llegó apenas unos meses después de que lanzaran la marca. Llegaron a él a través de sus estilistas y recuerdan que el reto de ese primer traje, cuya única especificidad era que debía ser rosa, fue que el actor se viera elegante y masculino. De hecho, tuvieron que decirle que no a algunas de sus exigencias: «Quería ponerle pedrería, pero nos negamos», recuerda Ruffoni entre risas. Le siguieron otros dos trajes para Casanova en tonos parecidos y decenas para otras «celebrities», desde Jon Kortajarena y Lulú Figueroa a Alicia Rubio, Fernando Guallar y Alba Ribas. La semana que viene veremos diseños suyos en el estreno de «La Llamada» y hasta en la alfombra roja, en Los Angeles, de «Blade Runner 2049».
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