Andalucía

Banca pública, ¿otra vez?

Envalentonada porque el resto de debatientes se embarcó en un bucle de preguntas sin respuesta confesable (¿Entregará Andalucía a los enemigos de España? ¿Pactará usted con Vox? Sí y sí, habría sido la salida franca, la aritmética dictaminará qué «sí» se corporeiza), Teresa Rodríguez se lanzó a proponer. Uno daba por descontado, porque la progrez nunca abandona sus supersticiones, que la candidata comunista se lanzase al precipicio del «keynesianismo», que así se pronuncia esa reclamación de «inversiones públicas» que se alcanzó a entender entre el estrépito de agudos de sus cuerdas vocales. Al cabo, puede que cuando Zapatero tuvo la ocurrencia ruinosa del Plan E –secundado por secuelas autonómicas e incluso municipales–, Lady Kichi aún anduviese afanada en vandalizar la Real Fábrica de Tabacos, verdadero fin de ese gamberreo al que llaman activismo universitario. Vaciar, en efecto, el bolsillo del contribuyente para repartirlo entre contratados a dedo es un viejo vicio de la izquierda, pero ella fue más allá al reclamar la instauración de la banca pública. Reinstauración sería más bien, puesto que el principal agravante de la crisis en nuestro país fue la existencia del podrido sistema de las cajas de ahorro. Es generalizada, también cínica, la ignorancia de que el llamado «rescate bancario» que impuso la UE no afectó a ningún banco, sino a esos chiringuitos financieros esquilmados por políticos de todo el arco ideológico, sin faltar los «coñonraos» de IU ni los «aprovechateguis» sindicales: Bankia (CajaMadrid, Bancaja, Caja de Canarias, Caixa Layetana, Caja Rioja, Caja Ávila y Caja Segovia), Caja Castilla-La Mancha, CAM, Caixa Catalunya, Novacaixagalicia (Caixa Galicia y Caixanova), Unnim (cajas de Sabadell, Tarrasa y Manlleu)... He aquí la banca pública, para quien quiera más.