Sevilla
Bellver, adiós y gracias
De origen valenciano y nacido en Bilbao, a Mariano Bellver lo unió como una predestinación su apellido materno, Utrera, con la provincia que sería la suya para siempre. El coleccionista por antonomasia, el filántropo andaluz más generoso de este primer cuarto de siglo, ha fallecido este fin de semana entre la (tardía) admiración general y tras haber podido contemplar, a sus 91 años, la obra que lo preocupó y le ocupó los últimos quince años de vida. En vísperas del Día de la Raza, enfrente de la cara oriental de la Giralda según termina la calle Mateos Gago, se inauguró la llamada Casa Fabiola, un museo sito en la antigua residencia de los Marqueses de los Ríos con más de cuatrocientas piezas donadas por Bellver: lo mejor del costumbrismo contemporáneo regional (Valeriano Bécquer, Hohenleiter, Rico Cejudo, Sánchez Perrier, Gonzalo Bilbao, Jiménez Aranda...) reunido en la una colección cuyo epíteto primero, PRI-VA-DA, suena a música celestial en esta Andalucía de paguita, subsidio e intervencionismo asfixiante de las administraciones. ¡He aquí un brote verde de sociedad civil para que nos acordemos de su existencia! Con tres alcaldes hubo de pelearse para regalar a su ciudad adoptiva un tesoro de valor incalculable, renuentes como eran a exponerlo en un edificio en consonancia con su belleza. Reservan los palacios más suntuosos para oficinas en las que apacentar a sus cogecosas y chupatintas, pero tardaron tres lustros en hallarle un aposento digno al arte, con riesgo de que el mecenas aceptase ofertas de otras ciudades y comunidades, incluso una astronómica desde Azerbaiyán que le resolvía su existencia a varias generaciones de su familia, para trasladar allí su legado. Hacía mucho tiempo que uno no hacía tanto por tantos, y sin darse importancia alguna. Descanse en paz.
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