Barcelona

La reina Ana

Delante del Hôtel de Ville, la suntuosa casa consistorial de París en la que reina Ana María (Anne) Hidalgo, pocos lugares existen más monárquicos que la capital de la República Francesa, se colocó durante toda la semana un mini parque temático de golf para celebrar el advenimiento de la Ryder Cup, una de las cinco competiciones deportivas más importantes del mundo. Era la segunda vez que este torneo salía de las Islas Británicas o de Estados Unidos, y la primera fue hace más de veinte años en Valderrama, municipio de San Roque. Son cuestiones que debieran animarnos a abandonar los complejos ante las naciones de la Europa rica, como debería motivar a los catalanes más cerriles el contar con todo un ex primer ministro galo entre los candidatos a la alcaldía de Barcelona. ¡La segunda ciudad española es el objeto del deseo de un prócer mundial! ¡Y se expatria para intentar ganar el bastón de mando! Nada de eso, Manuel Valls ha sido recibido como un invasor en la Ciudad Condal, de mismo modo que a la cañaílla Hidalgo le lloverían las ofensas si decidiese volver a su tierra natal a ejercer la política. Lo menos que escucharía sería «gabacha» y las muy ideologizadas agrupaciones carnavalescas de su provincia versionarían hasta la náusea la coplilla de «las bombas de los fanfarrones» para mostrar su rechazo. Total, apenas transitó gracias al aprovechamiento de becas desde un barrio marginal de Lyon hasta un brillante expediente en la Universidad Jean Moulin y desempeñó su plaza como alta funcionaria, ganada por oposición, durante tres lustros antes de obtener su primer cargo. Qué diferencia con quien «tardó diez años en terminar la carrera» y no conoce más hábitat laboral que el despacho oficial o con quien se lo afea sin otro argumento que un currículo de tres o cuatro renglones.