Historia
La verdadera cara del Western
«La ilusión del lejano Oeste» se expone en el Museo Carmen Thyssen Málaga
«La ilusión del lejano Oeste» se expone en el Museo Carmen Thyssen Málaga
Antes de que acabe este 2016, pródigo en muertes anónimas y de relumbrón, merece la pena pasarse por una de las exposiciones más originales del panorama museístico andaluz. En el Museo Carmen Thyssen Málaga, además de la colección permanente, se puede visitar la muestra «La ilusión del lejano Oeste», dedicada a ese espacio mítico/histórico sobre el que se expandió Estados Unidos desde principios del siglo XIX y que se ha popularizado mundialmente gracias al cine.
Antes de pasar a verla, es recomendable hacer una breve reflexión sobre qué es realmente el Oeste, tanto para los norteamericanos de entonces como para los que han crecido frente a las películas de indios y vaqueros. Para empezar, hay que delimitar que el espacio del que se habla ocupa una extensión de terreno que va de desde la orilla izquierda del río Misuri hasta las costas de California. Es decir, el Oeste cómo tal no es más que una suerte de ficción, un horizonte al que llegar, ya que se trata de una extensión geográfica amplísima, que ocupa casi la totalidad del territorio actual del país. Con este breve análisis, aparece en primer término la certidumbre de que supone, en gran medida, un territorio mental desarrollado por los primeros colonos. Es decir, una suerte de tierra prometida a la que llegar y en donde prosperar.
El primero de los apartados, «La tierra del Nuevo Mundo», muestra las primeras referencias cartográficas del territorio, que realizaron principalmente los franceses y que coinciden con el cambio en España de la dinastía Austria a la Borbón. En los mapas, aparecen las zonas donde se ubican las tribus, los puertos donde arribar las mercancías, las bahías en las que buscar puerto o los presidios para esclavos. Se trata de piezas cuya concreción intelectual necesitó de siglos, que destacan además el poderío de una naturaleza ignota para los conquistadores. Aquellos hombres pudieron ver por primera vez la tierra en su más pura virginidad, un sueño en una Europa devastada y desmontada desde la antigüedad, donde se hizo posible la idea del edén, y con ésta, la de la bondad del ser humano mediante el concepto del «buen salvaje».
Sobre los indios, sus costumbres y su asimilación a la vida de los blancos concentra el apartado «Karl Bodmer y la memoria de los mandam», que recoge 40 grabados del libro «Viajes en el interior de Norteamérica». Un libro dedicado a la investigación antropológica llevada a cabo a principios del siglo XIX, en una ruta que le permitió conocer en primera persona a las tribus de los siux, assiniboine, creo, gros-ventres o pies negros. Un encuentro que en Europa plasmó en una obra donde se observan los tipos raciales, los rituales, las herramientas y el modo de vida de estos grupos humanos.
La muestra continúa con «Indios de las grandes praderas», donde se exhiben numerosos tipos de profesiones, artesanía, objetos de la época e incluso varias filmaciones de principios del siglo XX, en las que se observan diversos rituales. Los artistas se sintieron pronto atraídos por las tribus, por su modo de vivir con la naturaleza y, fascinados, crearon un universo pictórico desde la admiración y el prejuicio. Sin embargo, con el avance de la presencia de los colonizadores, los indios quedaron recluidos en las reservas, cuando no fueron masacrados de igual manera que el bisonte al que adoraban y sobre cuya vida giraba la suya. En este momento, los testimonios se convierten en importantes ejemplos antropológicos que permiten conocer su modo de vida. Junto a los indios, el mito de los soldados de casacas azules, los tramperos y el «cowboy», que llega a una granja en la que habitar la tierra prometida.
En el mismo momento el que el Oeste era conquistado, en España se vivía una situación similar con la aparición de los «Bandoleros y forajidos», que dan nombre a la sección de la exposición dedicada a la España de comienzos del siglo XIX. En especial, en Andalucía apareció una realidad a medio camino entre la ficción, la literatura y la marginalidad. Tras la Guerra de la Independencia, el bandolerismo nació como guerrilla frente al invasor francés y hasta contó con el apoyo de Fernando VII. Sin embargo, posteriormente el asalto a las diligencias y viajeros se convirtieron en el modo de vida de estos hombres que en muchos casos han sido aupados a la categoría de mitos por las artes. Varias piezas de la exposición recrean la vida que llevaban, como «Emboscada a unos bandoleros en la Cueva del Gato», de Barrón, en la que se enfrentan a unos guardias civiles. Como similitud con el Oeste americano, Sierra Morena y parte de La Mancha se convirtieron ya en la época de Carlos III en una preocupación para las autoridades, dada la carencia de población y la falta de seguridad en aquellos denominados «desiertos». Como en el otro lado del Atlántico, estos páramos fueron repoblados con emigrantes de Europa central que vinieron a empezar una nueva vida como verdaderos colonos.
La exposición acaba con una muestra del proceso creativo del comisario, Miguel Ángel Blanco, titulada «La biblioteca del bosque». Se trata de una serie de libros caja, cuyos contenidos reflejan sus experiencias en las tierras del Oeste, en especial su trato con las tribus y la exuberante naturaleza de las grandes reservas.
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