Teatro

Sevilla

Salvador Távora, hasta el último quejío

Fallece en Sevilla a los 88 años el creador de La Cuadra y pilar del teatro comprometido durante el franquismo

Salvador Távora se encontraba delicado de salud desde hace meses / Foto: Efe
Salvador Távora se encontraba delicado de salud desde hace meses / Foto: Efelarazon

Fallece en Sevilla a los 88 años el creador de La Cuadra y pilar del teatro comprometido durante el franquismo.

Salvador Távora (Sevilla, 1930) puso ayer con su muerte punto y final a una vida dedicada a la creación escénica y la reivindicación social. Toda su obra no se entendería sin el barrio del Cerro del Águila, allí murió a los 88 años, donde llegó siendo un niño para toparse con la miseria, el aislamiento y el dolor atávico de Andalucía que luego desarrollaría en su obra. Eran los años cuarenta del pasado siglo, tiempos de hambruna, enfermedad e inundaciones constantes que agitaban la conciencia de un niño que quería escapar de aquel mundo gris sin saber muy bien cómo.

Estaba abocado a ser uno más de los obreros, de hecho, trabajó como soldador a partir de los 14 años, que afrontaban sin esperanza el porvenir hasta que entendió, como tantos entonces, que la única salida estaba en el mundo de los toros. Bajo el nombre artístico de «Gitanillo de Sevilla» comienza a matar reses en el matadero municipal y en el Cortijo de la Gota de Leche, donde le sueltan vacas, algunas veces sí y otras no. Ese mundo de maletillas lo comparte con otros chiquillos que también aspiran a triunfar con un traje de luces, hasta que uno de ellos le confiesa entre lágrimas que no puede volver más a ese lugar porque su padre está enterrado en esos terrenos junto a otros fusilados de la Guerra Civil. Era uno de los hijos de Blas Infante y aquel testimonio quizá fuera el aldabonazo para su compromiso social con Andalucía.

Muerte en escena

El segundo golpe que le lleva a la escena aparece en la plaza de toros de Palma de Mallorca con la muerte del rejoneador Salvador Guardiola en 1960, que tras caer del caballo yace en el ruedo con los brazos en cruz. Tuvo que acabar con el toro pero aquella muerte en escena, aquella tragedia sin trampa ni cartón, le alejaría para siempre de los ruedos como torero, aunque la tauromaquia haya sido uno de sus temas recurrentes.

Al ámbito teatral llega a finales de los sesenta, cuando participa con el Teatro Estudio Lebrijano, por mediación de José Monleón y junto a Paco Lira, en «Oratorio» a las órdenes del malogrado Juan Bernabé. El grupo viaja al Festival de Teatro de Nancy, una experiencia suficientemente impactante para que al volver sepa ya que su papel se encuentra sobre los escenarios y que su misión es contar el lado amargo de Andalucía. Desde entonces, Távora y La Cuadra de Sevilla quedan ligados en una aventura teatral sin par dentro del teatro independiente por la temática, la expresividad y el lenguaje escénico que articulan «Quejío» (1971), «Los Palos» (1975), «Andalucía amarga» (1979), «Nanas de espinas» (1982), «Las bacantes» (1987) o «Alhucema» (1988). El grupo comienza a girar por todo el mundo con una furgoneta con la que recorren los principales focos de la modernidad teatral demostrando que existe un discurso alternativo a lo que se ha querido mostrar como propiamente andaluz. La Andalucía de Távora tenía mucho más que ver con Picasso y Juan Ramón Jiménez que con la de los Álvarez Quintero. Eludió el casticismo para buscar la pureza de las formas en una trayectoria estética que va desde la sencillez de sus primeros montajes al desbordamiento escénico de «Carmen» (1996) y «Flamenco para Traviata» (2007).