Elecciones andaluzas
Noche (o ratito) de paz
Cuando, esta noche a las nueve en punto, se asome a los televisores Felipe VI para cumplimentar la Nochebuena a la Nación, los andaluces de dos generaciones nos veremos por fin ante la única certeza de nuestra existencia (política): la monarquía constitucional. La otra era la eternidad del régimen juntero, un edén socialista que habría de durar dos mil años pero que las elecciones del 2-D cortó tan abrupta como rotundamente para sumir a la región en la «terra incognita» de la alternancia en el poder. Algunos la temen igual que abominaba el hombre prehistórico de las tormentas: se trata de un fenómeno de estridencia sísmica que, de repente, rompe con el orden establecido y amenaza con arrasar el medio de sustento del clan. Sin embargo, la (casi) certeza de ver pronto en San Telmo a un presidente autonómico militante de un partido distinto al PSOE supone una saludable novedad. En la víspera de los Santos Inocentes, entre los polvorones y las serpentinas, sabremos si los tres artífices del cambio están a lo que están o persisten en su actitud suicida. Que vale como escenografía del rigodón, pero ojito si esa desconfianza que parecen tenerse es sincera... Excepto los recalcitrantes y los paniaguados, que suman un estimable milloncito de personas, no podrá el andaluz sino sentirse reconfortado con esta combinación entre la inmutabilidad institucional del discurso real y la normalidad democrática plasmada en el relevo de los gobernantes. Corren tiempos de incertidumbre, en España y en la economía mundial, así que una como de la hoy puede constituir un impagable refugio. Noche de paz, o al menos de tregua si así lo permiten esas discusiones que se inician banales con el aperitiva y acaban a bofetadas en la sobremesa, cuando la capa freática ha subido ya hasta la mitad del hígado.
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