Jaén

Omnisciente Zarrías

La Razón
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En aquel tiempo, cuando parecía que el dinero jamás iba a terminarse, un señor de estatura menguada y mirada vivaz (también de horrorosa mala leche, a decir de cuantos lo conocieron) presumía a voces, sin importarle la presencia de testigos: «En Andalucía no se mueve un papel sin que yo me entere». Y era cierto, porque la Consejería de Presidencia en la que Gaspar Zarrías ejercía como plenipotenciario tenía antenas en cada despacho de la Junta, ya que de ella dependía esa Oficina del Portavoz que colocó a un chivato, digo a un jefe de prensa, en la joroba de cada cargo. El hombrecillo del mostacho repartía también los empleos y las dádivas en Canal Sur, una mezcla de Pravda y Stasi que lo mismo sirve como aparato de propaganda que para infiltrar comisarios en los conciliábulos periodísticos y hacer más eficaz la purga de desafectos. No es de extrañar pues que su federación solariega, la socialista de Jaén, aparezca en todos los sumarios como la principal destinataria de dinero espurio, cuando ni por tamaño ni por importancia estratégica le correspondería. Así lo denunció ayer en sede judicial Juan Francisco Trujillo, un «pentito» a quien los imputados de mayor enjundia en el «caso ERE» tratan de desacreditar por su anecdótica afición a los paraísos artificiales, un vicio feo aunque sin incidencia procesal; al contrario que la declaración que depositó ayer, en la que confirmó que desde el gobierno de la Junta ¡a la orden de su miembro más conspicuo! «se repartía dinero sin ningún control». Zarrías dirá que jamás tuvo constancia de estos hechos pero quienes lo vimos presumir de saberlo todo de todos, como un Fouché de los olivares en la versión rechoncha de un retrato de Botero, tenemos la íntima convicción de que estaba al tanto del latrocinio. Vaya que si lo estaba.