Andalucía

Un punto, dos mil euros

El español tiende al embolique igual que el ganado caprino tiende a subirse a los cerros y así anda el personal, no sin una gran carga de razón, a cuenta del bananero asunto de las hipotecas. Se atribuye al siniestro, pero inteligentísimo, Joseph Fouché su medido arrepentimiento ante una masacre de disidentes que le valió su apodo de Ametrallador de Lyon: «Ha sido peor que un crimen, ha sido un error». Y lo mismo podría decir Pedro Sánchez, si tuviera una mínima capacidad de discernimiento, cuando compruebe el efecto bumerán del intento que hizo ayer por obtener réditos electorales del carajal que ha montado el Supremo: es un fallo por encima de una bellaquería. El ciudadano hipotecado, que no es un ciudadano cualquiera, está pues cabreado por la sensación de choteo que le queda; y tira por elevación sin mirarse alrededor. Una hipoteca de 200.000 euros firmada ayer, por ejemplo, devenga un AJD de 3.000... en Andalucía y de mil en Madrid. Mañana mismo, podría Susana Díaz decretar tan importante rebaja e incluso, tanto entusiasmo como ha levantado la retroactividad, devolver el dinero recaudado de más en el último decenio. El impuesto de marras se cifra entre 0,5% y 1,5% del valor del inmueble, siendo ese punto fluctuante una decisión absolutamente discrecional en cada comunidad autónoma. Aprovechando la campaña electoral, todos los candidatos podrían anunciar rebajarlo al tipo mínimo en la comunidad con menos renta per cápita del país. Ninguno lo hará, ni siquiera quienes carecen de toda posibilidad de gobernar, porque los partidos están más pendientes de recaudar el dinero que reparten entre sus enchufados que de aliviarle la asfixia al contribuyente. Quieren «que los ricos paguen más», entendiendo por «rico», por lo visto, aquél que tarda treinta años en pagarse la vivienda.