¿Hay violencia en la fiesta del toro de la Vega?

La hay, ciertamente. Ni menor ni en mayor que la que se da en una corrida de toros -aunque, eso sí, de mayor riesgo para los participantes en ella, quienes, sin embargo, nunca cobrarán lo que un reputado matador de toros.

Hay, en la una como en la otra, violencia. Pero debería ser obligado añadir seguidamente: violencia ritualizada, contenida y simbolizada.

Y hay que añadir también, a continuación: una violencia menor que la que tantas veces se desencadena en los partidos de fútbol y que, por ello, lleva a las autoridades a catalogarlos como eventos de alto riesgo, que reclaman la presencia de centenares si no miles de policías para frenarla.

Y sin embargo nadie -tampoco, desde luego, el que firma estas líneas- reclama la prohibición de los partidos de fútbol. ¿Cómo es posible entonces que se exija la prohibición de las corridas de toros tanto como la de la fiesta del toro de la Vega cuando todo el mundo sabe que en ellas la violencia quedará acotada a lo que sucede entre el lidiador y el toro de lidia y que, por tanto, ningún despliegue policial será necesario para contener una violencia desmedida que nunca llegará a desatarse?

Solo hay que lamentar que sea necesaria la presencia de la policía para proteger la celebración de esas fiestas rituales de los antitaurinos que las acechan y reclaman su prohibición.