Literatura

Literatura

Jiménez Lozano se lamenta de que sigamos sin cicatrizar la Guerra Civil

La Razón
La RazónLa Razón

VALLADOLID– Han transcurrido casi ochenta años desde el inicio de la última Guerra Civil en España, pero también del «desastre» que dejó, «y que parece que, como siempre nos ha sucedido en la Edad Moderna, hemos sido incapaces de cicatrizar», señala el escritor José Jiménez Lozano, en declaraciones a la agencia Efe. Y es que, para el Premio Cervantes, una guerra civil, «es el peor mal que puede suceder a una sociedad, decía Pascal y está dicho todo, pero lo que me atrevería a añadir es que su recuerdo sólo debería ser vivido como luto y pesar de todos. De ninguna otra manera, aunque otra cosa sea el estudio histórico». Esta misma reflexión es la que formula Pedro Manuel Martín Lodares, el «Tío Pedro», protagonista de la última novela del narrador abulense, «Retorno de un cruzado», con la que el escritor regresa al gran relato después de tres años entregado al ensayo, a la poesía y el cuento.

El personaje no es un cruzado a la antigua usanza, de los que regresaban de Tierra Santa después de luchar contra el infiel, sino de una persona a contracorriente, que no cede a la subversión del mundo que ha visto, donde el hombre ya no es la medida de las cosas, padece la devastación de su propia barbarie y sinrazón, y no encuentra la salida al laberinto en que se halla. No es sólo la Guerra Civil (1936-1939) la que gravita sobre toda la novela, eso sí muy lejos de la política y tan cerca del hombre doliente que la padeció, sino también los reflejos sociales de la progresiva pérdida de valores y el envilecimiento del alma que, al menos desde comienzos del siglo XX, desembocaron en la contienda fratricida. «En mi caso, agrega, no tengo ni podía tener una experiencia personal de la guerra porque cuando ésta acabó yo iba a cumplir nueve años y siempre estuvo muy lejos de mí, pero todo relato llegó a mí después, cuando comenzaba a percatarme de sus consecuencias».

Las historias de la guerra referidas a media voz, a la luz de un candela y con un dedo en los labios que el narrador escuchó a sus mayores, siendo un adolescente y acaso no tanto, conformaron muy pronto su literatura, desde «El Sambenito» (1972), su segunda novela, pero también anidaron en su poesía, ensayos, libros de relatos y reflexiones en sus cuadernos diarios o dietarios. «Aunque no es exactamente la cuestión de la Guerra Civil la que me interesa -dice- sino el desastre que ha dejado y que parece que, como siempre nos ha sucedido en la Edad Moderna, hemos sido incapaces de cicatrizar». Por ello, no comparte la «razón política» que subyace en la avalancha editorial que durante los últimos lustros ha existido sobre el trienio fratricida y los años subsiguientes, «aunque quisiera equivocarme». Y para orillar los efectos de esa especie de intervencionismo interpretativo, Jiménez lozano recomienda la lectura de libros con más de dos mil años: «Y yo añadiría -finaliza- que, además, los libros de los amigos de las centurias siguientes».