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¡Carbón para todos!

La cabalgata de Barcelona acoge al Gigante Carbonero donde los Reyes Magos llegan con el Open Arms.

La cabalgata de Barcelona enamora a más de medio millón de barceloneses, Los Reyes Magos llaman a recibir a los inmigrantes con la misma alegría y generosidad que a ellos
La cabalgata de Barcelona enamora a más de medio millón de barceloneses, Los Reyes Magos llaman a recibir a los inmigrantes con la misma alegría y generosidad que a elloslarazon

La cabalgata de Barcelona acoge al Gigante Carbonero donde los Reyes Magos llegan con el Open Arms.

En su viaje desde el lejano Oriente a Barcelona, los tres Reyes Magos hacen siempre una parada técnica en las montañas iraníes de los Kjarkas para recoger el carbón que, más o menos, reparten a todos los niños. Ninguno se libra, tampoco sus padres, tíos ni abuelos, porque en los 365 días que tiene el año, siempre hay momentos buenos y malos. El truco para tener hoy más regalos que carbón está en aprender de los errores y al acabar el año sumar más sonrisas que gritos y rabietas. Reír más y llorar menos, tan sencillo y tan difícil a la vez.

Pero este año, los Reyes Magos se llevaron una sorpresa. El Gigante Carbonero, que vigila y extrae el carbón de las minas con la ayuda de unos enanitos afanosos, les pidió si podía sumarse a su viaje. Las historias de la cabalgata de Barcelona habían llegado hasta Irán y quería ver el magnífico espectáculo con suntuosas carrozas animadas por percusionistas, acróbatas y más de 200 bailarines. En total, un séquito real formado por 1.157 seres –desde gigantes como el Señor Invierno que abría el cortejo; Celeste y Celestine, que recogieron los chupetes de los niños que quieren ser mayores, hasta la cobra luminosa sobre la que iba montado el Rey Gaspar–. El espectáculo es de tal dimensión que para verlo de principio a fin se necesita al menos una hora.

Tanta es la ilusión que Melchor, Gaspar y Baltasar vieron en los ojos del Gigante Carbonero que lo invitaron a participar en la cabalgata de Barcelona. Aunque como mide tres metros y viste ropa sucia de trabajar en las minas, le pidieron que fuera al final de la comitiva, para que ningún niño se asustara.

Cuando el Gigante Carbonero empezó el recorrido a las 18.00 horas el asustado parecía él. Estaba impresionado con las luces de la nueva carroza del Rey Gaspar, la estrella galáctica que guíaba a la comitiva y el grito ensordecedor de los niños. «¡Aquí, Baltasar! ¡Aquí Melchor», oía chillar. Y de vez en cuando escuchaba un «¡hola, Gaspar», porque hay cosas que no cambian con el paso del tiempo, y el rey blanco y el rey negro siguen siendo los preferidos por los niños.

Su sorpresa fue cuando Bruna, una niña de dos años, se escapó de la mano de su padre y corrió a abrazarle. Lo había confundido con Ralph, otro gigante que rompe audiencias en el cine. Ese abrazo le hizo sentir el calor, la ternura y la magia que dicen que tiene la cabalgata de Barcelona y por los que había recorrido más de 5.500 kilómetros.

No le importó que algún niño le gritara «¡no quiero carbón!», aunque fuera un desconsiderado porque lleva trabajo traerlo. Tampoco no ver en primera línea la recepción que la alcaldesa Ada Colau ofrece a Melchor, Gaspar y Baltasar en el Moll de la Fusta, donde el paquebote Santa Eulàlia, en el que los Reyes atraviesan el Mediterráneo, llegó acompañado del Open Arms, uno de los tres barcos que rescata a migrantes que tratan de alcanzar Europa huyendo del horror.

Desde un discreto lugar, vio cómo Colau entregaba a los Reyes el pan y la sal, símbolos de acogida, y la llave que abre todas las casas de la ciudad. Escuchó a Melchor, que recordó a los refugiados que huyen de la miseria y la guerra y llamó a los niños a recibir a los recién llegados con la misma alegría y generosidad que a los Reyes Magos. «No tengáis miedo de la diferencia», les dijo. Y fue así como el gigante descubrió Barcelona como una «ciudad abierta y de acogida».