Danza

Enredar y desenredar la gravedad

Guy Nader y María Campos traen al Mercat de les Flors su concepción de la danza como engranaje infinito de pesos que chocan

Guy Nader y María Campos son dos de los siete bailarines que pisarán el escenario del Mercat de les Flors, además de dos bailarines que ya habían participado en otros de sus espectáculos y tres nuevos fichajes que se estrenan en estas complejas y aplaudidas coreografías
Guy Nader y María Campos son dos de los siete bailarines que pisarán el escenario del Mercat de les Flors, además de dos bailarines que ya habían participado en otros de sus espectáculos y tres nuevos fichajes que se estrenan en estas complejas y aplaudidas coreografíaslarazon

Guy Nader y María Campos traen al Mercat de les Flors su concepción de la danza como engranaje infinito de pesos que chocan.

En el patio de entrada de la Universidad de Sheffield, James Stevens, un estudiante de antropología de 19 años, caminaba dando vueltas a su célebre fuente de los deseos. No molestaba a nadie, pero después de siete horas empezó a despertar la curiosidad del resto del campus. El primero que se aproximó a él fue el profesor Ajmatova, que empezó a seguirle intentando llamar su atención. «Sr. Stevens, qué está haciendo», decía. «Sr Stevens, quiere detenerse un segundo», insistía. Nada, hasta que, de pronto, el viejo profesor intentó detenerse y ante su sorpresa, no pudo. Estaba como atrapado en la fuerza gravitacional que acababa de crear el estudiante.

En ese momento, Karen Holden, otra de las estudiantes, con la cabeza en sus libros, intentó cruzar el patio, pero ante su sorpresa, no pudo. Empezó a dar vueltas en una especie de órbita paralela que giraba alrededor de los otros dos hombres. «¡Socorro!», gritó, mientras sus libros caían al suelo. «Qué está ocurriendo», exclamó.

Al oir aquellos ruegos, Virginia Baunman, una amiga suya, intentó acercarse. Comprendió que tendría que ir poco a poco o podría quedar encerrada en alguna de esas extrañas órbitas. Cuando estaba realmente cerca de ella, la agarró del brazo e intentó arrancarla de allí. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario, y empezó a elevarse arrastrada por la potente velocidad que estaba cogiendo su amiga. Al verlo, el profesor Ajmatova saltó para cogerle las piernas e intentar llevar su cuerpo a tierra, pero lo único que consiguió fue crear un extraño engranaje que iba empujando sus cuerpos en un extraño circuito.

El secretario de la institución fue a avisar al decano, el doctor Ingmar Shultz, para intentar explicarle lo que estaba sucediendo. El doctor Shultz no entendía nada de lo que decía aquel buen hombre y le instó a que le llevase a ver aquel fenómeno. Cuando estaba allí, lo único que vio fue cuatro cuerpos golpeándose unos a otros y fue inmediatamente a impedir aquel triste espectáculo. Sin embargo, sólo necesitó tocar levemente la mano del profesor Ajmatova para inmiscuirse también en aquel extraño circuito. Ni la furia desesperada de su secretario logró salvarle de aquella inercia y también empezó a rodar por el suelo junto al resto de los otros cuerpos.

En ese momento, otro estudiante, Mark Fisher, empezó a hacer fotografías de lo que parecía un magnífico número coreográfico. Sin embargo, cada vez que intentaba ver lo que había fotografiado, el paisaje aparecía vacío, sin cuerpos. El enigma empezó a crecer. Se intentó de muchas maneras detener aquel grotesco montaje, pero quien se acercaba quedaba encerrado también en esas órbitas.

De esto hace hoy cien años. Nadie ha vuelto a pisar la Universidad de Sheffield desde el siglo pasado, desde la muerte de James Stevens, por temor a quedar encerrado en esa especie de bucle coreográfico. El espectáculo es tétrico. Ahora sólo se ven 114 esqueletos empujándose unos a otros. Es espeluznante. ¿Qué deseaste, James Stevens?

El Mercat de les Flors acoge del 26 al 29 de abril el montaje «Set of sets», la última coreografía creada por Guy Nader y María Campos. En escena, siete bailarines que, poco a poco, irán juxtaponiendo sus movimientos hasta crear un potente engranaje a mayor velocidad. Tal y como ocurriese en Sheffield, aquí se empieza con un bailarín andando en pequeñas circunferencias, en la que incidirán poco a poco el resto, hasta unir sus pesos en una dinámica cada vez más acelerada y perfecta. «Nos interesaba trabajar la idea de peso, de cómo los cuerpos crean pequeñas inercias hasta conformar engranajes a partir de su masa. Son trabajos basados en la idea de tiempo infinito, de cómo la fuerza centrífuga provoca diferentes movimientos», señala Campos.

Con música en directo de Miguel Marín, colaborador habitual de la pareja, la obra nos presenta un escenario vacío, de luminos blanco, donde los bailarines se pueden mover con plena libertad. Los ojos se centran, pues, en estos bailarines vestidos con mono de trabajo oscuro que resaltan sobre el blanco de la dona. Pronto se empezarán a crear duetos, cuartetos, hasta la gran melé final. «Es una pieza muy física, en la que todos tenemos que estar muy concentrados, porque si falla uno fallamos todos», asegura Nader.

Éxito internacional

La pareja formada por Nader y Campos ha conseguido que sus trabajos intriguen y fascinen a un tiempo a nivel internacional y muchas compañías europeas les han pedido sus coreografías, sobre todo para elencos grandes. «Al ser un vocabulario que no es muy común, y que crece cuanto más grandes son las compañías, nos piden que adaptemos nuestros trabajos para ellos. Y de momento han funcionado muy bien», reconoce Campos.

Su trabajo se basa, sobre todo, en la reacción de los bailarines. Ellos proponen ciertos movimientos físicos que los bailarines han de interpretar. A partir de estas reacciones, crean la siguiente réplica, así hasta configurar una coreografía con precisión quirúrgica. Los amantes de la danza lo disfrutarán.