Cataluña

La militancia certifica la defunción de Convergència

La victoria de Francesc Homs, con más del 75% de los votos, hace que Mas respire aliviado, pues había ligado su futuro a estas primarias

El presidente de CDC, Artur Mas, junto su esposa, Helena Rakòsnik, ejerce su voto en una de las mesas de votación en el "supersábado", la jornada en la que Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) celebra sus primeras primarias
El presidente de CDC, Artur Mas, junto su esposa, Helena Rakòsnik, ejerce su voto en una de las mesas de votación en el "supersábado", la jornada en la que Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) celebra sus primeras primariaslarazon

La victoria de Francesc Homs, con más del 75% de los votos, hace que Mas respire aliviado, pues había ligado su futuro a estas primarias

El «superdissabte» –supersábado–dio la victoria a Francesc Homs y apostó por la refundación del partido. Perdieron los nostálgicos del pujolismo y ganaron los que quieren poner un punto y final a una etapa de su historia. El próximo mes de julio no se celebrará el 17º Congreso de Convergència Democràtica, el primer congreso de la nueva formación. El pujolismo ha pasado a la historia. Nace una nueva organización que tiene pendiente definir quién será su líder y cuál será su espectro ideológico. Convergència dijo ayer «el rey ha muerto, viva el rey». A estas horas, este nuevo rey es todavía una incógnita y tampoco se sabe cuál serán sus presupuestos ideológicos.

Era la primera vez que las bases convergentes hablaban de tú a tú a su dirección y en la que se dirimía el primer «round» del congreso. El primer asalto lo ha ganado el sector oficial, que ha respirado aliviado Sobre todo Artur Mas, que había ligado su futuro más inmediato a su hombre de confianza en los últimos años. La victoria de Homs, con más del 75% de los votos ha dado la confianza necesaria para que el sector liberal siga controlando la formación frente a los socialdemócratas liderados por Josep Rull y los conservadores del que fuera conseller de Justicia con Mas, Germà Gordó.

CDC está en sus horas más bajas, pero mal harían sus rivales en darla por enterrada. La caída de Pujol y la retirada de Mas la han dejado noqueada, pero sigue siendo el partido con mayor representación –y organización– en el territorio. La elección de Jordi Sánchez al frente de la Asamblea Nacional Catalana es un claro ejemplo de su músculo. Perdió las elecciones de los socios de la ANC frente a la editora Liz Castro, pero ganó el pulso en el Secretariado que se reunió ayer sábado en Ripoll. CDC se impuso a ERC y la CUP y sigue siendo un elemento clave en un movimiento independentista cada vez más dividido y enfrentado. De hecho, Sánchez fue elegido sin obtener el apoyo de dos tercios del órgano de dirección de la asamblea, como marcan sus estatutos. Ante la imposibilidad de alcanzar esta mayoría cualificada, los dos bandos evitaron la ruptura con un pacto de última hora. Convergència ganó esta batalla en un clima de amplia división en lo que sería una traslación casi mimética de las divisiones en el gobierno de la Generalitat y entre ERC y CDC. El «sorpasso» de ERC está más cerca que nunca, pero CDC resiste. Sus bases están dispuestas a dar la batalla a pesar de que la dirección está más dividida que en los tiempos de Jordi Pujol y Miquel Roca. Pujol ganó en aquellos años, pero ahora la nueva Convergència quiere vivir sin la sombra del patriarca que la ha dirigido, e influido, en los últimos 35 años. Quiere seguir «vertebrando la política» catalana, en palabras de Artur Mas.

Sin embargo, el nuevo partido tiene ahora un reto mayor del asumido hasta ahora. Definir cuál de las tres convergencias toma el bastón de mando. Homs ha dado aire al grupo liberal del que forman parte el propio Artur Mas y el presidente Carles Puigdemont, junto con el portavoz de Junts pel Sí, Jordi Turull, el hombre fuerte del aparato del partido, Lluís Corominas, y el presidente de la Asociación Catalana de Municipios, Miquel Buch. Los partidarios del conservador Germà Gordó y el socialdemócrata, Josep Rull, han perdido el primer pulso. Su candidata –nunca oficializada–, Silvia Requena, ha recibido un severo correctivo. Apenas un 25% de los votos han respaldado a la «candidata de las bases», como a ella le gusta definirse. En estas primarias, a Gordó y a Rull les separaban muchas cosas, pero les unía una: su animadversión a Homs. No había pacto formal para las primarias ni tampoco lo hay para el congreso. Pero nadie descarta nada porque este tropiezo del sector crítico no es el final de la batalla. Homs tiene ahora por delante conseguir que CDC no pierda su grupo parlamentario en Madrid, como auguran algunas encuestas, y evitar un resultado vergonzante frente a su rival más inmediato: ERC.

En CDC se establecerá una tregua hasta después de las elecciones. A partir de ese momento, Rull, con el apoyo del diputado en el Congreso Carles Campuzano y la presidenta de la Diputación de Barcelona, Mercè Conesa, moverá sus piezas. También lo hará el grupo liderado por el propio Mas, que no tiene un claro candidato en el congreso. Un candidato que deberá convivir con el presidente de la Generalitat, porque el nuevo partido tendrá una dirección bicéfala. Santi Vila, conseller de Cultura, es uno de los oscuros objetos de deseo por una parte de la militancia convergente pero también es uno de los que genera más anticuerpos. Germà Gordó es el que tiene menos posibilidades, tal y como se está configurando la correlación de fuerzas.

Así las cosas, la militancia nacionalista –15.019 según los datos oficiales– certificó la defunción del partido de Pujol, pero también del partido de Mas, que tras los resultados pierde papel protagonista. La victoria de Homs le ha evitado el bochorno pero su papel a partir de ahora quedará difuminado porque su CDC ha muerto en un «supersábado», de cierto sabor americano, quizás inspirado por David Madí, la mano derecha de Mas, con el que sigue manteniendo una estrecha relación, y una de las personas que sigue teniendo gran influencia en los cuadros dirigentes.