Política

Inmigración

Los menores internos en centros de justicia crecen un 19% en los dos últimos años

La llegada de menores extranjeros no acompañados incrementa el número de chicos ingresados por cometer delitos

Estet Capella conversa con una de las 17 chicas internas en Can Llupià
Estet Capella conversa con una de las 17 chicas internas en Can Llupiàlarazon

La llegada de menores extranjeros no acompañados incrementa el número de chicos ingresados por cometer delitos.

La consellera de Justícia, Ester Capella, ser emocionó ayer tras conversar con los jóvenes internos en Can Llupià, un centro de justicia juvenil que ofrece a los chicos y chicas que ingresan, muchos por robo con violencia e intimidación, herramientas educativas para rehacer sus vidas. Hasta 2016, el número de jóvenes que entraban en estos centros iba a la baja. Pero coincidiendo con la llegada del menores extranjeros no acompañados (menas) los internos han repuntado un 19%. En los últimos dos años, han ingresado 46 chavales. En total, a día de hoy, hay 253 chicos y chicas internos en centros de justicia juvenil gestionados por la Generalitat. Chicos como los que conversaron con la consellera.

Muchos comparten perfil, cuenta una de las educadoras sociales del centro. Jóvenes de origen marroquí que se fueron de casa en busca de «El Dorado» europeo. Que cruzaron el Estrecho en patera o escondidos en los ejes de las ruedas de uno de los camiones que embarcan en los ferries y luego se buscaron la vida en diferentes ciudades hasta que fueron pillados delinquiendo en Cataluña. Son jóvenes de tan sólo 14 a 18 años, que «viven en la calle, no tienen referentes familiares en Cataluña y apenas conocen la lengua», añadió Capella. Tres de cada diez son menas.

La consellera incidió en la importancia de ofrecer a estos chicos y chicas una segunda oportunidad. «Los formamos, les damos herramientas para que comprendan el nuevo entorno en el que viven y tengan un futuro cuando salgan en la calle. Sobre todo, les damos valores», cuenta Capella. Los chicos reciben una atención transversal por parte de equipos formados por educadores, trabajadores sociales, mediadores culturales, maestros, formadores ocupacionales, médicos, psicólogos y juristas. A cada uno se le hace un plan individualizado. Tratar cada caso de manera particular es clave para que rehagan su vida una vez recuperen la libertad. La buena noticia es que en el 70% de los casos no reinciden. Pero hay que trabajar para no perder a tres de cada diez chicos en los que se ha invertido tiempo y esfuerzos.

Retomar el contacto con la familia es clave. En el centro, además, insisten en que aprendan el idioma y en el caso de que los menores consuman drogas, hacer un buen tratamiento de desintoxicación. Una de las sustancia que más consumen es la cola porque es fácil de comprar y barata. En las paredes de Can Llupià, por ejemplo, hay mucho póster que avisa de los efectos nocivos de esta droga. La justicia juvenil no puede imputar a menores de 14 años, pero a partir de esa edad, ya tienen responsabilidades legales y pueden cumplir penas como las de los adultos, aunque las medidas de la justicia juvenil son educativas. Sólo un 8% de los 5.731 menores ingresados en 2017 cometieron delitos graves.