Teatro

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Quién teme a los payasos

El éxito de la adaptación al cine de «It» pone de moda a estos personajes

La nueva adaptación cinematográfica de «It» de Stephen King ha batido todos los récords
La nueva adaptación cinematográfica de «It» de Stephen King ha batido todos los récordslarazon

El éxito de la adaptación al cine de «It» pone de moda a estos personajes.

Si tenemos en cuenta que toda máscara esconde algo, y que nadie suele esconder cosas buenas, no es extraño la desconfianza general que despiertan los payasos. Ahora bien, de eso a la coulrofobia, el miedo irracional a estos entrañables seres, hay un trecho. Por cada John Wayne Gacy, que se ganaba la vida como Pogo el payaso, pero que llegó a asesinar al menos a 32 jóvenes, hay mil que dan su vida por provocar sonrisas a los más pequeños. Por eso es irracional el miedo que muchos sienten por estos personajes. Racionalizemos, racionalizemos, recuperemos a los payasos.

Acaba de estrenarse la nueva adaptación cinematográfica de «It», la obra maestra de Stephen King, que a finales de los 80 volvió a todo el mundo en contra de estos artistas y que descubrió que, al parecer, todos los adultos de la tierra los habían temido de pequeños. Dirigida por Andrés Muschietti, esta fantástica película cuenta con un estupendo Bill Skarsgârd como el nuevo Pennywise, el payaso que se alimenta de los terrores de los jóvenes, secuestrándolos y haciéndolos desaparecer para siempre. Tim Curry hizo lo mismo en 1990, pero aquella película no dejó de ser de serie B. Ahora hablamos de las grandes ligas.

El éxito de la cinta, batiendo todos los récords del género de terror, demuestra que los payasos siguen dando miedo. ¿Por qué? No está claro todavía, sigue siendo irracional, aunque hay analistas que lo relacionan a una actualidad en que la sociedad tiene la sensación de que los payasos se han quitado la máscara y ahora gobiernan con terror al mundo. ¿Los analistas son unos payasos? Tal vez en sus ratos libres.

El desconcierto con estos personajes empezó en el siglo XIX cuando la asintonía entre su exteorior jubiloso y su interior torturado se hizo evidente. La máscara, de nuevo, demostraba ocultar algo malo. Este es el caso de Joseph Grimaldi (778-1837), el mejor clown de la historia, el primero que pintó su rostro con una base de maquillaje blanco y que hizo las delicias de toda la Inglaterra de la Regencia. Nacido en el teatro, su padre era actor y bailarín con más de diez hijos de varias mujeres y un gusto inusitado en golpear a sus hijos si no obedecían sus órdenes al instante. Las excentricidades de su padre llegaron a aumentar la herencia de su hija porque ésta la prometió que le decapitaría al morir por su terror a ser enterrado con vida. No es extraño que, con el tiempo, el célebre Grimaldi el payaso acabase deprimido, alcoholizado y con tendencias suicidas.

El siguiente payaso célebre, el francés Jean-Gaspar Deburau Pierrot, era un mimo adorado que puso las bases al payaso serio moderno. La incapacidad de muchos de separar la persona del personaje llevó a un niño a instigarlo por la calle y reírse de él. Furioso, levantó su bastón y lo golpeó en la cabeza, con la desgracia que lo mató. Las máscaras pueden ocultar el rostro, pero la furia y la amargura siempre acaban saliendo por algún lado. Por eso, también, este miedo irracional a los payasos, porque se sabe que ocultan algo, pero serán incapaces de ocultarlo mucho tiempo. Marcel Carné contó su historia en la icónica película «Los niños del paraíso».

Lo que está claro es que la figura del payaso fascina más por lo que esconde por lo que muestra, y eso es una pena. En literatura lo vemos claro en novelas como «Opiniones de un payaso», de Henrich Boll, «La sonrisa debajo de la escalera», de Henry Miller o «Shalimar el payaso», de Salman Rushdie. El cómic también se ha dejado seducir por sus historias secretas en «Ed, el payaso feliz», de Chester Brown.

El arte también ha querido retratar la icónica figura de estas al parecer desdichadas criaturas y de Cezanne a George Rouault, Picasso o Leighton Jones, no hay maestro que no los haya retratado. Y en música, por ejemplo, tenemos añ «Death of a clown» de The Kinks o esa maravilla que es «Send in the clowns», en el musical de Stephen Sondheim «A little night music». Aunque no hay mejor representación musical que la ópera «Pagliacci» de Ruggero Leoncavallo. En definitiva, hasta que el mito que dice que lo que importa es el interior, los payasos serán seres sospechosos a pesar de lo felices que nos hagan.