Exposición
Un grito de socorro
El Monasterio de Pedralbes acoge una amplia retrospectiva de la pintora judía Charlotte Salomon, fallecida en Auschwitz
El Monasterio de Pedralbes acoge una amplia retrospectiva de la pintora judía Charlotte Salomon, fallecida en Auschwitz.
La jovencísima Charlotte Salomon llevaba el nombre de su tía, mujer de obstinado corazón que se quitó la vida a los 19 años. Su destino parecía marcar un fuerte impulso en la familia ya que unos años después sería la madre de Charlotte la que se suicidaría. «No, ha muerto de la gripe», le decían a la niña, pero algo en su corazón y su cabeza le decía que aquello no era verdad. Empezaron entonces sus equilibrismos emocionales que desenbocan en una histérica rabia cuando se escapa de la Alemania nazi para reunirse con sus abuelos. Al llegar, encuentra a su abuela muerta. «Se ha suicidado, esto es lo que hacen las mujeres de esta familia», le dice su abuelo. Uno, dos, tres, a penas puede mantenerse en pie.
El mundo se convertirá en ese horror monstruo cruel y amenazante al que Charlotte decicirá al final enfrentarse. Empezará a pintar para sacar a la luz los colores más locos y la fiebre más carnal que pueda. Gracias a este impulso conseguirá cierto equilibrio que desembocará en el libro «¿Vida? o ¿teatro?», auténtica obra de arte que recoge obra pictórica, textos, incluso música, todos un grito unísono en busca de la belleza y la salvación. No tendrá tanta suerte. Acabará de nuevo en manos de los nazis, que la enviarán a Auschwitz. Allí morirá a los 26 años. Sin embargo, por algún milagro, sus obras se guardarán del odio y el horror y hoy son auténticas representaciones de la belleza que puede surgir en un mundo cruel.
El Monasterio de Pedralbes acoge una completa retrospectiva de la pintora judía Charlotte Salomon (Berlín, 1917- Auschwitz, 1943) que como si supiera que su destino estaba maldecido se apresuró en crear cuanto antes ese canto de amor al ardor y la vida. Una obra catártica, la llaman. No, ella nunca consiguió refugiarse en su obra, sólo proyectarse hasta el infinito. Su sacrificio fue absoluto. «Es una pintora olvidada, prácticamente desconocida, pero que merece entrar a formar parte del cánon del siglo XX. Aplicó todas sus capacidades artísticas para poder sobrevivir y no caer en la maldición de la familia», señaló ayer Ricard Bru, comisario de la exposición, quien recordó que en apenas un par de años la artista, de entonces 23 o 24 años llegó a pintas cerca de 700 pinturas aguadas, hoy custodiadas por el Jewish Historical Museum de Ámsterdam (Holanda).
El recorrido sigue la biografía de Salomon, desde que destaca en el Liceo, ocultando sus premios porque está catalogada como «100 % judía» hasta sus últimos alientos de libertad, cuando pinta con urgencia. El visitante podrá ver el mundo a través de los ojos de esta joven artista cuyo pasado sabía que era negro, cuyo futuro sabía que sería negro, y que utilizó el presente sólo para sentir el alivio y el calor de la explosión del color.
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