Comunitat Valenciana
Año nuevo, sobremesa renovada
El nuevo ejercicio alimenta los sueños gastrónomos, viviremos entretenidos en polémicas culinarias y entronizaremos nuevos restaurantes
El nuevo ejercicio alimenta los sueños gastrónomos, viviremos entretenidos en polémicas culinarias y entronizaremos nuevos restaurantes
Después de tiempos pretéritos, en los que la complejidad gustativa era un anhelo y la rebeldía gourmet una forma de vivir, este año, recién estrenado, se presenta como una sucesión natural de acontecimientos gastronómicos.
Las nuevas cartas de los restaurantes esparcen optimismo gustativo a manos llenas sobre nuestros paladares. No solo no se apaga el entusiasmo gastrónomo, sino que se multiplica la actitud gourmet para todos los públicos. La buena gastronomía es una fuerza natural que llevará a los comensales a una mayor armonía.
Durante el almuerzo del día de Reyes nuestro gastrónomo de cabecera, el eterno Matute, nos asegura canturreando a Fran Sinatra «The best is yet to come»... «Lo mejor de la gastronomía está por llegar». Sin embargo, otros asistentes al encuentro no muestran el mismo optimismo, ni confianza. Los eternos pesimistas salen para contradecir este entusiasmo y ponen como ejemplo determinados bares de barrio. Por lo visto existe un escepticismo, cada vez más extendido, hacia la catarsis de cierta hostelería local en este arranque del año.
Durante el glorioso «esmorzaret» la dialéctica clásica entre «gastro apocalípticos» y «comensales integrados» se pone en marcha. Otros, los menos, solo hablan del «lado sombrío de la hostelería». Pasapalabra.
Debemos reconocer que seguiremos poniendo fechas para sobremesas prometidas de (im)probable cumplimiento y convirtiendo cualquier anécdota gustativa, vinícola o coctelera en una cuestión de Estado. Ya conocen como funcionan, amigos, las cosas de la gastronomía en una sociedad hostelera dividida casi por partes iguales: la idea más inocua o peregrina de unos, versus paellas imposibles, suele desatar en los otros un arrebato de indignación que no hace sino aumentar la relevancia de la loca propuesta inicial. Es la retroalimentación de los paladares opuestos, un juego estelar del que participaremos todos.
Así que viviremos, entretenidos, en polémicas gastronómicas sobredimensionadas, entronizaremos nuevos cocineros y restaurantes tras comprobar su aportación.
Agotados puntualmente, de tanta fantasía culinaria, buscaremos el repetido producto... producto. Pero por encima de todo admiraremos el aguante de los profesionales ante la banalidad de algunos comentarios digitales y la terrible inconsistencia de determinados discursos hosteleros.
La fuerza del destino gastronómico es tan tozuda como la querencia hostelera. Por eso, si se cumplen las predicciones la gastronomía no solo será tendencia o moda.
No es fácil llevar un registro completo de los deseos gastronómicos (in)cumplidos pero hay uno que ya se ha convertido en mantra: las experiencias gourmets trasladarán en volandas a nuestros paladares como verdades «delicatessen» reveladas.
La revolución hostelera no está sobrevalorada. La verdadera revolución gastronómica, única e irrepetible, es una sesión continua, que repetirá los niveles estelares de pasados ejercicios. De hecho, después de unas frases elocuentes viene la esperada ráfaga de fusil. Por fortuna, los paladares se conducen solos y el kit para secuenciar los diferentes almuerzos, comidas, sobremesas, «tardeos» y cenas que ejecutaremos, durante este año, se encuentran en el genoma del sentido común gastrónomo.
Estos comentarios serán rotundamente confirmados o clamorosamente desmentidos al final de 2017. No debemos pecar de futurólogos apresurados. Por el momento, solo queda decantarse por una frase que recoge el sentir general. «El mañana gastronómico será mejor».
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