Política

Iñaki Zaragüeta

¿De qué estamos hablando?

La Razón
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Todavía me emociono cuando recuerdo o veo la escena de Santiago Carrillo y los miembros de la Dirección del Partido Comunista de España (PCE) en 1977 informando de su adhesión la Bandera nacional, la bicolor, y la Monarquía. Fue todo un símbolo de reconciliación y un paso adelante para la convivencia entre todos nosotros, que culminó con la aprobación de una Constitución redactada por los partidos del abanico parlamentario, Carrillo y Manuel Fraga entre ellos, y refrendada por la casi totalidad de los votantes.

Todos creímos que el triste y trágico periodo de la Guerra Civil había sido superado. Hasta que llegó Zapatero y, sólo sabe él y Dios, decidió recuperar las dos Españas y tratar de enfrentarlas entre sí. Un proyecto que, tras la desidia y despreocupación de Mariano Rajoy, está potenciando un Pedro Sánchez avalentado por Podemos y demás fuerzas de ideología comunista que, como ellos mismos pregonan, pretenden reescribir la Historia de España. Como si eso fuera posible, a no ser que proyecten una revancha que, como la idea anterior, aparece inviable por más leyes de Memoria Histórica que promulguen. Una guerra civil es un triste episodio de la vida de los pueblos, en las que las víctimas son todos.

Al abuelo de una señora de mi entorno lo asesinaron en su dormitorio por negarse a renegar de sus creencias católicas después de ocuparle su piso. Y no participaba en la contienda. Al abuelo de un amigo mío y a su hermano se lo llevaron un día –tampoco intervenía en la guerra– de su casa. Unas jornadas después pudieron visitarlos en una checa de la calle Martínez Cibeles de Valencia. Cuando volvieron para verlos ya no les dieron noticias. Hasta hoy, que desconocen donde fueron enterrados. Por no referirme a otros tantos. ¿A dónde vamos? ¿De qué estamos hablando?

La Dictadura pasó, y ahora estamos en una democracia, otra forma de dictadura, con la ventaja de que podemos cambiar a sus componentes cada cierto tiempo. Nos dicen lo que les debemos pagar, lo que tenemos que cobrar, si podemos fumar, si aparcar, cómo y a quién podemos insultar. De hecho, nadie se ha atrevido a afirmar que la democracia que conocemos es el mejor sistema de los posibles. Tan sólo que es el menos malo. Nosotros la podemos hacer mejor o peor. Así es la vida.