África

Valencia

Xavier Aldekoa: «El periodismo es querer este oficio hasta las últimas consecuencias»

El periodista catalán publica «Indestructibles», pequeñas pinceladas del continente africano más desconocido

Xavier Aldekoa: «El periodismo es querer este oficio hasta las últimas consecuencias»
Xavier Aldekoa: «El periodismo es querer este oficio hasta las últimas consecuencias»larazon

El periodista catalán publica «Indestructibles», pequeñas pinceladas del continente africano más desconocido

Desde hace dos décadas, Xavier Aldekoa (Barcelona, 1981) está enamorado de África. Es allí donde ejerce la siempre romántica profesión de corresponsal. Sobre el continente más salvaje, el oficio más bonito y su libro más esperado, «Indestructibles», conversó con LA RAZÓN.

-Encuentro, salvando las distancias, similitudes entre este libro y «Ébano», de Kapuscinsky. ¿Cómo ha cambiado África en estas décadas?

-Agradezco muchísimo la comparación, pero me da un vértigo tremendo. Prácticamente ha cambiado todo en el continente, ya que está en continua evolución. Kapuscinsky vivió las independencias, una época frenética. Esta es una etapa diferente, en la que el continente está creciendo a nivel demográfico muchísimo.

-¿Qué ha visto en África Xavier Aldekoa durante todos estos años para elegir este título?

-Quería ofrecer otra mirada sobre el continente. Siempre nos hemos fijado en la herida, en lo negativo. Quería poner el foco en la gente, seres humanos que lo intentan, lo consiguen o no. Cuando vemos una niña de Madagascar que tarda dos horas en ir y volver de la escuela nos quedamos con que es pobre, cuando lo que le define es que quiere ser profesora. Quería darles la dignidad que merecen.

-El enfoque desde el punto de vista occidental no siempre ayuda a África.

-Por supuesto que hay que explicar las guerras, las hambrunas, las epidemias, la corrupción... Pero si solo nos fijamos en eso, estamos haciendo las sombras de la caverna de Platón: vemos lo que queremos ver. Si nos giramos y miramos hacia fuera, veremos cosas positivas, ejemplos de humanidad y de solidaridad. Y cosas normales: cultura, música, economía, deporte, tradiciones... Todo esto está fuera de la cueva. Nos toca, ahora, aceptar, que lo que llevamos viendo durante tanto tiempo tenía que ver con África, pero no es solo eso.

-Hace escasos días, el Papa recomendaba leer el evangelio a aquellos que rechazaran la inmigración. ¿Es suficiente?

-Cada uno que utilice el mecanismo que quiera. Los cristianos pueden encontrar ahí una visión. El respeto y la empatía no es un regalo caído del cielo, sino un esfuerzo diario. Entender esto puede ser un primer paso. Vivimos en una época en el que el miedo cada vez está más centrado en la vida de Europa. Está bien tener empatía con los demás. El concepto de víctima se ha convertido en una posición estratégica del poder: quien determina quién es víctima tiene mucho terreno ganado. ¿Los inmigrantes que se ahogan en el mar, que mueren en el desierto, que van cogidos de las manos de sus niños son los agresores? ¿Los que vienen a robar nuestra cultura? Nosotros nos colocamos el vestido de víctima y eso nos da una identidad común. Lo hace Trump lo hace la extrema derecha en Europa... No tener que justificarse es el sueño del poder. Y eso es lo que ocurre con la migración y con otras cuestiones: el miedo se convierte en un mecanismo para conseguir este cambio obsceno sobre quién es la víctima real y sirve para así alcanzar el poder. Del miedo al odio hay un paso estrechísimo.

-¿Son conscientes en África de las nuevas políticas que triunfan en Europa?

-Son conscientes de la ausencia de valores en la actuación de Europa. En las rutas de migración se está torturando, traficando con esclavos a la luz del día, se está muriendo gente en el desierto abandonada... Tenemos una responsabilidad en este día a día. Me pregunto si todos los refugiados que partieron de la Guerra Civil, que buscaban una vida mejor en Alemania, durante el viaje por Francia o Suiza les hubieran secuestrado o torturado, alguien agacharía la cabeza. Esto es lo que está pasando, pero unos kilómetros más al sur.

-En cuanto al terrorismo, parece que hemos echado las campanas al vuelo con la derrota a ISIS, pero Boko Haram sigue siendo el carnicero del corazón de África.

-En el Sahel está cada vez más implantado el mensaje de estos grupos terroristas, que van inoculando el veneno del odio. La gente en estos lugares está desesperada. La estrategia se repite: poblaciones empobrecidas, pocas esperanzas de futuro, incultura grande y estados huecos. En esta situación de desesperación, el terrorista pesca a manos abiertas. Ofrecen un arma, 400 dólares y una mujer para poder casarse, porque no tienen ni dinero para pagar la dote. Mucha gente no tiene otra opción y va para allí. También he de decirte que no son la mayoría. La mayoría de africanos que están en una situación complicada tiene la opción y decide no hacerlo, lo cual también tiene un valor importante. ¿Qué haríamos nosotros en esta situación, sabiendo que nos morimos de hambre, que están matando a los nuestros y que si cogemos un arma se acaban nuestros problemas? Mucha gente prefiere ser un ser humano. La ética y la moral son mayoritarias. Aquí nos preocupan los ladrones, pero la gran mayoría de personas no roba. Es ser humano es complejo, pero no suele ser malo. En África ocurre lo mismo.

-Dicen que de sus conferencias los periodistas salen renovados. ¿Qué ve Xavier Aldekoa en el periodismo?

-(Suspira y ríe) Es que yo sí me creo este puto oficio... Yo sí me lo creo. Creo que vale la pena ponerle toda la pasión del mundo, hacer las cosas lo mejor que puedas, poner el foco en cada persona con la que hablas... Me parece un privilegio este curro. No es que me guste, es que me interesa. Es todo una suerte. Vengo de Congo, de ver a niños soldados en la selva, y pienso que he tenido la mayor de las suertes por estar allí y contarlo lo mejor que he podido. Me fascina. Reviento por dentro cuando estoy contento con un texto y me quedo jodido cuando no me convence o cuando me da rabia lo que he visto. Esta intensidad me gusta. Creo que el periodismo es querer el oficio hasta las últimas consecuencias. ¿Que el oficio se ha pervertido en muchos casos? ¿Que los cínicos sirven para hacerse ricos con esto? Sí, pero para mí el cínico no es un periodista, porque cuando se convierte en cínico deja de ser periodista. Yo no sé qué ven las nuevas generaciones de periodistas en la profesión, pero yo estoy muy agradecido de que me escuchen o lean mis libros porque es genial. Ver chavales que me dicen que soy una inspiración es algo que no me espero. Trato de hacer las cosas de manera honesta y ya está, me equivoco igual que todos. Esto es lo que soy, este es el máximo que puedo dar y así entiendo la vida. África me despierta esa pulsión; ojalá dure toda la vida.