Iñaki Zaragüeta
La paz no debe nublar las conciencias
Entiendo perfectamente la alegría y satisfacción de los empresarios y de multitud de vascos, y no vascos, que se han reencontrado con la paz, la tranquilidad y la normalidad en sus vidas cotidianas cuando ETA dejó de matar. Conocí de cerca a personas afectadas por la injusticia de la extorsión y la criminal ignominia del asesinato. En consecuencia, comprendo la sensación de volver a pasear sin temor, a entrar en el coche sin mirar los bajos, a llevar a los hijos o nietos a la feria sin observar a los lados, adelante y atrás, a comer o tomar un pote donde se antoje, a... tantas cosas prohibidas por obra y gracia de la locura.
Entiendo e invito a hacerlo conmigo a todos los anteriormente aludidos, a que pensemos en los sentimientos de quienes no han sobrevivido, de quienes dieron la vida por servirnos, de quienes murieron por el antojo de unos desalmados, de las víctimas en definitiva. Y víctimas son los padres, hijos, hermanos, amigos y todos los españoles de bien que sufrieron con ellos.
Entiendo también que los asesinos que ya no desenfundan ni disparan por la espalda o desde lejos, han de presentarse ante la Justicia y cumplir ante ella, como cumplimos todos los ciudadanos. No son mejores que nosotros, en absoluto. Quizá todo lo contrario. La disolución de la banda y el juicio con todos los derechos son premisas incuestionables. A modo de conclusión, pido a quienes han vuelto a la vida que, además de disfrutar y complacerse de lo que nunca debieron quietarles, recuerden las reclamaciones de las víctimas, de la democracia, del Estado de derecho y de la libertad de todos. Que la paz no nuble las conciencias. Así es la vida.
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