Jemad
Cae de nuevo el histórico estafador «Capitán timo»
Da igual las veces que haya pasado por la cárcel. José Manuel Quintía Barreiros, conocido por la Policía como el «Capitán timo», sigue empleando el mismo modus operandi que en los años 60, cuando comenzó a labrarse su meteórica carrera como uno de los estafadores más importantes de Madrid. Ahora, con 72 años y a pesar de haber estado hasta hace menos de dos años cumpliendo condena en la cárcel de Aranjuez, sigue haciéndose pasar por un alto gerifalte del Ministerio de Defensa para embaucar a sus víctimas y sacarles miles de euros prometiéndoles falsos negocios relacionados con el Ejército. Les hacía creer que les otorgaba la concesión de cantinas, peluquerías o lavanderías de cuarteles del Ejército para, una vez recibido el adelanto que exigía, desaparecer del mapa, a bordo siempre de coches de alta gama con banderines de España, chóferes y hasta guardaespaldas. Se ha hecho pasar por coronel del Ejército, comandante de la marina o capitán de fragata. Esta vez fue descubierto porque una de sus víctimas le denunció hace unas semanas. Le ofreció hacerse cargo de la cantina militar de un cuartel madrileño y, para ir agilizando los trámites –llevaba siempre un carné de las Fuerzas Armadas y papeles con el sello de Defensa– solicitaba 900 euros. La víctima se los dio pero al poco acudió a la comisaría con la sospecha de haber sido estafado. Tras varias investigaciones, los agentes se dieron cuenta de que se encontraban ante el mítico timador y comprobaron que estaba detrás de otras seis recientes estafas en Madrid (donde podría haber obtenido unos 30.000 euros) en los últimos meses. La semana pasada el «capitán» había concertado una cita en una cafetería para cerrar un nuevo negocio y allí fue detenido por los agentes. Quintía ya ha sido condenado en numerosas ocasiones a partir de 1969 por delitos continuados de estafa, usurpación, falsificación de documentos y uso indebido de nombre. En 1999 logró que un empresario le entregara 1.200 millones de pesetas por los servicios en una residencia militar de A Coruña. Durante el juicio simuló sufrir un ataque de epilepsia que los médicos forenses desmontaron.
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