Inmigración

De los bajos de un camión a camarero en la Puerta del Sol

Los menores infractores internados logran 224 contratos laborales a través de la Agencia para la Reeducación y Reinserción

Los menores del centro El Lavadero celebraron ayer una feria de degustación con comida de sus países de origen. Foto: Alberto R. Roldán
Los menores del centro El Lavadero celebraron ayer una feria de degustación con comida de sus países de origen. Foto: Alberto R. Roldánlarazon

Los menores infractores internados logran 224 contratos laborales a través de la Agencia para la Reeducación y Reinserción.

Musa llegó a España desde Marruecos, vía Ceuta, en los bajos de un camión en 2015. Sólo, sin un familiar con él, ya que se quedaron en su país de origen, entró en un centro para menores en Hortaleza y después en un piso tutelado en Torremocha del Jarama, «pero me escapaba mucho, apenas dormía allí», confiesa. Desprotegido y desarraigado, este adolescente cayó en las drogas y terminó con una condena de libertad vigilada, que incumplió una y otra vez hasta dar con sus huesos en el Centro de Ejecución de Medidas Judiciales El Lavadero, junto a Cantoblanco.

Allí logró, «gracias a mi terapeuta», rehabilitarse y encauzar su vida, hasta el punto de que ahora sale del centro para trabajar en un restaurante junto a la Puerta del Sol. «Hice un curso de pizzería y también de camarero, en la Fundación Mahou, y me contrataron en el restaurante», explica, el joven, que ahora tiene 19 años, que no tiene palabras para agradecer a sus jefes que le arreglasen los papeles y le hiciesen el contrato. «Salir sin más no me sirve, tengo que buscar un trabajo, recuperarme y ganarme la vida para ayudar a mi familia en Marruecos», relata.

Tanto Musa como el resto de menores internos celebraron ayer un día especial con una feria gastronómica en la que cada uno de ellos presentaba platos de comida de su país de origen. Así, los españoles presentaron su mesa con tortilla de patatas, gazpacho y sangría, mientras que los brasileños hicieron una degustación de pan de queso minero, los ecuatorianos de mariquitas de plátano y de Marruecos, pinchos morunos, entre otros. «Han tenido mucha ayuda de las cocineras, pero toda la decoración, los marcos, las mesas y los carteles los han elaborado ellos», detalla Beatriz, una de las educadoras sociales de la Agencia de Reeducación y Reinserción del Menor Infractor de la Comunidad de Madrid (ARRMI), que trabaja a diario con los adolescentes.

«Estos eventos les motivan muchísimo al igual que el hecho de que vayan encontrando trabajo fuera de aquí. Una vez acostumbrados al ritmo del centro y a la privación de libertad, lo que más les preocupa es poder ganarse la vida al salir. Aquí están protegidos y les da miedo qué va a ser de ellos cuando termine su condena, por eso les ayudamos a trabajar en su autonomía personal», explica la educadora. Y es que a diferencia de en los centros penitenciarios, en los de menores infractores se organiza a los internos un horario estricto en el que caben tanto el deporte y las manualidades, como las terapias y los talleres laborales.

Según explicó ayer la consejera de Justicia, Yolanda Ibarrola, durante la visita a El Lavadero, «se trata de fomentar la reinserción y la vida individual a través de valores cooperativos en un entorno lúdico». Es por ello que las actividades terapéuticas se combinan con otras deportivas y talleres con «planes muy individualizados». Además, algunos de los menores que participaron ayer en la feria de degustación han acudido a su vez en los cursos de cocina o de camarero profesional que ofrece la Agencia dentro de su Programa de Inserción Sociolaboral para jóvenes mayores de 16 años y que ha permitido formalizar 132 contratos de trabajo en los primeros seis meses de 2018, mientras que el año anterior se hicieron 224, un tercio de ellos en el sector de la hostelería.

Precisamente es su perspectiva laboral y la esperanza en un futuro mejor lo que hace brillar los ojos a los adolescentes cuando se les pregunta por su vida en El Lavadero. Leticia, madrileña de Torrelodones, que ingresó porque tenía «movidas en casa», cuenta que ha conseguido acabar la ESO y por las buenas notas que ha sacado la han cogido para estudiar un grado medio de Confección y Moda. «Me gustaría tener una ''marquita'' de ropa porque me gusta el diseño, y tener algo mío», comenta con una gran sonrisa. Antes de entrar al centro «no estaba centrada» y gracias a los educadores ha conseguido el apoyo que necesitaba para completar sus estudios. «Además estas actividades nos sirven para aprender de otras culturas, salir y desfogarnos un poco del centro», cuenta.

En el caso de Artur, que llegó de Brasil con diez años, su sueño es llegar a tener su propia peluquería «de caballeros», en la que trabajen su madre y su hermano también. Serio durante la presentación de los platos típicos de su país de origen, se entusiasma cuando habla de las posibilidades que le da poder estudiar peluquería y ganarse la vida con ello. «Me voy a sacar peluquería aunque ya se que tendré que hacer peinados y teñir pelo a mujeres antes de cumplir mi sueño. No será fácil pero lo voy a intentar conseguir», afirma. Es por ello que se esforzó mucho por terminar sus estudios y sacar buenas notas, «para poder salir antes del centro también», pese a que no le gusta mucho el apoyo escolar, «aunque al final se aprende», porque los educadores «tienen muy buenos consejos y me han dado una motivación», además de ayudarle a controlar sus emociones cuando estaba enfadado. Artur llegó al centro voluntariamente tras recibir la condena aconsejado por su madre y su hermano, que había pasado por un centro penitenciario, «porque hay que asumir los errores».

El perfil mayoritario de los jóvenes del centro es el de varones de 17 años de edad de media y origen español. Cumplen medidas judiciales en régimen semiabierto –lo que les permite salir para ir a clase o cumplir con sus jornadas laborales–, por haber cometido delitos contra la propiedad o vinculados con violencia hacia los padres. El Centro de Ejecución de Medidas Judiciales El Lavadero, que cuenta con 42 plazas para menores infractores, tiene además un programa especializado para el tratamiento terapéutico por consumo de drogas. Se trata de uno de los seis centros con los que cuenta la ARRMI, cinco de ellos en Madrid capital y otro en Brea de Tajo. En total, ofrecen 261 plazas de régimen cerrado, semiabierto y abierto para la atención a menores que cumplen medidas judiciales por distintos tipos de delitos. El pasado año, la Agencia para la Reeducación y Reinserción atendió a 2.661 menores en ejecución de 3.220 medidas judiciales, y 550 de ellos participaron en acciones formativas de inserción sociolaboral impulsadas por la ARRMI del Gobierno regional.

Prolongan la estancia

De hecho, la consejera destacó que la Comunidad de Madrid es la que menor tasa de menores infractores tiene de España y el nivel de reinserción es del 90 por ciento. En concreto, en la región la tasa de infracciones penales cometidas por menores de entre 14 y 17 años fue del 5,40 por ciento en 2016, lo que supone una mejora de 1,4 puntos con respecto al año anterior. Esta cifra es un 56,1 por ciento mejor que la media nacional. De la misma manera, Madrid es la comunidad con la tasa más baja de menores condenados por cada 1.000 habitantes, con una cifra del 3,70 por ciento, un 48,6 por ciento por debajo de la media nacional y medio punto mejor que la tasa de 2015.

Se da la circunstancia de que cuando un menor cumple la mayoría de edad durante su estancia en el centro, habitualmente se prolonga la misma en lugar de trasladarles a una prisión ordinaria, «precisamente porque el objetivo es la reinserción», comenta Ybarrola. Para ello, el ARRMI impulsa durante este verano más de 70 talleres y actividades para los menores infractores en los distintos centros, entre los que se enmarca la feria de degustación que se celebró ayer. «Este es un ejemplo perfecto del tipo de actividades que organizamos para estos menores durante el periodo de vacaciones escolares, con las que buscamos promover pautas de ocio saludables y transmitir valores positivos, como el mensaje de diversidad, de respeto a la diferencia y a las cualidades de cada persona, con independencia de su origen», detalló la consejera de Justicia, que acudió al centro acompañada del viceconsejero de Justicia, Enrique Núñez, y la directora gerente de la Agencia de Reeducación y Reinserción del Menor Infractor, Regina Otaola, entre otros.