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La lluvia impide salir de los templos a Jesús El Pobre, al Divino Cautivo, a la Macarena y al Gran Poder en Madrid

La talla de Jesús El Pobre se mostró a los fieles a las puertas de la iglesia de San Pedro «El Viejo». Fotos: Alberto R. Roldán
La talla de Jesús El Pobre se mostró a los fieles a las puertas de la iglesia de San Pedro «El Viejo». Fotos: Alberto R. Roldánlarazon

Y volvió a pasar, para tristeza de muchos. En el primer día grande de los tres que componen la Semana Santa, la crónica casi se cuenta sola. Otra vez el mal tiempo impidió las procesiones que cada año preparan miles de hermanos cofrades con pasión y mimo sin importar lo que pueda pasar. Y es que, ayer, Jueves Santo, las hermandades de «El Pobre» y de El Gran Poder –con sus vírgenes, El Dulce Nombre y la Esperanza Macarena respectivamente–, se quedaron con ganas de exhibir las valiosas tallas.

En el caso de la hermandad de San Pedro el Viejo, las tallas de Nuestro Padre Jesús Nazareno El Pobre, anónima del siglo XVIII, y de María Santísima del Dulce Nombre en su Soledad, imagen de Lourdes Hernández de 1999, tenían que partir de su «casa», en el barrio de los Austrias, a las 19:00 horas y custodiadas por 48 anderos. Éstos ya estaban preparados para sacar a las dos imágenes en el interior de la iglesia cuando recibieron la triste noticia. Al final, los anderos abrieron las puertas y mostraron la talla de Jesús el Pobre desde la puerta. Fueron recibidos por una multitud que seguía fuera, con la lluvia, esperando ver a las imágenes a pesar de las más de dos horas de retraso. Entre ellos, algunos como Angelita, que estaba en primera fila desde las nueve de la mañana y que lleva 50 años «por lo menos» viniendo a ver a Jesús El Pobre. «Sueño hasta con Él, lo quiero con locura», manifestó. Pero ella no era la única. También había una familia de filipinos que llevaba aguardando desde las seis y media de la mañana, y otra señora, de nombre Mari Carmen, que acudió por una promesa que le cumplió la Virgen. «En octubre del año pasado salvó a mi madre en una operación difícil», recordó.

Antes de producirse esta breve salida, los cerca de 130 cofrades de la hermandad que iban a salir engalanados con la típica túnica morada y el ancho cinturón de esparto acabaron en llanto. «La Virgen está para comérsela. Lo bonita que está», dijo apenado uno de ellos. Además, ambas tallas portaban como novedad mantos que iban a ser estrenados. Por su parte, María de los Ángeles, Camarera Mayor de El Pobre y el Dulce Nombre, afirmó a LA RAZÓN, ya en el interior de San Pedro el Viejo, que todos se encontraban «muy disgustados porque contra el tiempo no podemos luchar».

Tampoco tuvo suerte la hermandad más sevillana de la capital, el Gran Poder y la Esperanza Macarena que salían de la Colegiata de San Isidro. La talla del Cristo, con la cruz a cuestas y túnica morada, se mostraba recuperada del percance que sufrió el año pasado cuando en la calle Toledo chocó con un semáforo y se partió la Cruz. Sin embargo, este año, la talla del maestro José R. Fernández-Andes, de 1942, no pudo lucir la restauración. Y la Esperanza Macarena, realizada a imagen de la de Sevilla por Antonio Eslava en 1958, y máxime expresión del dolor de la Virgen, solo pudo conmover al público que no se dio por vencido y logró entrar en la iglesia después de que se anunciase que este año no salían. La madre de uno de los costaleros del Gran Poder, Juani, se quedó fuera para esperar su hijo y darle un abrazo. Dentro de la colegiata, muchos lloraban. «Después de estar preparándose desde hace un año, esto es duro».